Alternativo -2: Ruidos afuera.

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Náuseas. Unas terribles náuseas como nunca las había experimentado en su vida. ¿Así era estar embarazada? La verdad no sabía si así de grave eran las ganas de devolver todo, o esa era la diferencia a la que se refería Daishinkan. Talvez exageraba, talvez eran ideas suyas y no era tan malo. No, en realidad si quería devolver hasta el alma misma.

Lentamente se sentó sobre el borde de la tina, mientras con una toalla de mano, se secaba los labios que acaba de lavar en la llave del lavamanos.

-Si, estoy bien -le dijo con una sonrisa calmada.

-Pensé que te pasaba algo malo -Okami se acercó, parándose en frente de ella apoyando sus manos en las rodillas de Seijun.

-Solo me siento un poco mal. No es nada -un poco era decir nada, en realidad no se podía levantar del mareo y las náuseas.

-¿Estas enferma? -preguntó alzando su mirada a la de ella.

-No, para nada. Es solo que cuando los bebés crecen en la panza, hacen que uno se sienta un poquito enfermo, aunque no lo están realmente -le explicó de la manera más sencilla que pudo.

Okami de pronto guardó silencio y miró hacia la puerta. Había sentido el aroma de alguien más en la casa.

-¿Que pasa? -le preguntó Seijun al verlo así de atento.

-Llegó él -le dijo meneando la cola.

-¿Quien?

-Tu esposo, el papá de tu bebé -le aclaró. Oír esa frase le causó sonrojo a Seijun, es que para ojos del pequeño lobo, Daishinkan estaba casado con ella.

-¿Que haces aquí? -le preguntó Daishinkan al verla sentada allí y con la cara un poco más pálida de lo normal.

-Se siente mal -Okami se apartó un poco para darle paso a Daishinkan. El pequeño sabía que siempre que él estaba cerca, hacía sentir mejor a Seijun.

Daishinkan podía aliviar cualquier cosa, entre ellas, un simple malestar como ese. Le puso la mano en el vientre y un candor se apoderó allí por un mínimo instante. Luego ya no sentía ningún malestar.

-¿Mejor? -le dijo con una sonrisa.

-Mucho -respondió correspondiendo a esa mano que ofreció ayudarla a levantar.

Salieron del baño para dirigirse hacia la sala. Seijun se dispuso a preparar la cena y Daishinkan se quedó en la sala, solo con Okami que al igual que con la muchacha, no paraba de hacerle preguntas. Le preguntaba lo mismo, y el Gran Sacerdote con una paciencia infinita le respondía atentamente. Ese niño le recordaba a los reyes del todo, no había mucha diferencia, al igual, compartían una mente inocente, claro, esa inocencia era diferente, pero al fin y al cabo que era un tipo de esta.

Cuando Daishinkan iba a pasar más de un día en casa de Seijun, vestía de manera más normal, más como un hombre ordinario. Él estaba habituado a recibir hijos, cuando los creaba. En esa ocasión era diferente, ese venía de una manera más mortal. No dejaba de ser ángel, pero venía de forma diferente. Era una extraña sensación muy agradable. El tiempo que duraba un embarazo humano era poco, muy poco para él. Era como un pestañeo a comparación de su vida. Así de fugas, por ello quería permanecer el mayor tiempo posible junto a ella, porque cuando naciera, debía estar aún más presente, como también habrían momentos de ausencia en los que Seijun debía poder manejar sola la situación de madre de un niño diferente a ella y su especie.

Luego de cenar, Okami sintió sueño y se fué a acostar, dejando a la pareja sola en la sala. Un tema salió de pronto de boca de Daishinkan. Tema referente al planeta donde Seijun nació y creció. El Gran Sacerdote le informó a la muchacha que el dios de la destrucción había decidido destruirlo y lo hizo. El porqué, al dios de la destrucción no le gustó el trato que recibió en un restaurante de ese lugar. Razón suficiente para según su criterio, destruirlo. Seijun agachó un poco la cabeza al oír aquella información. No sabía cómo sentirse. Mentira para ella no era que allí reinaba el vicio y la lujuria, un sitio poblado por los peores pecados del mortal. Aún a sabiendas de eso, algo la hizo mover los hilos de su tristeza.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora