Diecinueve

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Daishinkan acepto con gusto la petición de Seijun, claro no fue cumplida esa noche, pues ella se lo pidió para el día siguiente. Ella lo espero esa mañana con arduas ansias de verlo de nuevo, la noche se la paso pensando en él, podría decirse que casi ni descanzo gracias a qué aquel ángel visito sus pensamientos toda la noche. Se paseaba de aquí para acá en un mismo trayecto con las manos tras la espalda como lo hacía él, claro ella lo hacía en acto inconsciente. Traía un vestido color celeste hasta las rodillas y sin mucho detalle, le quedaba a la perfección, pues era como ella, sencillo. Era la primera vez que sabía él iba a estar, pues él siempre se aparecía de la nada, talvez ella se había vuelto impaciente en ese momento, pero la verdad es que era como cualquier mujer enamorada, siempre impaciente de ver a su amado.

- Buen día - escucho detrás de sí. Esa voz la hizo sonreír de inmediato, volteo y se abrazo a él en modo de saludo - veo que mi presencia fue muy esperada - comento con una sonrisa tierna.

- Si, lo suficiente como para desesperarme - dijo depositando un beso en su mejilla izquierda. 

Daishinkan soltó una carcajada hacia esa respuesta, pero no de burla, sino de gustó o más bien de dicha. Le comenzaba a tomar cada vez más gusto a esos actos de amor llamados besos, era una sensación extraña pero única, que lo hacía sentir muy bien, lo reconfortaba y lo alegraban automáticamente.

Daishinkan llevo a Seijun hacia el planeta donde ella dejó a Okami, ella le había prometido ir a verlo, pensaba cumplirle el deseo de volver a verla. Al llegar al planeta, Seijun lo encontró afuera de su casa, estaba jugando sentado en el suelo, haciendo quien sabe que juego que se inventaba siempre para entretenerse. Okami no se dió cuenta cuando Seijun llegó, ella se acercó a él por la espalda, y le tapo los ojos con sus manos, se posicionó delante de él aún con las manos sobre sus ojos.

- ¿Mami? - pregunto Okami en un tono dudoso he infantil.

- No... - corrigió ella, en voz cálida y feliz. Ese tono de voz lo reconoció Okami de inmediato y comenzó a menear su cola levantando un poco de polvo tras él

Seijun quitó lentamente las manos de los ojos de Okami, y este la vio y se tiró a sus brazos tirandola sobre su espalda con él sobre su pecho.

- ¡¡¡Seijun!!! - exclamó con gran elegiría - si viniste, como lo prometiste.

- Pues claro, nunca te he fallado - dijo sentandose con el niño en brazos.

Ese día lo paso a su lado, jugando con él. Okami le contaba sus historias de niños, aquellas de las cuales enternecen con sus anécdotas y detalles hilarantes y fantásticos, dignos de una imaginación de niño. Daishinkan solo la esperó desde la distancia, custodiando y esperando que está quisiera irse. No le importaba esperar, pues eso era nada a comparación de su vida, ver a Seijun feliz, le contagiaba esa felicidad a él también, durante todo ese día sonrió viendo como ella lo hacía también. Caía la noche en ese planeta, y Seijun decidió irse, fue donde sabía estaba Daishinkan, y volvieron al planeta donde ella vivía.

Pasaron unos pocos días en los cuales Daishinkan no había ido a ver a la mujer a la cual  él amaba, tenía mucha ocupación en el templo Zen, con asuntos los cuales eran de suma importancia para su laburo. Cierto día, algo en él fue diferente, algo nuevo, una foto sentimiento que se aferró a él en conjunto con el que ya le guardaba a Seijun.

Seijun y él, estaban recostados sobre la hierba, ella como siempre sobre su pecho. Y Seijun se atrevió a hacer algo que sabía a él le molestaba. Se atrevió a revolver esos cabellos blancos y despeinar ese pulcro peinado, Daishinkan le quitaba la mano y está solo se reía de su peculiar queja que tenía su gracia para Seijun.

- Detente Seijun - le suplico en un tono amable, mientras se volvía a peinar los cabellos con los dedos hacia atrás de nuevo.

- ¿No te gusta? - dijo jugando con él.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora