¿Aceptar? ¿Aceptar así nada más? No lo conocía ni siquiera sabía para que exactamente la querían los reyes del todo. ¿Que pasaría con su familia? Ella era el único sustento de esa anciana y ese niño, ¿se morirían de hambre? ¿Los dañarían en su ausencia? No lo sabía y no quería averiguarlo. Esa pobre y trabajadora muchacha mantenía a esa pequeña y extraña familia con el sudor de su frente. Trabajando en las casas de personas adineradas, limpiando pisos y cocinando, no le molestaba, pero esas personas se sentían en el derecho de tratarla como esclava. Solo recibía miserias de parte de sus jefes, en ocasiones le daban las sobras de los alimentos a la joven como si de un perro callejero se tratara o de un mendigo a quien se le entrega limosna por misericordia. A pesar de su desdicha ella no se dejaba caer ni se rendía. En ocasiones la habían intentado secuestrar para venderla en los prostíbulos como a cualquier mujer o como la más cara por ser pura, para su suerte ella siempre se las arreglo para fugarse de sus secuestradores a patadas, mordidas y rasguños como animal salvaje que quiere ser libre de el cautiverio al que se le quiere someter.
-No... no puedo - dijo la joven mirando al niño que tenía a un costado sentado.
Daishinkan miro al niño de reojo con quién sabe que pensamientos, le sonrió a Seijun y dijo.
-Su labor será recompensada. No tiene porqué preocuparse.
Seijun meditó por un momento aquella oferta que Daishinkan le había dado, dió un pesado suspiro, agachó la cabeza y le dió respuesta.
-Aún así... no puedo irme de aquí.
Daishinkan llevó su mano derecha al mentón, meditaba una solución a ese problema. No quería recurrir a las malas así que pensó en una opción mejor para convencer a la joven.
-Tendrá lo suficiente para vivir bien el resto de su vida.
¿Hasta donde había llegado? ¿El gran sacerdote le estaba tratando de convencer a una simple mortal? Ni él se lo creía, pero eran las órdenes de Zen oh Sama, debía, mejor dicho tenía que obedecer, pero... ¿Por qué no lo hizo a la fuerza? Quien sabe, talvez tenía las esperanzas de que ella misma aceptará sin recurrir a esos métodos tan crueles para una inocente mortal. Aunque no le importaba si debía llegar a ese punto, no le tenía estima como para tener clemencia, y si se negaba por las buenas y también por las malas el destino sería inevitable. Destrucción, sin piedad ni remordimientos, una destrucción vil y cruel a ojos mortales, pero a ojos celestiales y divinos sería como pisar una hormiga al caminar, ni remordimientos algunos pues estaban en el camino bajo sus pies que se dirigían a su objetivo. Si no les habrían el paso hacia donde querían, las consecuencias eran duras y escasas de compasión.
Seijun se quedó estupefacta ¿Quien daría tanto solo por un simple favor? Pero no le cuadraba que ese favor no llegara a sus oídos aún. ¿Talvez se equivocaba y no era "simple"? Ella no decía ni siquiera una palabra, se le notaba en la mirada lo desconcertada que estaba. Hasta que su silencio suspensivo fue interrumpido por el pequeño niño lobo.
-Tienes que ir ¿O prefieres los tratos de... - las palabras del niño fueron silenciadas, gracias a qué la muchacha le puso la mano en la boca para que no dijera lo que pretendía.
-No los puedo dejar solos, por tu sabes quién. No puedo - aclaró Seijun al niño mientras le quitaba la mano de la boca y la llevaba en forma de caricia hacia el mentón del niño.
Daishinkan no le prestaba atención a los problemas de esa joven, en realidad quería irse y lo antes posible, le era indiferente. Los problemas de mortales son de mortales, no iba a meter las manos en ese saco para seguir tratando de convencer a Seijun. Ya estaba callendo en cuenta de que sería a las malas pero hubo una buena reacción de parte de la joven el cuál no lo hizo proceder de tal manera.
-¿Cuánto tiempo estaría lejos de aquí? - preguntó volteando hacia Daishinkan, quien estaba parado delante de ella con las manos tras la espalda con un temple serio y que a cualquier dios le daría el peor de sus temores el simple hecho de presenciar. Ese temple que daba sus aires de poder le decían a Seijun que no se podía negar, caía en cuenta de que si o si haría su voluntad a lo que diera lugar. Ese ángel se lo decía todo con su firme y poderosa postura de superioridad, aunque esa superioridad le parecía fría e indiferente a simple vista.
Daishinkan guardo silencio un momento con una sonrisa, aquella que lo caracteriza.
-Muy poco la verdad. Nadie sentirá su ausencia por mucho tiempo.
La muchacha le indicó que lo siguiera y lo llevó hasta la sala dónde se encontraba la anciana tejiendo. Esa señora tenía apariencia humana, era algo alta, aunque no se lograba presenciar bien, gracias a qué estaba sentada, sus cabellos ya lucían plateados gracias a los años de vida que ya había tenido la dicha de vivir, años y años de sabiduría y un gran instinto maternal que la hacía Santo de la devoción de muchos de los cuales la conocían.
-Nana...- Seijun la llamó - Iré a trabajar durante unos días, volveré pronto. No te preocupes - anunció su partida a la anciana, ella estaba acostumbrada a que la muchacha se fuera a trabajar durante días. La mujer al escuchar eso levantó una ceja y una media sonrisa adorno su rostro en señal de gusto al ver a Daishinkan parado detrás de la joven. No le dijo nada más que un hasta pronto y cuídate, sin más sentimentalismo ni ceremonia.
Daishinkan la esperaba cerca de la puerta, mientras Seijun se fue a despedir del pequeño niño que aún seguía en la cocina, al entrar se llevó la sorpresa de que estaba llena de alimentos, el cuál el niño no desaprovechó la oportunidad y comía como si fuera la última gota de agua que quedaba en todo el desierto. La joven pregunto al pequeño la procedencia de los alimentos, y él solo le indicó que fue ese hombre que estaba en casa.
La Seijun le acarició los cabellos al niño y le dió un beso en la frente para luego irse de allí. Intentaba no pensar en que los dejaría solos, puesto que eso solo alimentaba sus miedos los cuales no eran propios y sanos estarlos sufriendo sin causa probable.
Se dirigió dónde Daishinkan, fueron a afuera de la casa, él le colocó su mano derecha en el hombro a Seijun, haciendo que se apartara al toque.
-No se preocupe, no es nada, es solo la manera de irnos - explicó Daishinkan.
La joven se volvió a acercar a Daishinkan, él volvió a poner la mano sobre su hombro y en un espiral de luz y color desaparecieron de ese planeta.
Luz segadora era los único que veía Seijun, al llegar no veía casi nada, en cambio se frotó el ojo izquierdo con el dorso de la mano buscando aclarar su vista. Al ver claramente, lo primero que presenció fue un enorme templo flotante, para luego ver asombrada como doce columnas de apariencia muy parecida a unas piedras sostenían esferas de distintos colores.
-Bienvenida, este es el templo de los Zen oh Sama - anunció Daishinkan al quitar su mano del hombro de Seijun- Sígame, le mostraré dónde se quedará usted.
Daishinkan la llevó por aquellos pasillos de columnas flotantes, la joven chica veía eso como si fuera lo más asombroso que hubiera presenciado, y lo era. Nunca había visto tales cosas tan asombrosas para sus ojos. En un punto Daishinkan detuvo su avance y en un destello instantáneo aparecieron delante de una habitación de puertas de madera oscura. Al estar delante de ellas se abrieron y él con una señal con su mano le indicó que ingresara.
La mujer estaba temerosa de ese lugar tan extraño a sus ojos, al entrar se encontró con una habitación muy espaciosa lo que pensó que era mucho lujo para ella. Tenía una cama enorme en la cual fácilmente cabía cinco personas, poseía sábanas blancas, almohadas esponjosas que parecían nubes blancas, unas enormes ventanas de dónde entraba brisa sutil y suave que tocaba su cara como una caricia delicada, a la vez esa brisa hacia danzar a unas cortinas blancas y largas que colgaban de allí. La vista era inusual, un vacío espeluznante que no parecía tener fin, mirar para abajo era como ver qué no existiera nada bajo ese templo. Y así era, no había nada más que la enorme figura de una medusa gigantesca que parecía sacada de un libro de cuentos de hadas.
-Espero y sea de su agrado - le dijo Daishinkan para luego irse de esa habitación y tras él las puertas se cerraron. Quedando sola con sus pensamientos.
Continuara...
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Débil Corazón
FanfictionUna chica humilde pero de puro corazón, en un planeta lleno de vicios y lujuria. Donde menos sé lo esperaba allí la encontró Daishinkan, un pequeño trato lo llevará a descubrir que los mortales no son como el pensaba. Amor, él no comprendía el signi...