LXII - La llama del corazón Parte III

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—¡Mamá! —grita expectante

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—¡Mamá! —grita expectante.

Pero no hay reacción en ella, el joven se desespera y continúa llamándola, luego recarga la cabeza en su regazo como hacía de niño y le ruega volver, pero su voz se corta por los sollozos.

—Te necesito...

Lea se retira para darle espacio, pues piensa que necesita sacar lo que lleva en su interior, y esta parecía una buena oportunidad. Entre sus rondas ayudando al doctor, nota que Iris ha recobrado la conciencia y se acerca.

—¿Cómo te sientes?

—Todo está muy tranquilo... —dice aun adormilada—. ¡Ángel! —grita en cuanto recuerda lo pasado—, ¿dónde está?, ¿qué pasó?

—Espera, debes mantener la calma.

—Uh... la cabeza me duele mucho y siento mucha presión en el pecho —dice mientras se recuesta nuevamente.

—Bueno, era de esperarse después de haber usado tu poder por tanto tiempo, es sorprendente que no sea peor.

—¿Cómo está Ángel?

—Muy triste, la victoria es amarga en este caso y ahora está con su madre, pero tampoco es algo tan reconfortante en el estado en que ella está.

—Debo estar con él, Lea...

—Lo sé, pero ahora creo que es mejor dejarlo un momento a solas y tú debes recuperarte un poco. Le pediré al doctor que te revise y en un rato más te llevaré a verlo si prometes no alterarte.

—Está bien... mmm... tu voz es dulce...

—Ja,ja, ¿aún estás medio dormida?

—No, la forma en que hablas ahora me recuerda a mamá, es agradable.

La mujer se sonroja un poco y se voltea completamente, evitando que la joven vea su rostro.

—Descansa un poco más —dice suavemente, mientras se retira.

—Mamá... todos cambiamos con lo que pasó ¿verdad? —dice en voz baja contemplando el techo, cuya colocación daba la ilusión similar a la de un caleidoscopio y sin poder evitarlo, pronto se vuelve a quedar dormida.

Lea se había quedado tras una cortina cercana y logró escuchar a Iris, lo que la dejó pensativa. Esperó a que la joven se durmiera para alejarse e ir donde estaba Ángel y observa que también se había quedado dormido por el agotamiento, con la cabeza apoyada en el regazo de su madre. Utiliza ese tiempo para salir a respirar aire, levantando el vuelo.

—Te fuiste dejándome todo... y cumpliré la promesa que te hice, pero, eres cruel, Sappheiros... también te necesito... —dice derramando lágrimas que el viento se lleva consigo.

Pasado el tiempo, Lea regresa al lugar donde está Iris y la ve colocándose los zapatos.

—Iris... ¿ya te sientes mejor?

AngelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora