Luna
Segundos después de salir de la editorial, el teléfono suena como si fuera la respuesta a mis plegarias.
Ruedo los ojos cuando solo veo que es Alex.
— No estoy de humor —digo cuando atiendo el teléfono.
— Genial, me encanta cuando eres grosera. —Su risa inunda la línea telefónica.
Me desespera que su risa parezca tan perfecta. La podría comparar con una sinfonía musical: clásica, profunda, elegante. Ugh.
Me doy cuenta de que no tiene la culpa de mi enojo, así que trato de poner mis sentimientos a un lado.
— ¿Cómo te fue con la editora? —pregunta, luego de unos segundos en los que no respondo.
— Fue... Santa mierda —maldigo.
Cuando llego a mi auto, veo que tiene una etiqueta en el parabrisas: una multa. Genial. Mi día parecer continuar superándose.
— ¿Tan malo fue? —No tengo que verlo para ver que aguanta la risa.
— No —suspiro arrancando el ticket—. Es decir, sí fue malo, pero no fue la razón por la que dije lo que dije. Me pusieron una multa para completar el día. Sé comprensivo, mejor amigo.
Alex se ríe con fuerza al escuchar el sarcasmo en mi voz.
— Mejor amiga, estás rompiendo el récord de multas en una semana —se ríe nuevamente—. Además, me encantó el juramento de hace unos segundos, ¿es nuevo? ¿Podrías repetirlo, por favor? También lo puedes poner en tu próximo libro. Es lindo, delicado, con clase y totalmente apto para una ¿Cómo es que le llamas? —parece pensarlo—. ¿Novela de chicas?
Suspiro con fuerza cuando me dejo caer en el asiento del conductor.
Observo el ticket. 150 dólares, genial.
Me pregunto si acumular multas se podría considerar un deporte.
— Se llama chick-lit, idiota —le digo tratando de expresar mi molestia—. De todas formas, ¿no tienes nada mejor que hacer que molestarme?
— Definitivamente no —su voz suena profunda en el teléfono—. Esta es mi actividad favorita.
Me quedo en silencio, a la par que mis mejillas se encienden.
Anotaré la frase para la próxima interacción entre mis protagonistas.
Alex sirve de inspiración para algunas escenas, obviamente cuando no es el mejor amigo pesado que siempre se las arregla para ser.
— Bueno —me dice luego de unos segundos—, ¿no me vas a contar cómo te fue?
— Espera.
Conecto el celular del altavoz del auto y me coloco el cinturón, luego pongo el auto en marcha.
— Ahora sí —me detengo frente al semáforo en rojo de la esquina de la editorial—. Pues la realidad es que de todos los escenarios que nos imaginamos ayer que podían pasar, al menos no pasó el peor.
— Muy poco probable que los extraterrestres vinieran y te obligaran a entregarles todas tus copias de los libros y a desaparecer, Sol. —Ruedo los ojos y avanzo cuando el semáforo se pone en verde.
Y dale con su manía de llamarme Sol.
Era una broma que había pasado de moda para todos menos para Alex. A veces la toleraba, a veces me hacía enojar.
— Alex, sabes que mi nombre es Luna, no Sol —Alex se ríe. Definitivamente esta vez parece un coro de ángeles. Un momento, ¿Cómo suenan los ángeles?—. Ni siquiera es gracioso.
— Siempre serás Sol para mí. En fin, no te distraigas como siempre, cuéntame qué pasó.
Le cuento mientras Alexander hace unos comentarios graciosos sobre cómo podría mejorar mi bloqueo de escritor.
Incluso me dice que vuele a Inglaterra junto a él.
No sé si sabe que ser escritora no me da el título de millonaria de inmediato, pero bueno, él no tiene esos problemas corrientes de los demás. Vamos, ¿piloto de la Fórmula 1? De verdad, parece un sueño. Mmmh... definitivamente debería pensar que Elliott puede ser piloto de carreras.
De acuerdo, no. Si hago eso, tal vez Elliott se parecería demasiado a Alex.
Trato de concentrarme en otra cosa. El reloj del carro indica que son las 4:30 PM, por lo que en Inglaterra deberían ser pasadas las diez.
Me pregunto si está cansado.
— ¿No tienes que irte a dormir, Alex? Debes descansar. Mañana tienes una carrera. —Me concentro en él.
Me hunde pensar que he sido una persona egoísta y no le he preguntado por su día. Tiene el tiempo para llamarme cuando debería estar descansando.
Definitivamente le compraré su pastel favorito cuando regrese la próxima semana.
— Dormir es para los débiles —me dice en medio de una risa, su voz se apaga sonando soñolienta—. Pero también me gusta escucharte antes de ir a dormir.
Esto parece sacado de una historia romántica.
Creo que estoy empezando a ver todo como si fuera un libro. Tengo que separar la realidad de la ficción.
— Para burlarme de ti y reírme un poco —aclara luego de que me he quedado en silencio.
Eso sí suena más como algo que Alex diría y no como un personaje de mi novela.
De todas formas, lo anoto mentalmente.
— Vete a dormir, Alex —le digo en una risa—. Ya no sabes lo que dices. Ten éxito mañana en la carrera, estaré comiéndome las uñas aquí.
— Buenas noches, Sol.
Cuelga y la sensación de que lo extraño me arropa, pero no la dejo asentarse mucho tiempo.
Tal vez necesite usarla para escribir algo cuando llegue a casa.
Miro la pulsera en mi mano con las dos letras en el centro «L.A» con el logo de Los Ángeles, me la dio el verano pasado diciéndome que era el destino que nuestras iniciales unidas sean las de una ciudad de Estados Unidos.
Me rio por lo tonto que suena, no puedo esperar que vuelva a la ciudad.
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La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...