Alex
Mi tiempo de carrera ha mejorado.
Por supuesto, la pista de Speedway de Boston no es ni de lejos parecida a la de Francia pero al menos tiene unas curvas especialmente difíciles que me ayudan a mantenerme en el juego. Sumado a que Eduardo siempre está comunicándose conmigo a través del micrófono.
Los otros corredores no están al nivel de la Fórmula 1 pero les entusiasma poder correr conmigo, lo que hace que sea divertido.
— Excelente tiempo, King —dice Eduardo—. Ahora sal a los pits. Me parece que vi al amor de tu vida en las gradas.
Ruedo los ojos porque sé que se refiere a Luna.
La mayoría de mi equipo piensa que estoy en una relación romántica con mi mejor amiga. Es difícil de explicar que no, así que simplemente dejo que los rumores nos rodeen. Da igual, Luna es una chica atractiva, inteligente, divertida y...
¿Qué diablos?
Me apresuro a dejar el automóvil en el espacio para los pits. Algunos aficionados me gritan por autógrafos así que firmo algunos cascos y fotografías. Luego corro brevemente hasta la comodidad del salón técnico.
— Creo que a Dean le van a gustar estas estadísticas. —Me dice Eduardo observando la pantalla.
— Definitivamente.
Me quito el casco y lo dejo en un mueble, luego remuevo la banda protectora. Mi cabello está pegajoso en mi frente. Uno de los chicos me pasa una botella de agua y le agradezco en silencio.
— ¿Sabes que corres mejor cuando estás en Boston?
Ruedo mis ojos.
Escucho la risa de algunos compañeros del equipo.
— ¿Sabes a qué se debe? —Eduardo continúa molestando.
Le enseño el dedo medio y le doy un sorbo a la botella de agua.
— Definitivamente tendremos que llevarnos a tu amor a los Prix.
— Ya para eso, te he dicho cientos de veces que Luna no está interesada en mí. —Confieso. Una risa se escucha a lo lejos.
Es Vincent, uno de los mecánicos del equipo.
— Nunca has dicho que no estés interesado en ella, y francamente Alex, creo que es más que obvio porque nunca has presentado a una novia. Es eso o eres...
Lo detengo levantando una mano.
— No es ni uno ni lo otro —me defiendo—. Si quiero ser el mejor en la Fórmula 1 no puedo tener distracciones.
— No creo que Luna sea una distracción para ti —comenta Eduardo.
En eso estamos de acuerdo, pero si lo digo no me dejarán en paz así que me quedo en silencio.
Solo paran de molestarme cuando salgo del salón. Mis ojos buscan por todas partes a Luna. Sé que estaba en las gradas, pero le pedí en un mensaje de texto que se dirigiera a los salones cerca de los pits.
Así que no puedo evitar sonreír cuando la veo conversando con Amanda en una esquina. Se están riendo de algo que un chico frente a ellas les dice.
Cuando me doy cuenta de que eso está pasando, la sonrisa se borra y como no soy bueno para ocultar mi disgusto, arrugo las cejas. Porque... ¿Quién es?
— Hola —les digo
Amanda me saluda.
Me hacen gracia sus gafas rojas con forma de corazón. Me pregunto si Luna no se ha burlado ya de ellas.
Luna me da una sonrisa.
Me siento aliviado automáticamente. Es como si de repente estuviera respirando mejor cuando la veo después de casi una semana.
El chico, a quien identifico como uno de los corredores novatos, se presenta.
— Soy Max Cortez —me da la mano. Observo su mano con suspicacia.
Luna toma mi mano y la presiona contra la palma de Max, como si fuera un niño.
— Disculpa a Alexander, es que no es muy sociable y creo que tiene daño cerebral después de la carrera.
La observo con ironía.
La única verdad es que no soy demasiado sociable.
De hecho, algunos tabloides de revistas me han descrito como «El enigma de Fórmula 1».
— Te admiro y te respeto bastante —interrumpe el chico—. Algún día quiero llegar a tener tus números.
— ¿Qué edad tienes?
Luna me mira intrigada.
Mark o Klax, ya ni recuerdo su nombre, se rasca la nuca.
— Veintisiete.
Un poco viejo para comenzar en el mundo de las carreras profesionales, pero...
— ¿Para qué división juegas?
— Estoy en Fórmula 2, ahora mismo. Pero mis estadísticas son buenas y mi mánager augura que el próximo año podría empezar en Fórmula 1.
Asiento, sin prestarle demasiada atención.
— Buena suerte, entonces.
Max me mira confundido. Amanda se queda en silencio mirándome por encima de las gafas de corazón como si estuviera loco.
Tomo la mano de Luna y hago que se pare del banco.
— ¿Nos vamos? —le pregunto con suavidad ignorando nuestro alrededor porque nada más me interesa.
— ¿Sabes que has sido grosero con el chico? Te admira.
— Hay cientos de personas que me admiran.
Siento que Luna me golpea el pecho, pero no me duele.
— Estás siendo arrogante y un asocial totalmente —susurra cerca de mi oído—. Puedes disculparte, además dijiste que me ayudarías a encontrar a la persona perfecta y este chico tiene buenas cualidades.
Le doy una mirada al hombre que conversa con Amanda.
¿Qué tiene de especial, de todas maneras? Es común y corriente, ni siquiera es apuesto.
Tal vez sus ojos de color verde le hayan llamado la atención a Luna.
— No me cae —le digo—. Debes intentarlo mejor.
Luna rueda los ojos.
— Lo bueno, querido amigo, es que no es a ti que debe de caerte bien.
No sé por qué, pero siento que mi sangre hierve.
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La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...