Alex
Mi respuesta sobre si un hombre y una mujer no pueden ser amigos es mi mecanismo de defensa cada vez que alguien intenta señalar los años de amistad con Luna y la cercanía que tenemos e insinuar que ha pasado algo con ella.
Solo lo imaginé una vez y fue hace menos de una hora cuando aún estábamos en el auto y estuve a punto de besarla.
Bueno, y tal vez ahora que la miro concentrada mirando hacia el puerto con el agua en calma y la luz de la luna bailando en su rostro.
De verdad que nací con la suerte de pisar el mismo suelo que pisa esta mujer.
De todas formas, agito mis pensamientos y no dejo que mi mente corra por demasiado tiempo.
Amanda y Michael se encuentran conversando en un banco retirado de nosotros.
Prefiero preguntarle a Luna algo que distraiga mi mente antes de ponerme demasiado cursi, o empiece a pensar cosas que no tienen ningún tipo de sentido o cabida en nuestra amistad.
— ¿Has escrito algo?
Ella fija sus ojos en mí y su mirada brilla.
Definitivamente, tengo suerte.
— Lo intenté —levanta sus brazos—. De hecho, en realidad tuve una idea reveladora cuando estaba en el bar y considero que es una buena adición a mi historia.
— Cuéntame.
Me relajo encima del barandal y la observo fijamente.
En realidad, no me cuesta escuchar a Luna atentamente. Siempre he considerado que tiene una mente brillante desde que éramos niños y sus historias me entretienen.
— ¿Recuerdas lo que me dijiste de que debo encontrar una pareja?
No fue eso lo que dije, pero la animo a continuar.
— El punto es que imaginé que Brooke tenga una cita y que Elliott se entere y se sienta molesto.
— ¿Algo así como que le den celos?
Ella asiente, avergonzada.
— ¿Te doy una idea mejor? —Ella abre sus grandes ojos y me invita a que le diga—. Podrías hacer que el día de la cita de Brooke sea Elliott que se presente, en vez del chico en cuestión.
Luna abre sus ojos sorprendida.
— ¡Esa idea es absolutamente genial! ¡Oh!
Toma el celular rápidamente y la escribe en el bloc de notas.
— Pueden tener una discusión acerca de porqué es él y él podría decirle algo romántico como que no podía permitir que sea nadie más.
Mis ojos reposan en ella atentamente. La luz de la luna le acaricia el pelo con suavidad y le da un brillo especial.
Probablemente debería tener frío en este momento, pero la realidad es que estoy ardiendo. Me pregunto qué me pasa, ¿por qué de repente la noto más que nunca? ¿Por qué me parece tan intrigante? Si me he pasado la vida escuchándola, si me he pasado todo el tiempo siendo su cómplice y su mejor amigo.
— ¿Y bien, qué te parece la idea? —Me pregunta levantando la vista.
Me pregunto si me pasaría lo mismo que a Elliott.
¿Qué diablos?
— Es una buena idea. —Concuerdo. Una sonrisa hace resplandecer su rostro.
— ¿Cuándo es tu próxima carrera? —me pregunta guardando el celular y prestándome atención.
— En cuatro semanas exactamente. Es en Francia. ¿Quieres ir? Quizá te sirva de inspiración.
Sé lo que va a contestar incluso antes de que lo diga.
— No sé si sabes que ser escritora no me da millones inmediatamente.
Me rio con suavidad.
— Corazón mío, te he dicho varias veces que no me molesta pagar tu boleto de avión. De hecho, quiero hacerlo. Déjame hacer eso por ti.
Sus mejillas se encienden. Sé que odia que le pague cualquier cosa. Creo que es lo que me hace apreciarla más que a ninguna otra mujer.
Usualmente uno se cruza con mujeres que solo piensan en los beneficios económicos que puedas traerles, pero no esta mujer.
A pesar de todos los años que tenemos siendo amigos, nunca piensa en explotar alguna capacidad económica que tengo. Es lo que me hace buscar alguna excusa para regalarle cosas que me hayan hecho pensar en ella y que sé que le gustarían.
Mi mente se ilumina pensando en el regalo que traje para ella desde Londres. Le pido unos minutos en lo que voy hacia el carro a buscarlo, y luego vuelvo y se lo doy.
— ¿Me dejarás llevarte a Francia?
— ¿Qué es esto? —ignora la pregunta con la funda de regalo en la mano.
— Te dije que te traje algo de Londres.
Luna rueda los ojos, pero sé que hay emoción contenida.
Abre el regalo y saca la cabina telefónica roja en miniatura.
— Es hermosa —dice en un susurro.
Me quedo mirándola fijamente. Y definitivamente me doy cuenta de que lo es.
— Pero no puedes estar gastando dinero en eso, Alex.
— Luna...
La tomo de las manos y la obligo a mirarme fijamente a los ojos.
Su mirada está confundida y mis manos están casi temblando, así que la sostengo fijamente.
— No me molesta hacer nada por ti ni para ti. Todo lo que hago es porque quiero hacerlo, porque nace de mí. Y todo lo que quieras, te lo daría. No importa qué. —Mi respiración se vuelve pesada de repente.
Hay algo que quiero decirle, que de verdad necesito que haga.
— Por favor, ven conmigo a Francia.
Ella suspira y voltea la cara.
— ¿Te das cuenta que no puedo gastar el dinero de ir a Mónaco, cierto?
La observo confundido.
— ¿De qué hablas?
— Estoy ahorrando para ir a Mónaco. Es la carrera más importante para ti. No pude estar la temporada pasada, pero quiero estar en esta. No puedo dejar a mi mejor amigo solo.
Creo que mi mente no procesa la información porque parpadeo confundido.
— ¿Estás ahorrando?
— Mónaco es costoso, supongo que debo quedarme en un hotel y... no lo sé. Quiero ir a verte.
— Luna, no sé quién diablos te dijo que tienes que pagar nada, pero no tienes que hacerlo.
Sus mejillas arden. Creo que estoy acostumbrada a verla con el color rojo más que con su propio tono de piel.
— Tienes que saber que nunca podría abusar de ti.
Suspiro y me rio.
— No lo haces, Luna. Jamás y nunca lo harías. De hecho, soy yo quien te debe todo a ti.
Es el turno de ella de reír, luego sus ojos se llenan de sabiduría.
— Pues tengo una idea de cómo puedes empezar a pagarme.
— Con gusto. ¿Qué hago?
— Ayúdame a encontrar al hombre perfecto.
Maldición.
ESTÁS LEYENDO
La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...