49. Sol

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Luna

Por favor —mi voz se vuelve un hilo y me arrodillo contra la cama.

Alex yace inmóvil y no abre los ojos. Duncan suspira y se deja caer en un mueble.

— Te amo demasiado, Alexander King y he sido demasiado testaruda para aceptarlo —sollozo—. Y necesito que lo escuches, necesito que escuches que no puedo hacer nada sin ti. Que toda mi vida he estado tan pegada a ti que no me he dado cuenta que tú eres lo que yo he buscado y esperado hasta que no estuviste a mi lado.

Las lágrimas caen encima de la cama y mojan la sábana. Me las quito con la mano libre.

— Alex, te he amado desde que soy una niña. Me has defendido de todo y de todos y no quiero pasar un solo día de mi vida sin ti. Un solo minuto. Por favor, Alex, despierta.

— Tienes que decirle algo más, Luna. —La voz de Duncan es ronca—. Quizá todo lo que necesite es escuchar tu voz y estará bien.

Observo a Duncan con ojos vidriosos y aprieto la mano de Alex.

Está fría.

— Eres el hombre perfecto, Alex. Te he tomado en cuenta para escribir cada uno de mis personajes basado en ti. Me robas el aliento. Eres un caballero. Eres dulce. Eres atento. Eres todo lo que una mujer puede pedir y más y cuando me di cuenta de que yo era el objeto de tu amor, me dio pánico.

Sostengo mi respiración.

— Necesito que sepas que me dio pánico porque no quería perder tu amistad, pero la terminé perdiendo de todos modos. Y lo único que he hecho desde que me di cuenta es escribir todo un libro sobre ti y lo que siento y nuestra historia. Y no quiero ponerle un punto final ahora. Así que necesito que despiertes para que podamos empezar a vivirla.

La respiración de Alex se vuelve pesada de repente.

Empiezo a llorar.

— ¿Está bien, Duncan?

El muchacho me observa desde su silla y asiente.

— No soy médico, pero está bien, supongo. No se ha muerto.

Lo fulmino con la mirada.

— Alexander, por favor, despierta —susurro suavemente—. No puedo perder un solo minuto más si no estás tú a mi lado. La vida no es divertida ni es tan emocionante.

Duncan carraspea.

Lo observo.

— ¿Estás segura de que estás hablando de Alex? Porque no hay una sola gota de diversión en su vida, es más de flores y algodón de azúcar.

Parece mi imaginación pero escucho un sonido ahogado viniendo de Alex.

Mi mirada se mueve a él y veo que su cara está en calma.

— ¿Puedes ser más delicado? Estoy tratando de decirle lo que siento.

Duncan hace un gesto con la cara y levanta los brazos.

— Alex...

— ¿Puedo sugerir algo?

Miro a Duncan como si fuera a matarlo.

— ¿Qué quieres, Duncan?

— Tal vez te convenga decirle lo que piensas de sus besos ardientes y lo mucho que quieres subirte encima de él.

Duncan se cruza de piernas y entrecierro mis ojos.

El pecho de Alexander se mueve con demasiada fuerza y su cara ahora está deformada en una mueca.

Mi mirada va desde la de Duncan que está imposiblemente tranquila a la de Alex. Y entonces me doy cuenta.

Golpeó a Alex en el pecho con fuerza y abre los ojos de golpe.

— ¡Eres un imbécil! —le grito.

Alex comienza a reírse con fuerza. La felicidad en sus ojos hace que el enojo momentáneo se pase.

Mis mejillas se tiñen de rojo.

— Me tenías diciéndote todas estas cosas cuando te estabas haciendo el dormido. ¡Y tú! —El objeto de mi enojo de dirige a Duncan—. Me dejaste volcar mis sentimientos cuando evidentemente sabias todo.

— Yo solo supervisaba. Quería decirte que Alex estaba en coma pero Alex fue muy aburrido y no quería hacerte sufrir. —Duncan se ríe—. Los dejo solos, adiós.

Miro la puerta que abre y luego se cierra. Duncan desaparece.

Alex aún se ríe suavemente.

Me cruzo de brazos y lo miro enojada. Su mano buena me toca la frente y acaricia el ceño fruncido en el medio de mis cejas.

— Te amo, mi Sol. —Su voz es ronca.

— Alex, el chiste ya pasó de moda. Y con lo enojada que estoy contigo ahora mismo, no deberías decirme así.

Alex se ríe con ternura.

— Luna, tú eres mi sol. Tú iluminas todo. No hay absolutamente nadie que ilumine mi vida como tú.

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora