27. Historia

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Alex

Luna ha estado tantas veces en mi habitación, recostada sobre mi cama al lado mío y es la primera vez de todas que me siento horriblemente excitado. Tanto, que me da vergüenza a mí mismo.

Sin embargo, soy cuidadoso. Porque esta es Luna y esta es la mujer de la que estoy enamorado y además es mi mejor amiga y quiero hacer las cosas bien para que ella esté cómoda y le pueda dar cabida a mis sentimientos.

Su cuello huele a fresas y tengo ganas de morderla, pero me contengo.

— Alex —La voz de Luna es temblorosa.

Mi Sol —Con suavidad deposito un beso sobre su mejilla derecha—. Tengo ganas de ti.

Luna se queda rígida. Sus ojos me perforan el alma. Sé que está confundida ahora, pero yo no. Y eso es suficiente para las dos.

— Alex, no puedes estar enamorado de mí. —Su mirada es triste, sus ojos lucen torturados.

— Sería lo más natural.

— Sería un cliché mal ubicado. Tú y yo juntos, el orden natural de las cosas. ¿Qué parte del libro somos?

Me rio porque es astuta.

— Podemos tomarlo día a día, beso a beso, con calma.

— No estoy enamorada de ti, Alex.

Su honestidad me golpea las entrañas. Parpadeo y me echo atrás.

— Y no estás enamorado de mi, es solo un capricho. Probablemente porque tienes mucho tiempo sin tener una novia.

Me siento en la cama, enojado de repente.

— ¿Insinúas que lo que siento es ficticio?

Las ganas de estar con Luna se me han quitado de golpe.

— Estuviste de acuerdo en que seamos amigos hace un rato, Alex.

— Eso fue porque estaba aterrado de perderte. Es mejor tenerte como amiga a no tenerte.

Luna suspira como si estuviera cansada.

Siento el corazón en el estómago y ganas de vomitar. Me paro de la cama y me paso una mano por el cabello. Algunos rizos me tapan la cara.

— Puede que sientas pasión, pero no amor Alex. Estás confundiendo el amor fraternal entre nosotros con el deseo que tienes en el momento. Puedes sentir eso por cualquier persona, pero si sigues este camino... Solo encontraremos que nos terminaremos odiando.

No reconozco a Luna.

No quiero mirarla ahora.

Me siento asqueado.

— No soy la mujer para ti, Alexander. Nunca lo he sido. Soy solo tu mejor amiga. Probablemente necesitas a una chica, una modelo incluso, a la que puedas llevar de la mano en las pasarelas y delante de las cámaras. Esa chica no soy yo.

Me duelen sus palabras. ¿Acaso no se ha visto en un espejo? ¿Nunca ha pensado que ninguna mujer le llega a la mitad de los tobillos? Que no hay absolutamente otra mujer que se le compare.

— Necesito que me escuches con atención, Luna. No existe otra mujer. No habrá otra mujer. Eres tú y siempre has sido tú. ¿Por qué se te hace difícil de comprender?

Luna se muerde el labio nerviosa. Siento que lo que está a punto de decir va a dolerme. Sin embargo, continuo mirándola y soy paciente.

— Yo creo... creo.... —Tartamudea nerviosa y luego se aclara la garganta—. Creo que nunca funcionaríamos juntos, Alexander.

Me quedo congelado.

Hemos funcionado por diecinueve años y al minuto que le digo que siento algo más, no funcionamos juntos.

— No estoy enamorada de ti —repite—. Me sentí confundida por el beso, pero creo que es la misma razón de porqué estás tú así. Fue la impresión del momento, pero no puedo permitirme confundir mis sentimientos.

Estoy congelado sin saber que decir.

Luna se pone de pie frente a mí. Sus manos tiemblan levemente.

— No estás enamorado de mí. —Coloca una mano en mi hombro como si me consolara.

No sé qué decir porque estoy pasmado ante la idea.

— No puedes leerme la mente, Luna.

Ella me mira con confusión.

— Te he conocido durante diecinueve años, Alex. Sé lo que piensas antes de que lo puedas decir.

Esta vez es la primera vez en años en que me enojo con Luna.

— Entonces, diecinueve años no han servido para conocerme aún, Luna. Te agradezco que ya dejes de intentarlo.

— ¿Intentar qué?

— Que quedemos como amigos.

Luna me da una sonrisa con tristeza.

— No vamos a ser nada más. Entonces, ¿qué pretendes?

Me quedo mirándola fijamente, luego los ojos de Luna parecen comprender mis intenciones y da un paso hacia atrás como si la hubiera herido.

Solo unos días atrás era por ella que habíamos dejado de hablar y ahora aquí estaba yo, diciéndole sin palabras que ya no quería nada con ella.

Soy un egoísta.

— ¿Estarás bien? —Su voz suena rota y me hace sentir un canalla.

Asiento.

Luna vacila en la entrada, como si se debatiera entre salir o no.

— Por favor, cierra la puerta al salir. —Alzo mi voz para que no le quepan dudas.

Escucho la puerta abrirse y luego cerrarse. No lo escucho, pero soy consciente que mi corazón acaba de romperse y esta vez para siempre.

Son las tres de la mañana cuando por fin decido abrir el regalo de Luna. Es un álbum de fotos con algunas de las mejores fotos a lo largo de nuestra vida, recortes de periódicos, letras de canciones, taquillas usadas y todas las cosas que han representado nuestra historia a lo largo de los años.

Soy un egoísta hijo de puta.

Sin saberlo, su regalo cae perfecto con el fin de nuestra historia.

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora