Uno

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Todo había empezado hace unos días cuando los Zen oh Sama le dijeron a Daishinkan que debía buscar a una persona pura para purificar cierto objeto el cuál ni él, ni los Zen oh Samas podrían limpiar. Ellos estaban manchados por la destrucción y daishinkan pues... No era ajeno a ese acto, él también tenía las manos cubiertas de impurezas. A los dioses no les importa si estaban manchados o no. Son dioses y el pecado en ellos no es pecado, pero Zen oh Sama le había pedido eso y eso debía traerle. Él pensó que sería fácil la tarea otorgada, pero le llevo días y aún no encontraba esa persona. Mucho no le importaba, eran cosas de Zen oh Sama y a él solo le movía cumplir su labor como el Daishinkan y ya. Nada más y nada menos que cumplir su labor.

Debía estar seguro de que esa mujer que tenía delante de él fuera aceptada por Zen oh Sama. La miraba de pies a cabeza con gran curiosidad con la mano derecha en el mentón analizando su aspecto tanto superficial como interno con tan solo la mirada.

-¿Quien es usted? - Preguntó la joven de negra cabellera muy aterrada -¡Responda! - exigió con un grito.

-Le repito, no debe preocuparse. No le voy a hacer daño - reiteró aproximándose con un par de pasos hacia ella.

-Usted debe ser uno de esos dueños de uno de los tantos vulgares lugares de lujuria - acusó en tono insultante -Secuestran mujeres y las obligan a venderse.

-Dígame...¿Que le hace pensar eso?, ¿Le parezco un ser de malas intenciones? - preguntó muy serio y aproximándose un poco más hacia ella.

La chica lo miro de pies a cabeza con la misma curiosidad en qué él la miraba. En silencio quedó la mujer durante unos minutos, solo mirando a Daishinkan, hasta que esté interrumpió ese silencio hueco y profundo.

Comenzó a relatarle quien era y la muchacha lo veía incrédula. No le creía, simplemente no le  creía. Era una ridiculez sacada de una historia da fantasía fuera, muy fuera de la realidad cruda y fría a la que ella estaba sujeta y conocía. Daishinkan al finalizar de explicar lo que era o quién era, la muchacha se sonrió sarcásticamente y soltó una sutil carcajada sonora.

-Ustedes me sorprenden cada vez más, ¿ahora se inventan que son ángeles para poder raptar a sus víctimas? - acusó burlona.

Daishinkan la vio con una ceja levantada y le dedicó una media sonrisa.

-Esas heridas deben de doler ¿O me equivoco? - preguntó y tras un chasquido los raspones de la muchacha, desaparecieron sin dejar cicatriz.

La joven estaba estupefacta. Sus ojos color café se engrandecieron, se miraba los brazos y no lo podía creer. Volvió su mirada a Daishinkan y con el asombro y desconcierto en las mirada preguntó lo siguiente.

-Me dijo que atiende a un par de dioses ¿Verdad? - interrogó cayendo en cuenta en que podría estar diciendo la verdad ese hombre de piel celeste y cabellera albina.

-¡Seijun! - gritó una voz infantil, un niño entro a la habitación y le alzó los brazos a la muchacha pará que lo cargase, cosa que la muchacha hizo.

-Deberías estar en tu habitación - comentó para el niño de apariencia lobo que tenía en sus brazos.

El niño le dijo un par de palabras al oído a la muchacha y está con una sonrisa pero algo triste le respondió.

-Veré que puedo hacer - volteó la mirada hacia Daishinkan quien tenía en frente y le dijo que la siguiera.

Si fuera Sido cualquier mortal o no necesitara saber si esa chica era la que Zen oh Sama necesitaba, no la habría obedecido o simplemente no se hubiera esforzado para que le creyera su procedencia. Veía con atención y curiosidad cada detalle de actitud y rasgos que esa mujer le daba por información. Lo llevó por un pasillo el cuál estaba adornado con fotos de niños pequeños de diferentes razas y tipos de distintos parajes del universo. Ese pasillo concluía con unas escaleras. Mientras ella iba adelante, él la seguía muy pensativo. Que ingenua e inocente, no pensó que él podía estarle haciendo un truco barato para engañarla, aunque no era el caso. Con esos simples actos de descuido e inocencia la joven le demostraba a Daishinkan que era la correcta para la labor que los reyes del todo necesitaban.

La joven se adentro a la cocina de la casa, le pidió a Daishinkan que se sentara en la mesa y sentó a el niño del otro lado de esta.

-Dígame usted... Señor angel - lo llamó asi gracias a no saber cómo referirse a su invasor -¿Que necesita aquí? - preguntó algo a la defensiva.

-Daishinkan, puede decirme Daishinkan - corrigió a la joven -Verá, el rey del todo me ha pedido que le buscase a una persona para una labor muy importante para él.

Daishinkan veía con curiosidad cada rincón de ese lugar. Una cosina con una grande mesa, muy grande la verdad. Estantes de madera antigua sin muchos detalles, la verdad era muy humilde ese lugar, escaso de cosas necesarias para los mortales. La muchacha se dió la espalda a él un momento. De esos estantes saco un pan de una bolsa y se lo dió al pequeño niño.

-Es todo lo que hay - le dijo y acarició los cabellos grises del niño lobo. Se volteo a Daishinkan y se dirigió hacía él -Le ofrecería algo para tomar, pero no tengo que ofrecerle. Por cierto ¿Y que tiene que ver conmigo?.

-No es necesario - se levantó para hablarle mejor y con un tono serio y cordial le explicó -Verá, usted es la persona que se necesita. Tiene las características que he estado buscando desde hace días - la joven lo miraba curiosa y atenta, mientras él le daba esa explicación tan detallada y a la vez escasa de información a su entendimiento.

-Y... ¿Cuáles son esos criterios del que usted habla? - preguntó dudosa. Había algo que le incomodaba en esa charla, ¿Y como no? Si había un intruso en su casa y le decía que era un ángel, mejor dicho el ángel supremo. Eran cosas difíciles de creer y encima le estaba diciendo que el dios sobre dioses necesitaba de ella. Parece una burla o una broma de mal gusto, pero habían otras cosas que la hacían creer en las palabras que ese sujeto tan pulcro y bien educado le estaba relatando.

-Pues...Usted es pura...¿O me equivoco? - preguntó sin más vueltas ni rodeos. Se fue directo al punto.

La muchacha se sonrojo un poco, ella entendió a lo que ese tal Daishinkan se refería. Que osadía, que atrevimiento el preguntarle eso a una persona.  Sea cual sea esa persona y la situación en la que se encuentre, era una falta de respeto a la intimidad y la privacidad. Talvez Daishinkan no lo veía así, solo estaba cumpliendo con la orden de Zen oh Sama, poco o nada le importaba si ofendió a una simple mortal, la cual solo sería el objeto por el cuál Zen oh Sama tendría lo que quería. Solo era eso y ya, no se esperaba nada más de ella, además de ese pequeño favor y listo. Sería de nuevo una mortal común y corriente como el resto. Sin más que una vida tan simple como llevan todos los mortales. Ir, venir e irse de nuevo solo dejando en el mundo más mal que bien para las existencias próximas.

Un mortal solo se preocupa por el bien propio o eso se cree,  cuando en realidad...¿Podría ser al revés? Quien sabe, eso queda entre la vida divina y la mortal. Ni ellos miran para abajo muy seguido, ni los mortales piensan como es la vida de los dioses, pues creen que es muy amena y a gusto. Razón no les faltaba. Todos viven a gusto sin mirar para abajo, pero hay ciertas cosas más allá de lo superficial que le hace falta a las deidades. Algo mortal, esa parte que los hace sentir pero ellos se empeñan en suprimir como si eso fuera el pecado más pesado sobre la existencia y la creación. Está claro, los dioses no se hacen responsables por los errores de los mortales, su trabajo es darle forma a la existencia y destruirla cuando ya no hace bien a la creación universal. Para bien o para mal, su trabajo era solo ver y guíar y cuando se requiere, destruir. 

-¿Como me pregunta eso? Si, claro que ¡Si! - contestó indignada y totalmente avergonzada.

-Disculpe si le incómoda, pero debía preguntar - defendió muy serio, pero ya complacido de haber encontrado a quien necesitaba.

-¿Y eso en qué le beneficia? - preguntó levantando una ceja -¿Por qué me pregunta ese tipo de cosas? - indagó buscando una explicación.

-Para una labor señorita...- se quedó pensando un momento  -Seijun ¿O me equivoco?.

-Si, ese es mi nombre Y significa...

-"Pureza" - interrumpió Daishinkan - hasta su nombre me lo confirma todo - dijo con una media sonrisa.

-Dígame ¿Cuál es esa labor? - exigía no más vueltas al asunto.

-Lo sabrá en su debido momento... Solo dígame ¿está dispuesta?

Continuara...

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora