Alternativo -3: Se parece a tí.

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Cuando esa contracción pasó, se puso de pie y fue de inmediato a su habitación, cerró la puerta y ventanas y bajó las cortinas para no ser vista. Al menos Dai sabía de su estado, con eso debió suponer que era lo que le pasaba.

En el templo de Zen Oh Sama, Daishinkan se encontraba pensando en un nuevo entretenimiento para los reyes del todo. Ya le habían pedido varios juegos, cada vez pedían otro al ya parecerles aburrido el anterior. Quería irse, en su mente estaba Seijun, cuando sintió el aviso. ¡No podía estar pasando! Cuando menos quería estar lejos, ella entró en labor de parto. Bien disimulada tenía la urgencia de irse, se llevó la mano al mentón para pensar en algo y tras llegar una idea a su cabeza. Un nuevo juego se le ocurrió, uno que los mantendría ocupados por días. Soltó un chasquido con sus dedos, haciendo aparecer dicho juego.

-Si no solicitan algo más, si me disculpan, debo retirarme -hizo una reverencia y desapareció. Estaban tan entretenidos que hasta pareció ser que ni lo escucharon.

Se dirigía a su cama, quería sentarse, cuando al estar un par de pasos ante ella, de nuevo las contracciones la atacaron inclementes. A penas y se apoyó del borde de la cama, apretando con fuerzas la sábanas entre sus manos. De pronto de nuevo ese ruido que hace varios meses oyó. El ruido de una caída aparatosa, luego una mano rodeando su cintura por detrás, ayudándola a sentarse.

-Dai... -le dijo al verlo parado en frente suyo.

-Creo que llegué en buen momento -le sonrió y ella correspondió con lo mismo. A ese punto la contracción había pasado.

-Creo que ya...

-Si, va a nacer -la interrumpió.

Tenía las manos tras la espalda sacó una y la llevó a la panza de Seijun. Esta de inmediato fue rodeada de un brillo azul que subió sobre ellos como humo místico. Poco a poco, el vientre de la muchacha volvió a su tamaño original y la luz se junto el el aire hasta formar una especie de esfera de ese color, que pareció apretarse para luego desintegrar su superficie, dejando ver algo pequeño envuelto en una manta blanca. Un llanto muy agudo se escuchó de inmediato. Ella vió eso con ojos de fascinación, nunca había visto algo así, y eso que llevaba al rededor de un año de conocer a Daishinkan.

Descendió lentamente hasta los brazos de Daishinkan, quien al tenerlo allí, sus ojos se llenaron de ternura. Miraba a su hijo con candor que se notaba le brotaba del interior. Seguía llorando, lloraba con toda las fuerzas de sus pulmones. Él le descubrió un poco la carita y pasó su dedo por la nariz del pequeño ángel.

-Ya. No fué para tanto. ¿Quieres conocer a quien te llevó en el vientre? -le habló en voz baja y acorde a la ternura de su mirada. No obtuvo el resultado que esperaba, ese pequeño no dejó de llorar.

Le hizo un gesto a Seijun, indicándole que lo cargara. Ella solo lo miraba entre los brazos de Daishinkan un poco desconcertada. Temerosa acercó sus manos lentamente hacia esa cosita que lloraba sin parar.

-Yo ya he sido padre varias veces y lo sigo siendo. Cada vez es como la primera, pero para tí, es la verdadera primera vez. Felicidades, Querida, eres madre -le dijo entregándolo a sus brazos.

Se sentía frágil, pequeño y ligero. Le daba miedo tenerlo entre sus brazos, parecía que lo iba a romper, o que su llanto en cualquier momento iban a ser porque le hizo daño sin querer. Con cuidado bajó un poco la manta para poder verlo. Era idéntico a él, a Daishinkan. Su piel celeste, sus cabellos albinos. El pequeño al darse cuenta de quién lo cargaba, dejó de llorar. Escuchar el corazón de Seijun, lo hizo entender que esa mujer era quien lo llevó, pues ese latido era el que escuchaba allí dentro. Fue como paz, se acurrucó entre sus brazos y pecho, y abrió los ojos, mostrándole a su madre que también los tenía del color de su padre.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora