Cuatro

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Seijun se encontraba en un sueño profundo, cuando sintió que le tocaban la cara unas pequeñas manitos. Abrió los ojos lentamente y aún adormecida vio a los Zen oh Sama tocándole la cara con sus pequeños dedos índices.

- Ya despierta si - dijo un Zen oh Sama.

- Estamos aburridos, ven con nosotros a jugar si - dijo el otro.

- Está bien, solo dejen que me levanté - dijo resignada y aún un poco cansada. Había dormido mucho la verdad, tanto cansancio paso factura, y los Zen oh Sama no eran los seres más pacientes sobre todos los universos que digamos. Ellos solo querían jugar con ella. Sin importarles si estaba cansada o no.

Seijun se quitó aquel edredón esponjoso que era como un gran abrazo al cuerpo entero, para darse cuenta que no traía la ropa con la que venía. En cambio, traía un camisón de tirantes, y le llegaba algo por encima de las rodillas. Era suave, era como la seda misma; talvez mucho más suave que la seda, nunca había sentido esa textura en su pálida piel. Confundida al no saber cómo y cuando fue mudada de vestimentas, algo avergonzada si. Nadie nunca la había visto con tan poca ropa, pero los Zen oh Sama no le dieron la más mínima importancia. En cambio, la tomaron de nuevo por los brazos y la iban a sacar de esa habitación cuando ella grito.

-¡Esperen! - grito al darse cuenta de que la verían así en esas bajas fachas los guardias y aquel sujeto algo intimidante que se hace llamar Daishinkan - no puedo salir así ¿Donde esta mi otra ropa y quién me cambio? - dijo al par de dioses que se detuvieron y la miraron curiosos cuando grito de esa manera.

- He Sido yo - dijo una voz a sus espaldas, una voz que en Seijun hizo recorrer un escalofrío tembloroso por cada vértebra de su espalda.

Seijun se volteo hacia la voz, y Daishinkan la miro con su sonrisa característica.

- no tiene por qué preocuparse, solo use mi poder mientras dormía. Se veía muy incómoda esa ropa como para tener un buen descanso - explicó Daishinkan.

- Usted me vio sin........

- le repito, yo use mi poder. No he usurpado su privacidad - interrumpió Daishinkan.

La verdad si la hubiera visto o no, no le daría importancia. Lo que para los mortales es algo morboso, pervertido, o algo por el estilo, para él no lo es. Los mortales y los angeles ven de maneras distintas a un cuerpo, los angeles no sienten atractivo o seducción hacia un cuerpo desnudo de la misma manera en que lo vería un mortal. Ellos lo hacen de una manera muy diferente y talvez incomprensible a la vida mortal. Para un mortal que así lo vieran, es una situación muy incómoda, vergonzosa y nada buena.

- ¿Donde esta mi ropa? - pregunto Seijun a Daishinkan.

Daishinkan le indico con su mano, en un gesto muy cordial, que lo que ella quería estaba detrás de una puerta. Puerta que la verdad ella no había notado en esa habitación. Al entrar, era un inmenso baño, era casi tan grande que la habitación misma. Tenía una bañera enorme y con una gran regadera que parecía una cascada, no tenía cortinas esa ducha, en cambio tenía paredes de cristal. Con todas las comodidades actas para sus necesidades básicas.

- Puede asearse si lo desea - dijo Daishinkan - luego usted y yo hablaremos de ciertas cosas debidas.

- Está bien, gracias - dijo Seijun hacia Daishinkan.

- pero ¿Y el juego? - dijo el Zen oh Sama presente.

- Seijun se dirigió a los Zen oh Sama con una dulce sonrisa y les dijo - en cuanto termine les prometo que jugaremos.

Los Zen oh Sama estubieron de acuerdo y Seijun se quedó sola en ese inmenso baño. Mucho lujo para ella la verdad, nunca había tenido todas esa comodidades en su vida. Miro a su alrededor y no vio por ninguna parte su ropa.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora