5. Consejos

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Alex

No sé por qué pero no me gusta la manera en la que Luna está mirando a Duncan en ese momento. He visto la mirada antes y sé que lo está repasando. Me he burlado de esa misma mirada varias veces cuando vemos una película que involucra a Ryan Gosling. 

Lo peor es que Duncan le está devolviendo la mirada. 

Aunque no es para menos, Luna se ve imposiblemente cristalina este día. 

¿Cristalina, en serio Alexander? 

Lo que quiero decir es que se ve: pulcra, limpia, nítida. 

¿Qué diablos? ¿No puedes simplemente confesar que tu mejor amiga se ve candente? ¡Porque ese es exactamente tu pensamiento al mirarla!

Tiene un vestido de tirantes amarillo con flores y unas simples zapatillas. Su pelo de chocolate está envuelto en un moño descuidado encima de su cabeza y sus ojos azabache brillan por un comentario gracioso que ha hecho Henry en ese momento. 

Para ya. 

— Te traje algo —le digo tímidamente. 

Su atención recae en mí pero me ve con molestia. 

Los ojos de Henry están cargados de humor.

— ¿Qué te he dicho de no despilfarrar el dinero?

Suspiro. 

Hemos hablado sobre eso cientos de veces. Solo quiero agradarla, ¿no se da cuenta? Además, es lo mínimo que puedo hacer por ella. 

— No puedo simplemente pasar por el aeropuerto de Londres, ver la cabina roja en miniatura y no pensar en ti. 

¿Qué diablos acabo de decir?

Sus mejillas adquieren un tono rojo delicioso. 

La ceja de Henry se levanta con curiosidad. 

Carraspeo a discreción. 

Bloom conoció a Thomas en una cabina de Londres, ¿no? Es por eso. —Hago referencia al último libro que Luna escribió. 

Creo que Henry se ha dado cuenta de que estoy empeorando las cosas, así que para que no me avergüence más sugiere que nos movamos del sol.

Luego de unos segundos en los que estamos caminando de vuelta a la casa, Luna comienza a reírse suavemente. La miro con curiosidad. Henry gesticula si Luna se encuentra bien al ver que el volumen de su risa va en aumento. Levanto mis brazos sin saber qué decir. 

Ella se para en el camino que da a la piscina sin poder contenerse más. Sus hombros se mueven a medida que suelta las carcajadas. Henry se ha contagiado en este momento y se ríe con ella. La veo, sus ojos brillan con humor y unas lágrimas se deslizan por las esquinas. 

— ¿Qué es lo gracioso? —pregunto. 

— Es que se me hace difícil imaginarte leyendo mi novela y recordando los detalles. 

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora