39. Honor

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Alex

Nota mental: nunca confíes en las ideas de Duncan.

Estoy en el borde de un acantilado sobre el mar a algunos diecisiete pies de altura por encima de la superficie. Los nervios se trasmiten en la planta del pie y empiezan a hacerme cosquillas.

— ¿Todavía estás pensándolo para caer al agua? —Me grita mi amigo desde abajo.

Algunas chicas que están con nosotros se han arrojado sin pensarlo. La mayoría está en el agua y el resto espera por mí. Estoy aterrado.

— Eres un maldito, Duncan —le grito de vuelta desde el tope.

Escucho risas a mi alrededor y sonrío.

Cierro los ojos y me arrojo al agua. Se siente como que duro una eternidad antes de caer, entonces finalmente me zambullo y siento el agua atraparme.

Se apaga la carrera de pensamientos que ha estado comiendo mi mente en los últimos días.

No toco el fondo, después de todo esto es mar abierto. Así que nado hacia la superficie hasta que salgo a flote. El coro de risas y aplausos me atrapa. Trato de dar una sonrisa pero sé que la felicidad no me llega a los ojos.

— Felicidades, ya has pasado a la pubertad. —Duncan me dice en medio de una carcajada.

Lo fulmino con la mirada y nado a la orilla. Me siento sobre una roca, a solas con mis pensamientos.

Observo el acantilado y me pregunto cómo he podido hacerlo, pero últimamente he estado haciendo cosas que no hago con frecuencia.

Dorca o Dorothy, no recuerdo el nombre de una de las chicas que Duncan ha traído para la tarde de hoy, nada hasta la orilla y se sienta en la roca a mi lado.

Me hace sentir incómodo que invada mi espacio asi que me mantengo fijo viendo cómo Henry intenta subirse a otra chica en los hombros, sin éxito alguno. No puedo suprimir la carcajada cuando ambos chicos se sumergen en el agua.

— Tienes una bonita sonrisa. —La voz de la joven me saca de mis pensamientos.

Parpadeo.

— Gracias.

Dejo de sonreír de repente.

— No entiendo por qué no lo haces a menudo.

La observo confundido. Es una chica bonita. Tiene ojos verdes, el pelo negro y un cuerpo proporcionado.

— ¿No hago qué?

Tengo la boca seca, así que me inclino a tomar una botella de agua en el congelador portátil que hemos traído.

— Sonreír a menudo —me da una sonrisa que puede descongelar hasta un iceberg.

Lástima que yo a veces soy la Antártica.

Levanto mis hombros y le doy un sorbo a la botella de agua. Le ofrezco una pero ella declina.

— ¿Por qué no sonríes? —me pregunta luego de que me quedo callado.

Levanto los hombros con indiferencia y me bebo el resto de la botella de agua.

La chica se acerca a mí y se coloca a mi lado.

¿Dorca? ¿Dorothy? ¿Dina?

La observo y luego muevo mi vista hasta enfrente.

— No eres muy sociable. —Observa. Murmuro un «así es» distraído.

Su mano se desliza por mi hombro y la observo confundido.

Le doy una sonrisa tensa.

— O tal vez eres tímido. —Ella ronronea como si fuera un gato.

— ¿Cuál es tu nombre? —le pregunto.

Parpadea confundida.

— ¿Mi nombre?

Sonrío de medio lado.

— Eso dije, tu nombre.

— Gianna.

Ni cerca.

— De acuerdo, Gianna. Tienes razón, no soy sociable y no comparto fácil con la gente, pero no soy tímido. Solo soy abierto con las personas que quiero ser abierto.

— Duncan dice que te acaban de romper el corazón y debo tratarte bien.

Observo al traidor que se ríe con las chicas en el agua.

Maldito sea.

— Estoy bien —ofrezco cortantemente.

— Un hombre como tú no merece que le rompan el corazón. Esa chica no sabe lo que se perdió.

La risa me sale esta vez desde el fondo de la garganta.

Gianna me observa confundido. Le estoy regalando el mejor momento de la risa y sin embargo, arquea una ceja.

Me calmo.

— ¿Qué es lo gracioso?

— Ah, es que insinúas que la chica en cuestión no sabe lo que perdió. Como si ella hubiera perdido algo. La realidad es que yo es quien perdió todo. Ha sido un absoluto honor que me rompa el corazón.

Gianna me observa como si estuviera loco y luego sus ojos me dan una expresión de ternura total.

— La realidad es que cualquier mujer tendría envidia de ser ella.

Le sonrío de medio lado.

Pienso en Luna.

Me pregunto qué estará haciendo, si ha pensado en mi. Me digo a mi mismo que debo dejar de autocompadecerme, pero solo quiero abrazarla nuevamente.

Sé que no puedo.

Y probablemente ya no pueda más por el resto de mis días.

Eso duele.

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora