Amoldarse a la nueva casa, en ese planeta totalmente desconocido para ella, no fue fácil, pero tampoco imposible. La casa la sentía grande para ocuparía sola. Anhelaba que ese algún día en que tuviera a su bebé de nuevo, fuera pronto, para llenar el vacío y el silencio que abundaba en la casa.
Las paredes se burlaban de ella con su inmensidad y blancura, mostrándole lo inmenso, pero vacío que puede ser una vida.
-Es tan grande -se quedó mirando fijamente la pared - Pero está en blanco, sin ningún color.
Sonrió al recordar aquel momento lejano.
-Siempre me pregunté qué querías decir con eso -la voz de él a su espalda la hizo sonreír. Volteó y él le sonrió.
-Creo que te dije que debías resolverlo tu.
-¿Sabes? Hasta la fecha actual, no he resuelto nada -rió y se encogió de hombros.
-Si mal no recuerdo, tenía un significado indefinido -se llevó la mano al mentón imitando ese gesto que Daishinkan hacia. Seijun lo hacía de manera juguetona en su tono de voz- Si, la pared es inmensa, tiene un gran tamaño, casi como una barrera o fortaleza, pero, está en blanco. Es blanca, Dai. No tiene color, no tiene mancha. Talvez se conoce más de lo que puede aparentar, conoce cada centímetro y cada metro de su largo y ancho, pero tiene algo en particular. Un grito. Pide a gritos que alguien venga con un pincel a darle color, a trazar líneas, a salpicar manchas, puede solo, pero prefiere que otra lo haga por él.
-Creo que ya no hablamos de las paredes de esta casa o el templo -murmuró.
-Yo soy una humilde casa, tu un inmenso templo. En mí puede entrar el que venga con intenciones buenas, hasta es bienvenido quien custodia el templo, pero debe conformarse con lo humilde que pueden guardar sus dañadas paredes -le dijo llevando sus manos a detrás de su espalda, pero a diferencia de él, ella lo hacía en un porte más delicado y femenino.
-Es que la casa es tan humilde que hace venir al templo para contemplar su interior. No está dañada la casa, solo necesitaba un habitante que tratara bien cada habitación y rincón -le dijo llevando su mano a la mejilla de ella, mientras le sonreía.
-Creo que esta conversación se ha vuelto un poco confusa, ¿No crees? Tanto hablar de templos y casas me hace querer salir de aquí -rió, a la vez que disfrutaba el toque ligeramente frío de la mano de Daishinkan.
-Concedido -soltó un chasquido y el ambiente cambio. Ya no estaban en el interior de la casa.
Era un planeta un tanto peculiar, el lugar en donde estaban era un hermoso campo, verde por doquier, flores a lo lejos moviéndose al compás del Valls que tocaba el viento en su silencio que solo comunicaba las notas a las flores. En medio de un lago, había una pequeña isla, y en medio de esta, un gran, pero inmenso árbol de tronco ancho, de cuál el follaje caía en forma de lágrimas, se mecía con el viento y dejaba caer sus hojas como si danzaran en cámara lenta en lugar de caer.
En ese sitio debajo del gran árbol, se encontraban ellos.
Daishinkan se tumbó sobre el verde césped, boca a arriba, parecía querer que ella hiciera lo mismo a su lado, pues extendió su brazo fuera de su cuerpo, para indicarle que en su pecho había espacio y la estaba esperando. Seijun le siguió la corriente y lo hizo, se sentó para luego reposar su cabeza en el pecho de Daishinkan.
Momentos así de pacíficos amaba en la compañía de él. Poca compañía había tenido últimamente, se había acostumbrado mucho a su bebé y a la continúa presencia de Daishinkan en la otra casa. Si, él la visitaba y muy seguido, pero la atacaba más su ausencia mientras la de su bebé también estuviera vigente. Whis llevaba a Vesper con su madre en cuanto podía, ella entendía que el laburo de un angel era grande, por lo que poco tiempo tenían para otras cosas que no fueran sus señores o sus universos.
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Débil Corazón
FanfictionUna chica humilde pero de puro corazón, en un planeta lleno de vicios y lujuria. Donde menos sé lo esperaba allí la encontró Daishinkan, un pequeño trato lo llevará a descubrir que los mortales no son como el pensaba. Amor, él no comprendía el signi...