Alternativo -5: Los protegeré.

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-Seria lo más adecuado -aceptó a explicar. La mirada de Daishinkan era sumisa, sabía que debía decirle mucho de lo que ocultaba.

Se lo confirmó, desde que Seijun tenía alrededor de tres o cuatro meses de embarazo, comenzó a estar en peligro. Al estar gestando en una mortal, parte de su energía quedaba en evidencia a algunos mortales con capacidades especiales como para sentirlo. En alguna parte había un ángel pequeño, uno fuera de su mundo. Pocos conocían lo que eran capaces esos seres, pero los que sí, sabían que eran una raza sumamente poderosa, superior y por ende a ser ángel, una divinidad. Ese poder en manos de quién sepa implementarlo, podía conquistar el universo entero si quería, hasta enfrentarse al mismísimo Bills y vencerlo.

Pero todo no era tan simple, habían sus consecuencias. Si alguien robara al pequeño ángel, y lo criaba para beneficio de cualquier lado de la balanza, lo desequilibraría y terminaría mal para él. Su propia autodestrucción.

Seijun pensaba que Daishinkan solo había acabado con dos, pero pronto descubrió que era una cifra más elevada a esa. ¿Durante cuanto tiempo sería así? Él le explicó que por ser tan pequeño, no tenía la defensa de dejar su Ki bajo radar de los mortales. No es que todos los angeles fueran así, sino que ese en especial, fué creado de una manera diferente, por ende diferente en desarrollo. Solo en eso difería con sus hermanos.

-Entiendo -le dijo Seijun acercando sus labios a la frente del bebé para besarlo- Todo el que está cerca de mí, le espera algo malo. ¿Que pensaba en creer que eso había cambiado?

Se hablaba a si misma. Daishinkan notó como al volver a su postura, limpió una lágrima con el dorso de su mano. Él subió su mano y la llevó al mentón de Seijun para limpiar otra que venía bajando como gota de lluvia en ventana. Dejó su mano allí y le hizo una caricia levantando su rostro para que lo mirara.

-No he dicho que no existe solución al dilema. Todo lo contrario, hay maneras mediante las cuales se puede evitar -le dijo mirándola a los ojos- A ambos los protegeré. Hasta cuándo no esté, lo haré. 

Seijun dejó salir las lágrimas como si acabarán de abrir la llave de su melancólica prisión, dónde las refugiaba hace mucho. No pudo evitar no llorar, simplemente salieron de sus ojos como lluvia corriendo por el cristal de una ventana. Hace tiempo no la veía llorar, incluso antes de ser una especie de pareja para ella. Seijun se fue a él en un abrazo, escondiendo su cara en su cuello. Daishinkan descubrió que eso le gustaba, esconderse en él. Talvez eso le daba alivio, o se sentía segura en su amparo.

-Te está observando -comentó Daishinkan haciendo que ella parara de inmediato de sollozar- Parece que no le agrada presenciar tu llanto -le dijo refiriéndose al bebé. Seijun bajó la mirada y en efecto, Vesper la miraba. No, él no sabía lo que era llanto ni estar triste, pero no pudo evitar no mirarla al escuchar sus sollozos. 

La noche siguiente, mientras desde la puerta de la habitación, parado con las manos tras la espalda y una sonrisa de satisfacción con matices de ternura, veía a Seijun sentada al borde de la cama mudando de ropa a su bebé. Le decía palabras dulces, cariñosas y de afecto. Nunca la había oído hablarle así a alguien, era un poco tímida y reservada en ese aspecto. No por eso sonreía, sino que los verdaderos motivos de ciertas cosas, visitaron sus pensamientos para hacerlo ver cómo logró eso que quería, eso que deseaba secretamente.

Entender lo que significaba el amor por medio de Seijun, lo hizo entender otro que perdió, más bien, uno al que se cerró. Si lo sentía, pero no lo mostraba, no era natural en su especie demostrarlo entre sí. El amor de padre. A todos sus hijos les guardaba un amor diferente, porque cada uno era diferente, pero todos eran igual de grandes.

Daishinkan le ocultaba un pequeño secreto a Seijun, pero no tenía absolutamente nada de malo. Amor por amor. Así se le podía ver. No, Daishinkan no tenía la capacidad de reproducirse como los mortales, así que Vesper no fue un fruto inesperado. Él le contó que así fué, ella lo creyó porque así era la reproducción mortal y no conocía otra.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora