XLI - El tercero en discordia

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Iris se aparta una distancia considerable del grupo, en su interior está tan confundida por lo que pasó antes con Ángel y esa razón la hace querer llorar pero lo reprime con todas las fuerzas que logra sacar, respirando a conciencia

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Iris se aparta una distancia considerable del grupo, en su interior está tan confundida por lo que pasó antes con Ángel y esa razón la hace querer llorar pero lo reprime con todas las fuerzas que logra sacar, respirando a conciencia.

Alguien llama a Zircon por lo que se separa de Sappheiros al regresar, y éste lo primero que nota es a la chiquilla sentada en un rincón con las mejillas enrojecidas que parecía tratar de contener algo. No puede evitar pensar que algo le pasó a Ángel, así que se asoma en la tienda sin hacer ruido. Todo parece en calma, observa al chico dormir, el doctor también continúa descansando y Rufo está cuidándolos. Vuelve la mirada a la joven intentando comprender lo que pudo pasar. Duda por un momento pero decide acercarse.

—¿Iris?

Ella reacciona un poco asustada, Sappheiros nota sus ojos llorosos y nariz colorada.

—¡Ey! ¿qué pasó? —expresa confundido. Por el impulso casi la toma de los brazos, pero se detiene justo antes al sentirse invasivo pues ni siquiera son amigos y por lo que hizo, es evidente que no es la persona indicada para ayudarla. Incómodo, se dispone a pedir ayuda, pero ella habla antes.

—Solo... me sentí un poco sofocada, pero ya estoy bien...

—Claro y eso explica las lágrimas —responde sarcástico—. Le pediré a Zircon que te revise.

—¡No por favor! —dice colgándose de las ropas del ojiazul—. Han... pasado muchas cosas y solo me superó por un momento, no es necesario preocupar a nadie por esto —dice forzando una sonrisa.

—Si vuelves a mostrar esa falsa sonrisa me enojaré. —Su voz se torna grave al sentirse un poco molesto pero rápidamente la cambia—, si no quieres que te revisen por salud física, tal vez necesites hablar; le diré a Larimar, parece que con él estás más cómoda.

—No... vine aquí porque quería evitar preocupar a alguien, aunque no funcionó ya que viniste —admite apenada—. Lo lamento.

Sappheiros nota que ella no usó una expresión formal ante él y esto le brinda confianza para sentarse a su lado y una pregunta sale naturalmente.

—¿Por qué te disculpas? no hiciste nada malo. Es normal sentirse superado por la acumulación de sentimientos, encima tu poder te hace más receptiva por lo que también has sentido lo que todos nosotros tenemos en nuestro interior.

—Si, puede ser... aún hay emociones muy complejas, las siento pero no siempre las entiendo.

—Las personas son complicadas y acabas de empezar a descubrir lo que puedes hacer con tu poder. Todos necesitan tiempo para entrenar y acoplarse. No seas tan dura contigo misma. —Aclara su garganta—, ya viste lo que mi magia puede hacer sin control, en el pasado muchas veces congelé cosas y varias personas sin querer.

—Pero ahora es porque no tienes un canalizador. En realidad todos dicen que eres un prodigio...

—Eso solo es una exageración. De pequeño mi magia salía por impulsos, una vez estaba corriendo y sentí un impulso que provocó que congelara el suelo por donde iba; cubrió bastante área a mi alrededor. Parecía una pista de hielo y lo peor es que me resbalé, caí sobre mi retaguardia y me deslicé tan rápido que terminé estampado en un árbol —recuerda y resopla con la nariz como si riera.

AngelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora