Dieciséis

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¿Que le había dicho? Ella se lo confirmó con sus propias palabras, ella sentía lo mismo que él, pero lo rechazó por qué creía que él no. ¿Debió decirle? ¿Será que si le hubiera dicho cambiaría en algo? Era muy tarde ya para pensar en lo que no hizo pero pudo hacer sin ningún inconveniente. Lo que ella le dijo revolvió algo dentro de su ser "Yo estoy enamorada de usted" esa frase resonó en cada esquina, rincón y callejón de su ser, pero otra frase también se hizo presente "Yo no lo necesito a usted" le dolió, debía admitirlo, pero fue gracias a lo que no dijo él, que esa frase quedó pegada y haciéndose sentir en la combersacion. Había un problema ahora, Seijun estaba desprotegida y si algo le pasaba no iba a poder saberlo.

No, él no se dejó llevar por lo que ella le dijo para que se alejará, pues bien sabía que era su miedo y el desconcierto dentro de ella, el que hablaba. Se lo dijo muy bien y era cierto, ella no estaba sola, lo tenía a él para lo que necesitara, y con su sola compañía también llenaría el vacío dentro de él, mismo que ella dejó.

Era cierto, no tenía motivos por los cuales luchar por libertad, ya no estaba Okami, tampoco estaba su tía, no le quedaba la esperanza de volver a ver a Daishinkan, pues lo mando al "Valle". No sé arrepentía de haberlo hecho, pues él no sentía algo por ella, en cambio solo lastima movía en él, una lastima que lo hacía querer apiadarse de ella, pero no se iba a dejar de eso, podía dejarse hacer y decir cualquier cosa, pero que sintieran lastima era mucho. Ella era otra a la que se le llama "Débil de Corazón" pues solo luchaba cuando tenía una motivación para seguir, cuando tenía a Okami y a su tía, pero ahora no había nada, nada que la volviera débil de corazón para luchar por una esperanza, se podía decir que Daishinkan era una debilidad, pero era una vacía y sin sentido. 

No sé opuso cuando Zafar se la llevó, no se opuso cuando la encerró en una habitación y no se iba a oponer a lo que viniera después. Se mantenía acurrucada en esa amplia cama, abrasando sus piernas y el cabello cubriéndole la cara. De pronto se abrió la puerta y la luz entro para segarla, esa habitación estaba oscura, así que cuando esa puerta se abrió, sus ojos se cerraron. Al abrirlos, la silueta de Zafar estaba allí enmarcada en una sombra en el centro del marco de la puerta. Entro con una sonrisa indescifrable y se sentó junto a ella, quien solo miraba a la nada. Le acarició el cabello y lo despejó de su cara, el corazón le saltó a Seijun en un pequeño pánico, por qué a pesar de que no se iba a oponer, no significaba que no le diera miedo y asco ese sujeto.

- Mírame - le pidió Zafar en un tono seductor - no lo haces para nada divertido ¿Que sentido tiene hacerlo con alguien que está vacía? - le pregunto irónicamente a Seijun quien parecía no estar escuchando, pues no reaccionaba.

Eso solo hacia enojar a Zafar, quien la tomo por las mejillas para voltear su rostro hacia él.

- ¡Di algo! Di que quieres, o di que me deseas, al menos, grita, reacciona, habla, llora, cualquier cosa, ¡Pero solo has algo! - le suplicaba, pero está no reaccionó ante ninguna palabra de este.

Zafar respiró hondo sin soltar las mejillas de esta, se aproximó a ella y empezó a besar su cuello en busca de alguna reacción, pero nada. El aliento de ese hombre olía a licor, olor que aturdió a Seijun, pero no sé inmutó físicamente. Era como estar besando a una muerta, pues ella no se movía ni hablaba, solo lo hacia enojar. Se levantó y busco una botella de licor de una mesa que allí había, se sirvió medio vaso y bruscamente se tomó un trago. Se paró a un lado de la cama mirando a Seijun y de nuevo se sentó a su lado.

- Tu sabes cómo provocarme - decía apuntando a Seijun con la mano en qué tenía el vaso. La otra mano se abría camino en su cuerpo, la metió debajo de la blusa de Seijun. Se detuvo entre el límite que daba a sus pechos, no se atrevió a cruzar de allí, pues solo quería está reaccionará. Se enojo aún más, bebió otro trago bruscamente para luego arrojar el vaso con ardua irá contra la pared.

- ¡Carajo Seijun! ¡¿No piensas hacer nada?! - le gritó, pero nada. Estaba ebrio y eso lo hacía actuar de una forma más agresiva de lo usual. Se llevó la mano a la cabeza y hecho su cabello hacia atrás despeinadose, para luego llevar esa mano hacia su boca y pasársela para limpiarse. Se dirigió hacía la puerta y después de girar el picaportes de la puerta, volteo a verla - Después nos vemos, Espero ya no estés así para cuando eso pase - dijo para luego salir dejándola de nuevo en su soledad y oscuridad.

Seijun se sentó cuando ya Zafar la había dejado sola, se levantó y fue al baño que la habitación tenía. Se metió a la ducha con la ropa puesta y allí debajo de el agua que dejaba escapar aquella regadera abierta, se quedó un rato. Le daba asco el aliento a licor de ese hombre, pero ya ni le importaba, estaba totalmente mojada de pies a cabeza, cuando escucho pisadas en la habitación.

- No está aquí - escucho una voz femenina.

- De seguro está en el baño - dijo otra voz femenina.

Seijun se arrinconó a la esquina de la ducha y se abrazo así misma y poco a poco se dejó caer sentada en ese rincón. La puerta del baño se abrió, la cortina fue sorpresiva y rápidamente abierta, encontrándose así con un par de mujeres que la miraban con una sonrisa.

- Levántate - le pidió una ofreciéndole la mano, pero Seijun solo la miro desconcertada.

- No nos tengas miedo, no te vamos a hacer daño. Pero él si, si no lo complaces - dijo la otra.

Ambas vestían muy provocadoras y mostraban mucha piel, Seijun no tardó en entender que esas eran "prepagos" eran unas de las muchas mujeres que trabajaban vendiendo su cuerpo en el prostíbulo que Zafar tenía en el primer piso, pues dónde estaba ahora era un edificio perteneciente a este. Además eran de distintas razas, una era de una raza similar a un jaguar humanoide y la otra era más humana, era de piel blanca como papel y cabello rojo, con franjas de este color en sus brazos y cara.

¿Que querían? ¿No podía nadie dejarla en paz? Las miro con desconcierto y ellas sonrientes la levantaron del piso y le pusieron una toalla en los hombros para secarla. Al salir del baño, sobre la cama habían varias cajas, una de las cuales tenis ropa para ella, sobre la caja había una nota la cual era de Zafar, diciendo que era lo mejor que consiguió y que de seguro se vería muy bien en ella, seguido de frases vulgares para sus oídos. 

- Él te los mando - Dijo la de cabellos rojos.

- Eres afortunada, todas quisiéramos ser la mujer principal de Zafar, pero debemos conformarnos con ser la diversión secundaria - dijo la otra con un tono que se inclinaban más a la envidia.

- Déjala - dijo la otra- después de todo, ella es inexperta - dijo en el oído de la otra en un tono burlón - de todos modos él volverá a nosotras cuando ella no sacie sus deseos y vendrá por mujeres de verdad.

- A pesar de que susurraban, Seijun las escuchó - No quiero usar ésto, no lo voy a usar - dijo para luego pedirle con una seña sutil con su mano, que se retiraran de la habitación.

- Como quieras, quédate con la ropa mojada - dijo la pelirroja para luego salir ambas de allí.

Se quedó viendo esas cajas con distintos tipos de joyas y ropas de marca para ella, no quería para nada usar algo que viniera de ese tipo, pero no tenía opción, estaba temblando del frío y debía cambiarse. Se puso lo más decente que allí encontró, un vestido rojo pegado a la piel, que le llegaba a los muslos. Se miro rn el espejo y no pudo evitar recordar cuando estuvo en el palacio Zen y se puso aquel vestido color Verde agua que Daishinkan le dió.

Daishinkan, llevo rato que él no visitaba su mente, suspiro ante ese pequeño sueño e ilusión, y sonrió. Sonrió buscando de nuevo el motivo de por qué lo amaba, lo recordó, él puede ser que correspondiera a ese sentimiento, pues recordó un momento en el que él mismo se delato. Sonrió al descubrir eso, y se animó de nuevo, sin embargo ya no tenía el botón, y lo había apartado de ella. Estaba perdida, está vez no tenía escapatoria, la puerta se abrió de nuevo, entrando de nuevo aquella silueta del mismo hombre, quien portaba una sonrisa aterradora para los ojos de Seijun. Trabó la puerta y se dió la vuelta para verla de nuevo.

- Veo que ya reaccionas, querida - dijo poniendo sobre la mesa el vaso que traía en su mano. 

Seijun retrocedió al ver a ese hombre allí acercándose hacia ella, y el verdadero pavor la invadió.

- Te ves muy tentadora en rojo - dijo para acorralarla y tomarla de las muñecas para acercarla a él - ¿Por dónde empezamos? - dijo para luego pegarla contra la pared y ponerle las manos sobre la cabeza y comenzar a besarle el cuello bruscamente.



Continuará...

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora