XXVII - Corazón robado

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Russeus abre los ojos sorprendido, se levanta y camina apresurado hacia los jóvenes, Rufo se extraña un poco pero permite el paso y el hombre abraza a su sobrino con fuerza

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Russeus abre los ojos sorprendido, se levanta y camina apresurado hacia los jóvenes, Rufo se extraña un poco pero permite el paso y el hombre abraza a su sobrino con fuerza.

—Uh... tío... —pronunció resistiendo el apretón.

—Por favor, solo un momento... —suspira con alivio.

—Tío, yo... volveré a Zafiro...

—¿Qué? —expresa con impacto, soltando el abrazo y mirando los ojos del muchacho.

En respuesta, Ángel muestra una sonrisa forzada y explica. —Tarde o temprano tengo que hacerlo, debo informar a mis superiores la situación y volver con... mamá —de la nada lágrimas inundan sus ojos e intenta retirar la mirada, pero su tío no se lo permite aprisionando la cara entre sus manos.

—Ángel, esto no lo pasaré por alto, dime la verdad, hay algo aquí que no estás diciendo, ¿ya... no merezco tu confianza por lo que dije antes?

—No es eso, es que...

—Ángel —interviene Rufo, recordándole que está ahí y la razón de venir a hablar con su tío.

—E-está bien —dice mientras retira las manos de su tío lentamente y respira profundamente—. Hace 10 años que no veo a mamá...

Ambos escuchan y sus rostros expresan incredulidad total.

—¿Peleaste con ella? —inquiere el tío, tratando de entender un poco.

—No... con mi padre después de descubrir que la golpeaba.

—¡¿Q-qué has dicho?! —expresa con furia y su voz resuena por todo el lugar— ¡¿ese mal nacido osó maltratar a mi hermana?!

Al ver brillar los ojos de Russeus, los jóvenes tapan sus oídos y utilizan sus alas para cubrirse, pues en ese instante desata parte de su poder, rompiendo varias cosas debido al flujo de ondas sonoras. Cuando el sonido se detiene, ellos se descubren y Ángel le suplica a su tío calmarse, este último aún tiene los ojos iluminados e intenta no emitir sonido para no afectar más. Este evento provoca que todos en palacio se alarmen al escuchar el grito de su señor de forma repentina. Rufo decide ir a detener el alboroto, mientras el sobrino se queda a esperar que su tío recupere la calma.

Cuando Rufo vuelve, su rey ya no tiene ojos carmesí brillantes, señal de que si habla, ya no es peligroso estar cerca y el muchacho solo observa con dolor a la única persona que ha querido como padre.

—Te lo dije, esto fue mala idea... —dirige sus palabras y mirada a su «hermano».

—Ángel, tienes que decirme todo, no te atrevas a ocultar nada más sobre Ágata —dice Russeus con dificultad, controlando de nuevo el volumen de su voz.

—Pero...

El hombre lo mira con una expresión entre súplica y exigencia, el muchacho se da cuenta de que no hay vuelta atrás y que no le dejaría ir sin que le diga, así que decide contarle todo lo sucedido.

AngelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora