Catorce

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¿Que si estaba bien? Claro que no, acababa de perder otro de sus pocos lazos afectivos, mejor dicho el único que le quedaba. Seguía cabizbaja y con la mirada triste, se mantenía abrazada así misma, parecía contener con gran esfuerzo, las ganas de romper en llanto. Se mordía los labios para evitar ese acto tan emotivo y desahogador, las lágrimas empezaban a escapar insolentemente de su pequeña prisión color café, la cual se le llama ojos. El pecho se le movía de una manera extraña y su respiración se entrecortaba, era lo más profundo de su ser que quería salir y ella quería atajar, como si se pudiera tomar todo el océano con las manos.

Era la gota de tristeza, que derramó su vaso de melancolía, no podía más, era eso demaciado. Se había quedado sola, totalmente sola, aunque se intentaba convencer de que era lo mejor, pues todo aquel que estuviera vinculado con ella, acababa mal.

Algo en Daishinkan se movió y retorció al ver a Seijun así, sabía que eso estaba incluído en aquel paquete llamado amor, y cuanto le irritaba todas esas sensaciones totalmente nuevas para él. Estaba descubriendo nuevas he inexploradas tierras, aquellas tierras llamadas amor, cariño y preocupación, estaba pisando tierra firme, descubriendo y analizando el territorio como todo explorador he investigador. Delante de si, tenía un misterio el cuál resolver, y solo debía actuar para darse cuenta de cómo recorrer aquellos caminos traicioneros con sus vueltas y giros típicos del amor. 

Miro hacia los lados, había mucha gente, así que abrió aquel espirar de luz y color, puso su mano derecha sobre el hombro de Seijun y así terminaron en un planeta más tranquilo. Al llegar allí y poner los pies sobre tierra firme, aún seguía con la mano en su hombro, Seijun tenía cerrados los ojos, pues esa luz la segaba por completo. Tardo por lo menos unos 10 segundos en abrir los ojos, encontrándose con la mirada de Daishinkan, ella se mantenía abrazada frente de él quien con la mano sobre su hombro permanecia. Seijun miro esa mano que permanecia en su hombro, cuando escucho como Daishinkan soltaba un suspiro lento y profundo y luego su voz.

- Hágalo - Escucho decir aquella voz que hizo que se le pudiera la piel de gallina, mientras despegaba su mirada de esa mano, y la dirigía muy confusa hacia la de él - Si es lo que quiere no lo contenga, solo se hará aún más dañó.

El pecho se le apretó por completo a Seijun, quien le temblaba las manos y cada extremidad. No sé contuvo, cayó sobre sus rodillas delante de Daishinkan, quien al verla en el suelo, se arrodilló a su lado.

Seijun rompía en un verdadero llanto, aquel que mantenía guardado y acumulado por cada vez que algo la afligía. El cabello le cubrió el rostro, como si se hubiera puesto de acuerdo en ocultar su dolor y pena, entre sus oscuros mechones espesos.  Las manos las llevo a su rostro, para contener las lágrimas que corrían sin fin de sus ojos pasando por sus mejillas, Daishinkan le quitó las manos de el rostro y de nuevo como la última vez, la ayudó a levantarse. Esta vez sabía que hacer, la apretó fuerte contra su pecho, poniéndole la mano en la cabeza y el otro brazo le rodeaba por la espalda baja, no fue un abrazo que le dañará a ella, pues sabía cuánta fuerza era la debida para su cuerpo. Ella se abrazo con todas sus fuerzas más profundas, soltando sollozos y lamentos en su hombro. Ella mantenía el rostro debajo del cuello de él, soltando y liberando todas y cada una de las lágrimas que debía soltar para ser libre ella también. Todas y cada una, las recibió él sin objeción alguna, él mantenía los ojos cerrados, llevándose la sorpresa de que a través de ella él también podía sentir su dolor pero no como tal. 

Después de un largo rato en el que esa joven desahogó sus penas en su hombro, Seijun soltó un largo y profundo suspiro, casi podía Daishinkan escuchar como ese suspiro era todo el peso de sus penas de su ser, dejándola mucho más tranquila. Ya no la escuchaba, ella ya no lloraba, solo la tenía abrazada a él y nada más. Podía decirle algo, pero no sé atrevía a hacerlo, hasta que por fin tuvo el valor de hacerlo.

- Usted no está sola - dijo lo más profundo de su sentimiento negado, pero limitándose a no delatarse pues quería mantenerse ocultó hasta irse de él.

Seijun abrió los ojos al escuchar esa frase, pero aún seguía aferrada a él.

- Miremé....... - le pidió Daishinkan . Seijun con gran timidez y esfuerzo, despegó su rostro de él, y alzó su mirada hacia la de él. Él la miraba sereno y serio, pero con un poco de condescendencia hacia ella - No se preocupe por nada, por favor - le pidió muy amablemente, aquel tono invitaba a Seijun a buscar calma y cobijo entre esas palabras y ese dulce tono de voz.

Lo que Seijun hizo después dejo totalmente desconcertado a Daishinkan, incluso lo llevo al borde de la confusión total.

Seijun después de oír aquella frase, se dejó llevar por un pequeño deseo que se movía en ella hace ya unos días. Se atrevió a pegar sus labios con los de él, sellado el momento con un beso. Un beso simple y sencillo, que daba sus aires de ternura a quien hubiera presenciado tal acto. Sus labios se sentían tan suaves, aquellos labios tan afortunados de ser puerta de aquella voz que le movía el alma. El tiempo parecía haberse detenido por ese instante, el corazón parecía querer escapar de su pecho, pues dió un salto brusco al contacto de los labios de Daishinkan.  Daishinkan quedó atónito al sentir eso, se llevó una gran sorpresa, sabía la mayoría de los mortales se demostraban el afecto mutuo de esa manera, a eso le llamaban beso. Ese tal beso, se sentía extraño, el contacto de su boca con la suya era una sensación totalmente única.  Lo que le aterró de eso fue que se regocijó de ese acto, cada gramo, cada parte de su cuerpo se amparo de ese beso, sentía que era aliviado de aquella opresión en el pecho que al principio él también sintió, sentía que el alma se tambaleaba de solo sentir el contacto de sus labios con los suyos. Eran pequeños pero lo suficientemente poderosos para dejarlo a él en completo regocijo espiritual, eran dulces, aquellos labios que solo expresaban tristeza y llanto, tanta fue la sal que sus ojos derramaban, que dejaron a los labios con la mejor parte, la dulzura completa.

No lo iba a negar, se asustó, se espantó de lo que sintió allí en ese acto. Ese beso duro por lo menos un 1 minuto, el cuál le pareció eterno, fue lo suficiente como para darse cuenta de que quería apartar esos sentimientos ya, no quería que ellos llegarán más lejos que él, se estaban apoderado de la razón, y él obra con la lógica, pero el corazón reclamaba su puesto en él, y decía ¡Atrás! Aceptalo, Eres débil, ¡Eres Débil de Corazón! 

Ese era su mayor miedo, dejar que el corazón tomara el mando de su ser, y no dejarlo tener lógica de sus acciones.

Seijun se separó de él, y de inmediato pidió disculpas por su atrevimiento. Estaba roja, su sangre subió a sus mejillas dandole ese tono tal rojo he incapaz de ser ocultado. Daishinkan la miro desconcertado, y la soltó de ese abrazo en el cuál llevaba ya mucho rato.

- No se Disculpe, no es nada - solo eso dijo, mejor dicho solo eso lo dejo decir aquel desconcierto.

- ¿No le molesta? - le pregunto ella tratando de alivianar aquel suceso.

- Daishinkan dejo escapar un suspiro y dijo - Dejémoslo así.

- Seijun dejo también salir un suspiro y dijo resignada de aquel atrevimiento - Está bien.

- Será mejor que la lleve a su hogar - dijo Daishinkan para luego hacer aparecer el espiral de luz y color detrás de él. Le acerco de nuevo la mano al hombro y de allí se fueron.

La dejo en aquel planeta de anfibios en él cuál estuvo viviendo, él ya estaba por irse y la soledad volvería a atacarla sin piedad, pues se enfrentaría por completo a una casa vacía por primera vez.

- Fue un gusto verla de nuevo - dijo Daishinkan.

- ¿En serio? - le pregunto ella - discúlpeme por lo que hice.

- Ya le dije que no hay de que preocuparse. Y si me disculpa, me tengo que ir - dijo para darse la vuelta y disponerse a irse.

- Gracias - fue lo último que Seijun le dijo antes de que él se fuera.

- No hay de que - dijo él de espaldas a ella para después desaparecer.

Seijun se volteo, ahora debía enfrentar la soledad que rondaba cada facción de su vida y lo haría con toda su valentía y por ellos, por aquellos quienes decidieron compartir sus vidas con ella, sin esperar nada a cambio.  Lo que ella no sabía era que aún quedaba odisea para rato. 



Continuara....................

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora