Siete

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De aquel día en que Daishinkan estuvo allí, pasaron unos pocos. Seijun intentaba no usar el dinero que él le había dado, pues estaba acostada a una vida sencilla y no quería modificar eso para mal. Solo lo necesario para vivir. Al oído de Zafar llegó que Daishinkan estuvo otra vez allí, aquel día en que mató a uno de sus hombres con tan solo la mirada. Estaba furioso, no existía otra palabra para describir mejor el sentimiento. 

Los días pasaban y la tía de Seijun con esmeró seguía tejiendo algo que no dejaba ver a Seijun. Se lo mantenía en secreto, diciéndole que sabría en su momento. Ella no le insistía en eso, pues era lo que quería, pero no podía negar que le daba curiosidad. 

Una tarde Seijun había salido con el niño al centro, se arriesgó, pues debía hacer algo por esos lados. Sin embargo, cuando volvía sentís que algo no andaba bien. Misteriosamente había una aura silenciosa. Paro el caminar y tono al niño en brazos, se aproximó en paso lento, lo cubrió con una manta como si quisiera ocultarlo y se armó de valor para entrar.

Miro de lado a lado y no veía a su tía por ninguna parte, se adentro aún más y para su alivio, la encontró en la sala. Pero algo en su mirada le decía que no avanzará más, ella no presto atención a eso y entro a la sala, pues le alegraba ver a su única familiar a salvó.

Entro y justo al poner un pie dentro del lugar, un hombre corpulento se puso frente a ella. Era ese hombre al que le decían Zafar, era alto y de tez naranja, con unas singulares rayas marrones bajo sus ojos, además de que tenía el cabello negro y peinado hacia atrás, era largo. Vestía elegante, se le notaba lo mucho que tenía y aparentaba. Con una sonrisa indescifrable, la tomo del cabello y la acercó a él.

- ¿Que no te lo dije? - le susurro al oído- eres mía, no puedes acercarte a otro - dijo mientras bruscamente jalaba su cabello.

- Yo.... Yo... ¡No soy tuya! - grito intentado empujar al tipo, pero sin ningún resultado, aquel sujeto era fuerte a comparación de ella.

- No lo eres, pero lo serás - dijo mientras con su mano libre acariciaba desde la pierna de Seijun y iba subiendo lentamente.

- ¡Suéltala! ¡No tienes derecho! - grito su tía al hombre.

- No se meta, no me haga que la mate antes de lo que pienso - dijo Zafar mientras volteaba para apuntar a la anciana.

Seijun aprovecho que Zafar volteó, para soltar al niña para que corriera y escapara de esa escena. El niño por suerte logro escapar, dejando a esas dos dentro y en peligro. Zafar además estaba con dos de sus hombres, los cuales tenían apuntada a la tía de Seijun. No sabía que hacer, era el fin, sería suya, la esposa de un criminal ruin y sin moral.

- ¿Por qué si tienes tantas mujeres a tu disposición me quieres a mí? - pregunto Seijun.

- por qué tú eres diferente a esas vulgares. Si te tomo solo serás mía, por eso - dijo levantandola por el cabello para hablarle cerca de la cara.

- ¡No! ¡nunca seré tuya! - grito y le escupió en la cara.

- Eres indomable, Seijun - dijo soltando el cabello de esta, lanzandola contra la pared - ¿Te acuerdas que te advertí algo? - dijo mientras se limpiaba la cara con un pañuelo que sacó de su bolsillo.

Estaban en peligro, ella y toda su familia estaban en problemas ¡Claro! ¡Daishinkan! Él le dió un botón para cuando estuviera en peligro, ella lo cargaba en el cuello como un collar o algo semejante, en caso de necesitarlo.  Zafar estaba de espaldas, mirando con irá y desdén a la pobre anciana, Seijun aprovecho de presionar el botón, pero nada paso. Entro en pánico, no sabía que más hacer, lo presionó de nuevo y nada tampoco.

Débil CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora