Ocho

690 68 36
                                    

Consuelo ¿Podía ofrecer él éso? Ni siquiera entendía lo que eso era, nunca había tenido un dolor de esos. Dolor del alma, él nunca lo había sentido, por tanto no sabía cómo reaccionar ante esa situación. Un mortal se atrevió a usurpar su espacio personal, pero para algo lo cual nunca imagino.

Sintió como ese pulcro traje azul, era humedecido por las lágrimas de la joven chica. Era una sensación extraña, ella tenía la cara oculta entre su cuello, mientras que con sus manos apretaba las vestiduras de este, entre sus puños. Sollozos y lamentos escucho por un rato, el solo se mantuvo en su postura de siempre, sin mover un solo músculo.

¿Que sentido tiene llorar? Siempre los mortales lloraban cuando algo les causaba algún dolor, como por ejemplo la perdida de un ser querido, o de algo apreciado. No le veía el sentido, pues eso no les devolvería lo perdido, en cambio, solo intensifica aún más el goce de dolor dentro de sus seres. Lo pensó bien y no le podía decir eso, pues solo empeoraría las cosas y revolveria aún más aquel huracán dentro de ella. 

Levantó su mano izquierda y la coloco en la cabeza de Seijun, era suave, su cabello era suave. Ese toque entre sus dedos, lo hizo revolver algo dentro de si mismo, algo que tenía guardado. Suave como la seda, agradable como la brisa de primavera, delicado como una caricia, eso era el sentir el cabello oscuro de la joven entre sus dedos. No había terminado de posar su mano en la cabeza de esta, cuando terminó de posarla, sintió otra cosa, la fragilidad de ella, era como un pájaro pequeño entre las manos, cuando están heridos y quieren volar, pero su condición se lo impide.

Tomó una bocanada de aire, que lentamente libero en forma de suspiro, mientras mantenía los ojos cerrados.  Poso su mentón en la cabeza de Seijun, pues no era alta, y sintió un confort que nunca había sentido, era algo jamás experimentado. Podía sentir también el rápido palpitar del corazón de ella, pegado a su pecho, como si quisiera arrancarle al de él, rápidos palpitares también. No sabía lo frágil que podía ser un humano sino hasta ese momento en que lo tuvo pegado al suyo.

Ese acto duro al rededor de unos 10 minutos, en qué ambos estuvieron uno junto al otro. Solo fueron apartados gracias a qué Seijun sé aparto de él pidiendo disculpas por lo que hizo. Daishinkan la miro con desconcierto, pues en ese instante que para el fue un parpadear de ojos, se le olvidó la falta que Seijun cometió.

- No tiene por qué disculparse - dijo después de dejar de lado el desconcierto, al menos a la vista de los allí presentes.

- ¿Por qué? - pregunto limpiando sus ya secas lágrimas de sus mejillas.

- Daishinkan dejo salir su singular sonrisa amable y dijo- No hay que buscar el por qué siempre.

Si, aveses hay cosas que no tienen explicación, lo que el sintió por ejemplo. Fue algo momentáneo pero agradable, no supo el porque, quiso buscarlo en ese momento, pero no pudo encontrar respuesta alguna.

Seijun tomo al niño en brazos de nuevo y camino hacia la casa. Daishinkan la acompañó a adentrarse a ese lugar. Cayó la noche rápidamente, el niño se había quedado dormido y lo llevo a acostar. Daishinkan se quedó con ella, pues eso le pidió, su compañía al menos por un rato. Le concedió eso, pues no le costaba nada el hacerlo, ni había motivos para no hacerlo. Ambos se mantuvieron en silencio durante el tiempo que Daishinkan estuvo allí, sin embargo el silencio fue roto por algo que noto Daishinkan.

Luego de que Seijun acostara al niño, se dirigió a la cocina, saco un pañuelo blanco de un cajón, lo mojó y lo puso sobre su brazo izquierdo, justo por debajo del codo. Limpió ese profundo raspón con cuidado, pues le dolía mucho como para limpiar esa sangre algo seca con fuerza.

- Cuando le pregunté si estaba bien, no me comentó esto - dijo Daishinkan, ganándose que ella levantara la mirada hacia él.

- No es nada grave - dijo con un tono cansado y tranquilo.

¿Que no es nada? ¿Que no se ha visto? Podrá ser poco para alguien como Daishinkan, pero para ella, sería algo por lo menos doloroso o molesto. No solo tenía ese raspón en el brazo, sino también en rodillas. Provocados por la vez que Zafar la lanzó contra la pared, y también cuando cayó en varias ocasiones de rodillas.

Daishinkan se llevó la mano al mentón, y se aproximó a ella. Puso su dedo índice en su frente y una luz recorrió y envolvió su cuerpo, sanando cada herida en su cuerpo. Ella no le sorprendió, pues ya había visto cuando hizo algo semejante la otra vez, además de que en más de una ocasión, logro presenciar los poderes de ese individuo.

- Gracias..... - dijo casi susurrando.

A eso Daishinkan no respondió, en cambio solo una sonrisa de su parte dió como un "No hay de que"

Ella también sintió algo nuevo Cuando estuvo cerca de Daishinkan horas atrás. El sentir estar en su pecho, era reconfortante para su dolor, por ese instante se le olvidó por qué lloraba, el respirar de ese sujeto era muy diferente al de cualquier criatura que alguna vez conoció, era algo muy difícil de definir, era como tener pilar fuerte del cuál se podía poner las penas y este tendría la fuerza de sostenerla. Eso sentía, que podía sostener lo frágil que ella fue en ese momento, y lo fuerte que el se mantuvo, pues ese es su temple, fuerte como un viejo roble.

- Usted debería descansar...... - dijo volviendo a su actitud de siempre, mientras miraba por la ventana a las 3 lunas que adornaban el planeta esa noche - Su cuerpo se lo pide - agrego al final.

- Si, gracias por su compañía...... Y por todo en general - dijo ganando que Daishinkan voltee a verla.

A ese comentario no dijo nada de nuevo, le dedicó una sonrisa, y se fue en aquel espiral de luz en el que suele usar como medio de transporte entre universos y mundos.

Seijun subió y tomo al niño en brazos aún dormido, se lo llevó a su habitación, y junto a él se acurrucó. Lo tenía abrazado y lo arropó junto con ella, estaba muy aferrada a él, y apretó las sábanas Contra su pecho, había vuelto el sentimiento de la perdida. A estas horas estaba su tía aún en la sala tejiendo, y pidiéndole que se durmiera pues ella se quedaba despierta a cuidarla. Sus afectos maternales, ella era la que tuvo el papel de su madre en toda su vida, pues no tenía ni la más mínima noción de el aspecto de su verdadera madre, ella solo tenía un año cuando ella murió.

El niño se despertó gracias al llanto de Seijun, se volteo a ella y la miro confundido, entre adormecido aún.

- ¿Sigues llorando? - pregunto en aquel tono que caracteriza a los niños que más ternura provocan.

Seijun solo afirmó con la cabeza y dejo salir las lágrimas que aún le quedaban.

- Ya no llores - dijo sentandose y con sus manos limpiarle la cara a Seijun - a ella no le gustaba verte llorar - dijo otorgándole un tierno beso en la frente a la joven.

- No pasa nada - jalo al niño, pegándolo suavemente a su pecho en gesto maternal, suavemente pasaba su mano en su pequeña espalda, durmiendolo como un bebé. El niño movió su cola hasta quedarse dormido sobre ella.

Caminando rápido por esos grande pasillos oscuros, con la mano en el mentón analizando la pregunta que se prohibió el mismo responder en aquel momento ¿Por qué sintió lo que sintió? ¿Que era y para que sirve?  Cada vez y sin darse cuenta, sus pasos se hacían cada vez más largos y apresurados. Una palabra para definir que sentía en ese momento era nada más y nada menos que "Confusión" pues no tenía respuesta para ninguna pregunta. Se sentía además cerrado de la razón, nunca había tenido la oportunidad de tener una pregunta frente de si, y no tener respuesta alguna. Ahora era el mismo quien se hacía una pregunta y no podía responderse así mismo.  

No le dió más vueltas y dejo ese sentimiento que sintió, con la respuesta de preocupación. Pues eso creía que era, y talvez eso era en ese momento, pero una pregunta con respuesta, lleva a otra pregunta por responder. 

Se vino la mañana y Seijun se asustó, pues de entre las sábanas no encontraba al niño. Se levantó asustada y miro a los lados de la cama, pensando que de seguro se cayó de la cama, pero no estaba. Se bajó y busco debajo y tampoco. Comenzaba a entrar en desesperación, se llevó las manos a la cabeza para luego llevarlas a su boca, imaginando lo peor.



Continuara...................

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora