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Gente pasaba de aquí para acá, mirarlos parecía ver los rostros de criaturas tan ajenas a su entendimiento. Él estaba en ese planeta en búsqueda de lo mismo que busco en todos los planetas que se dedicó a peinar en aquella petición. No encontraba ninguna que coincidiera con la indicada. Era una perdida de tiempo estar buscando en ese planeta, un planeta lleno de vicios. Veía a un lado y se encontraba con sitios de apuestas, miraba a otro y se encontraba con prostíbulos. Caminando en la calle veía a gente vendiendo alucinógenos como si fueran dulces y mujerzuelas en las esquinas y callejones ofreciendo su cuerpo al que mejor pague.

Daishinkan estaba en una plaza de una gran metrópoli de ese nauseabundo y vulgar lugar, ya con las esperanzas por los pisos. En ese planeta no, en ese planeta era imposible encontrar lo que Zen oh Sama le pidió. Ese planeta estaba plagado por mortales llenos de vicios, jamás encontraría a una persona pura. Eso necesitaba, una persona pura en todos los aspectos. Pura en el sentido del interior, pura en el sentido del espíritu, pura en el sentido a Virgen. En especial debía ser virgen, no debía estar plagada de pecados, ni sucia de espíritu. Debía llevarle el ser más puro sobre la existencia.

En esa metrópoli habían distintas razas y tipos de mortales. Aquel lugar era un punto muy frecuentado Por todo el universo. Era como un sitio turístico para los viciosos y un parque de diversiones para los llenos de lujuria. Los más ricos y acaudalados como los más grandes mafiosos eran los apoderados de aquel planeta, la justicia era ciega o más bien la justicia estaba vendada con dinero de la vaga vida, puestos sobre sus ojos como venda y bozal para que la justicia fuera ciega y muda. Todo estaba mal con ese lugar, dónde miraba encontraba ofensas a la dignidad y a la morar.

Miraba con desdén y por sobre el hombro a los habitantes de ese planeta. Caminando por los senderos de esa plaza ya a punto de irse. No sé tomaría la molestia de buscar allí, era una total y fracasada perdida de tiempo. Mejor buscaba en otro universo, puesto a qué en aquel planeta era la última opción.

Antes de irse miró como unos delincuentes le robaron la cartera a una de esas mujeres y luego salieron en fuga, cerro los ojos lentamente en señal de desaprobación y se volteo para irse de ese horrendo lugar. Al voltear, abrió los ojos lentamente. Lo primero que vió fueron unos penetrantes ojos color café oscuro, que se le quedaron viendo por una fracción de segundo. Él volteo a ver cómo la dueña de esos ojos se encaminaba a lo largo de ese sendero. Una mujer de largo cabello color negro como la inmensidad del espacio y piel blanca como la pureza. Esa era la dueña de esos ojos. Una mirada inocente, eso vió en esos ojos, no dudo dos veces y se propuso seguir a esa joven la cual vestía un vestido celeste a la altura de sus rodillas. Esa joven tenía una apariencia muy humana pero sin ser humana.

La joven se fue caminando hasta llegar a una calle la cual lucía muy peligrosa. Pasaba con cautela y en alerta, como si ella ya esperará lo peor en ese lugar.
Caminaba y miraba de un lado a otro, Daishinkan observaba con curiosidad y atento a cada acción que está hacia. La joven intentaba caminar rápido como si quisiera llegar lo más rápido posible a su destino. Cuando estaba a punto de doblar en la esquina, un par de hombres corpulentos y vestidos de negro la rodearon. Uno detrás y otro delante. El de atrás la sujeto de los hombros y el de adelante le robó el poco dinero que traía consigo. El de adelante corrió mientras el de atrás la empujó con tal fuerza que golpeó al piso en una aparatosa caída. La joven de negros cabellos con todos sus esfuerzos se levantó y se limpiaba con cuidado rodillas y codos los cuales tenían raspones ensangrentados levemente, pero más doloroso fue el golpe que los raspones. La gente a su alrededor vió ese vil acto y nadie se opuso al asalto y nadie ayudo a la pobre chica que adolorida retomó su andar.

Daishinkan a escondidas de la vista de todos los mortales veía a la joven quien  llegó a las afueras de la metrópoli a una casa de bajos recursos.

Entro allí y anunció su llegada. Un niño de una raza muy diferente a la de ella se le tiró en brazos a recibirla cálidamente con un abrazo. El niño parecía ser de una raza lobo y de alrededor de unos 4 años. La joven lo abrazó fuerte, se lo llevó en brazos subiendo por las escaleras de ese humilde hogar y allí lo dejo en la segunda planta. Luego bajo a la sala para saludar a una señora de edad avanzada. La señora estaba tejiendo sentada en unos de los sofás de la sala y la chica le decía algo con gran pesar, ¿talvez era lo del robo de su dinero? Pensaba Daishinkan. La señora hizo que la joven se le hacercarse y le acarició una mejilla con cariño maternal. La chica se fue cabizbaja y apesadumbrada a una habitación de la segunda planta, se sentó en la orilla de una cama y se llevó las manos a la cara con gran pesar como si con esas pequeñas manos pudiera sostener esas lágrimas que caían de sus ojos como lluvia huracanada.

En un instante una brisa soplo con fuerza fría, ella se abrazó a sí misma y se levantó a cerrar una ventana la cual dejaba pasar la brisa haciendo danzar aquellas cortinas blancas que colgaban de ella. La cerro y al voltear dió un grito estruendoso.

-Buenas tardes - la saludó Daishinkan el cuál estaba parado en el centro de la habitación- no se asusté por favor, no le voy a hacer daño.

-¿Quien es usted? - Preguntó asustada y retrocediendo hasta quedar contra la ventana en su espalda.

Continuara...

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora