Alternativo -16: Vale la pena.

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-¿Por qué habría de decirle mentiras? -cuestionó Whis- Si por mi fuera, preferiría que se quede conmigo para seguir viniendo a comer lo que usted prepara -le dijo juntando sus manos delante de lo que comía.

Aunque por dentro estaba la imagen de Vesper llorando y de verdad prefería que se lo quedara ella. Le ahorraba problemas con el señor Bills y que no le dolieran más los tímpanos.

-¡Es usted un ángel! -exclamó acercándose a él en un abrazo.

Nadie lo había abrazado con esas intenciones de agradecimiento. Bajó su mirada a esa joven muchacha que lo abrazó, sin saber cómo reaccionar ante éso.

-Si, lo soy. Y veo que mi padre recibe este tipo de muestras de agradecimiento, ¿O me equivoco? -rió en su manera característica.

-Perdón -le dijo al apartarse.

-No sé disculpe. Ni que me fuera hecho daño -le dijo- A quien debería agradecerle es a mi padre -le dijo- Aunque me temo que no podrá verlos de a momento. Está... Algo ocupado.

Mientras en la cabeza de Whis pasaba que Daishinkan de seguro estaba divirtiendo a los reyes del todo, como le dijo. Ese fue su único castigo en consecuencia, solo jugar con los Zen Oh Sama como un niño más entre ellos. Hasta el cansancio.

-Tal vez termine pronto -le dijo Daishinkan a su báculo.

-¡Daishinkan!, ¿Dónde estás? -preguntó cantor un Zen Oh Sama. Estaban jugando a las escondidas. Ya era la ronda número ciento ochenta y cinco en ese momento.

Desapareció su báculo, suspiró y siguió en el juego.

-Todo por ellos vale la pena -se dijo a si mismo para darse ánimos y dibujarse una sonrisa.

Esa misma noche, luego de que Whis se fuera de su casa, Seijun se dió cuenta de algo. En esa casa no tenía nada para bebés, ni mantas para cubrirlo del frío, ni el chupete para poder dormir esa noche. Era tarde y el sueño comenzaba a atracarla, bostezaba con frecuencia, además, su bebé estaba inquieto, se meneaba mucho entre sus brazos. Quería acostarlo, pero seguro eso la haría caer en sueños profundo y quedaría solo el pequeño ángel. Volaba a penas un poco, lo que significaba que se podía caer al no dominar esa habilidad y hacerse daño. Antes cuando no sabía hacer eso, no había peligro, solo se quedaría acostado, tal vez llorando, pero igual no lo dejaría.

En un intento por calmar un poco a su bebé, le dió de su pecho. Allí se quedó más tranquilo. Deseaba descansar, era extraño estar tan cansada, como si tuviera días sin dormir. Agotada era el término correcto.

-Como te lo prometí. Tienes de vuelta a nuestro hijo -sintió las manos de el cerrarse en torno a su cintura y un beso en su mejilla. Él estaba a su espalda abrazado a ella.

-No existen maneras para agradecerte. Por cosas así es que te amé y te sigo amando más -se dió la vuelta para besarlo a mitad de la comisura de sus labios.

-Tiempo sin verte, ni tenerte así de cerca. Ahora tengo la libertad de sostenerte entre mis brazos -le quitó al pequeño ángel para acomodarlo en sus brazos.

-Tu habías dicho que estaba prohibido que un mortal cuidara de un ángel, ¿Cómo es que desistieron de la regla? -le preguntó Seijun.

-Es tarde, Seijun. Mejor descansa -evadió el tema- Dejaré a Vesper despierto está noche, quiero aprovechar el tiempo por cuando no pude verlo -besó la frente de la muchacha.

-Está bien -murmuró para luego acariciar los cabellos de su bebé.

Si Daishinkan le decía algo, ella obedecía, la mayoría de veces. Y no, no era por trato de que él tuviera mayor derecho en la relación por ser ella la mujer suya, sino por qué le creía, y cuando le pedía algo sabía que tenía razón. Él sabía lo que le hacía bien siempre.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora