Dos días después.
Deprimida. Así estoy desde que no lo he vuelto a ver ¿Por qué? ¿Por qué mi cabeza me hace esto? Con alguien que solo he hablado un sola vez. Mi subconsciente aparece para hacerme sentir incluso peor.
¿A quien pretendes engañar? Estas obsesiónada con Benjamín desde el primer momento que lo viste. Qué triste tu situación.
Limpio las lágrimas que caen por mi mejilla. Me odio. Acabo de llegar de mi sesión con el psicólogo. Le conté sobre Benjamín y sobre cómo me sentía con respecto a él. Me dijo algo que me lastimo mucho. Qué yo solo sentía apego y aferro a las personas que pasaban fugazmente por mi vida por la falta de vida social en mi entorno. Me destrozó, pero tiene todo el sentido del mundo.
Me desnudo y entro a la bañera sin abrir la ducha. Son las 12 de la noche. Si amanezco con la cara inchada y congestiónada por las lágrimas mis padres se darán cuenta de todo y no quiero darle explicaciones a nadie. Y no es algo valido estar así por perder algo que nunca he tenido. Me siento en el piso de la bañera y abrazo mis rodillas. Me tapo el rostro con ambas manos. Ojalá pudiera dejar de llorar. Soy ridícula.
~•~
Después de desayunar en silencio, me siento en mi silla de ruedas. Vuelvo a decirlo una y mil veces. Odio está maldita silla. Hoy por más loco que suene, tengo ganas de caminar. Estos últimos días no he estado caminando y me la pasó sentada o recostada. Me voy hacia el living y pongo una película en Netflix mientras mamá traduce en su estudio.
Ni siquiera miro la película. Tengo la mirada perdida. Ojalá pase pronto esta época de depresión. He pasado otros años deprimida pero nada como esto. Siempre estuve mal por la enfermedad y ahora estoy mal por alguien. Más bien... triste.
Mi madre sale de su estudio interrumpiendo mis pensamientos.
— Ay Male... olvide por completo comprar hojas para la impresora. Voy a dejarte sola 5 minutos a comprar aquí a unas cuadras ¿estarás bien?
La miro y asiento sin contestar. Se va hacia su estudio a buscar su abrigo, dejando el dinero para las hojas encima de la mesa. No lo pienso dos veces. Me levanto de la silla, tomo el dinero de la mesa y salgo a comprar las hojas para la impresora.
Sin mi silla de ruedas.
Sola.
Jamás me había atrevido a esto por miedo a caer en bruses en la calle pero hoy quiero caminar y no me importa más nada.
Cierro la puerta detrás de mí y comienzo a caminar con tranquilidad. El viento está fresco pero el sol es agradable y es normal en Abril ya que estamos en primavera. Debí agarrar algún abrigo. Mi calza negra y mi suéter blanco de lana, no es suficiente para este clima.
Sigo caminando y tomo aire sintiéndome rebelde cuando cruzo la calle. Una situación normal para cualquier persona es como un delito para mí. Según muchas personas, salir a caminar sola es como si estuviera arriesgando mi vida. Llego hasta la librería y entro con tranquilidad, como si hiciera estas cosas todos los días. Cierro la puerta despacio detrás de mí, hay olor a lavanda y la calefacción es agradable.
— Buenas tardes linda ¿en qué puedo ayudarte? — Me pregunta una señora del otro lado del mostrador.
Es robusta, de pelo corto y lleno de rulos. Trae unos anteojos redondos y le da toda su atención a un cuaderno sobre el mostrador. Miro los afiches de colores y se me cruza por la cabeza comprar uno negro y dibujar ahí a Benjamín. La señora levanta la mirada cuando se da cuenta que tardo en contestar. Trago saliva.
— Si... Hum... Necesito hojas para impresión.
Compro las hojas para mamá y salgo de la librería dispuesta a irme a casa. Todo está bien, no me siento mareada ni tampoco desorientada. Aunque seguramente mamá estará furiosa cuando llegue a casa. Estoy a punto de llegar a la esquina para cruzar la calle cuando de repente alguien encapuchado sale de un callejón y me toma del brazo, tirándo de mi.
Estoy a punto de gritar como loca y empezar a tirar golpes y arañazos. Salgo una sola vez de mi casa y no termino muerta por mis mareos o desmayos, sino que termino muerta por un asalto. Buen trabajo Malena.
— ¡No! ¡Suéltame!
— Tranquila Malena, soy yo. — Me suelta en voz baja y grave.
Dejo de luchar y entorno la mirada. Él se quita la capucha negra del buzo que trae y me observa con sus enormes ojos verdes mientras su cabello castaño, húmedo le cae por la frente. PERO QUE CARAJO.
— ¿Benjamín? — Pregunto casi en un susurro perplejo.
Asiente mientras observa hacia la calle con cuidado, asegurándose de que nadie nos esté viendo.
— Si, así me llamo.
Abro la boca y vuelvo a cerrarla ¿qué mierda se supone que tengo que decir ahora? Cuando vuelve a centrar su atención en mí, me mira de pies a cabeza.
— Carajo, creí que eras paralítica.
Frunzo el ceño.
— Y yo creí que tú eras un fantasma.
Me mira con los ojos abiertos como platos por un segundo pero luego se esfuerza por recuperar la compostura.
— Basta de juegos. Dime una cosa ¿La ventana de tu cuarto siempre está cerrada con seguro?
Le devuelvo una mirada perpleja y luego me siento enojada. Incluso me sorprendo por mis sentimientos repentinos.
— ¿Por que? ¿Crees que dejaré entrar a mi cuarto a un completo extraño que sabe forzar puertas? — Le espeto con una dureza que incluso me sorprende a mi, dispuesta a irme.
Pero no me deja. Antes de que llegue a moverme, estampa su mano contra la pared del callejón, bloqueandome la salida y dejándome acorralada entre la pared y su cuerpo. Trago saliva y lo miro con recelo.
— Mira, sé que estás decepciónada de mi porque dije que iría a verte y no aparecí... — Me suelta con voz dura.
Desvío la mirada hacia el suelo.
— No tienes que darme explicaciones de nada, ni siquiera nos conocemos.
Ignora mis palabras.
— No creas que voy a acercarme a tu casa, si todo el puto tiempo te están cuidando y observando como si estuvieras echa de cristal. Así que de ahora en adelante, me vas a dejar la ventana de tu cuarto abierta y si no es así, es todo, entenderé el mensaje.
No termino de procesar todas sus palabras. Antes de que pueda reaccionar, se pone la capucha y se va a paso acelerado, dejándome sola.
¿Pero qué carajos acaba de pasar?
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Mi maravillosa creación
Romance¿Que harías si tú vida, que está destinada a una enfermedad miserable, se ve interrumpida, avivada y corrompida por un extraño muchacho de ojos verdes? Malena ni siquiera quería averiguar quién era realmente él. Su principal objetivo, era convencer...