Alex
Tengo los dedos de los pies arrugados como pasas porque no he salido de la piscina desde que Luna se fue. Henry me observa como si se hubiera muerto mi cachorro y tuviera que darme la noticia.
— ¿Quieres dejar de mirarme? —Espeto enojado.
— Es que de verdad eres un idiota, Alex —se ríe como por cuarta vez desde que Luna salió de la casa.
— Pero ¿por qué? Solo le dije lo que pensaba. No debió tomarlo tan mal.
— Es que no es eso lo que piensas.
Desestimo sus ideas al mover mi mano en el aire. Duncan se ríe y me pasa una botella destapada de cerveza de las que tenemos dentro de la nevera portátil.
La tomo en mis manos y le doy un trago.
— ¿Qué es lo que pienso? Cuéntame.
Duncan mueve su cabeza de un lado al otro.
— Es simple. ¿Hace cuánto tiempo no estás de pareja de alguien?
— No tengo tiempo para estar en pareja, Henry. No sé si sabes que tengo un horario ajustado de mínimo diecinueve carreras en competencias al año. Luego el resto de los días los paso practicando —Mis dientes rechinan—. Ah, espera, tú también.
Duncan mueve su cabeza de un lado al otro con humor.
— Hay tiempo para todo. ¿Dónde estás ahora? En tu casa. Puedes vivir en cualquier parte del mundo. Incluso en Mónaco, hermano. Mónaco es el paraíso para los corredores como nosotros. ¿Y dónde eliges vivir? En las afueras de Boston. ¿Qué hay de especial con eso?
Suspiro.
Pues todo, es mi casa. Están mis padres, mi hermana, está... no lo sé, mi familia.
Luna.
¿Qué diantres?
— ¿Tu punto? —pregunto.
— ¿No te das cuenta de a donde quiero llegar? ¡Vas a cumplir veintiséis años! Por cierto, ¿qué harás para tu cumpleaños? —me desconcierta lo rápido que cambia de idea—. No importa, el punto es que encabezas los tabloides con tu proyección, tienes fanáticos y mujeres que te persiguen y en tus tiempos libres, ¿quieres que te recuerde lo que haces?
Suspiro, porque sé que me va a costar años superar el comentario que dije unas horas más temprano.
— ¡Lees novelas románticas! —Henry se ríe fuertemente—. Pero no lees cualquier novela romántica, eso no. Solo lees exclusivamente todo lo que escribe Luna Hill. Y cada vez que ves una novela en una librería de alguna ciudad del mundo en donde ese libro haya llegado, compras una copia del libro. Oh, ¿y quieres que te recuerde cuando el libro finalmente salió y compraste mil copias de un tirón? Regalaste a cada uno de tu equipo y a todos tus amigos una copia.
Eso era cierto, pero me molestaba que me lo tirara en cara.
— Vuelvo y te pregunto: ¿Cuál es tu punto, Henry?
— ¿Aún no lo sabes? —gira su cabeza de un lado al otro y levanta su cerveza—. Deberías disculparte con Luna antes de que empiece a poner patas arriba Boston en búsqueda de un hombre para demostrarte solo que puede hacerlo.
Trago en seco.
— ¿De qué hablas?
— Me contó su plan. Su idea está descabellada, por cierto —da un trago de su cerveza—. ¿Siempre me he preguntado si alguna vez has visto la película Made of Honor?
¿Qué?
¿Cómo puede cambiar de tema en menos de diez segundos?
— No —respondo.
— Deberías de verla, espero que no te pase como a ese pobre tipo. Y como van las cosas, considero que es muy probable que podría pasar.
Se acaba la cerveza de un tirón y sale de la piscina.
— Bueno, hermano, gracias por esconderme por unos días —me dice recogiendo su camiseta—. Ahora debo de tomar un vuelo a Texas, visitar a mis padres por unos días y volveré a Mónaco a vivir mi hermosa y caótica vida de soltero.
Juro que si pudiera matarlo con mis ojos, lo hiciera.
— Nos vemos en un mes en el Prix de Francia. Disfruta lo que puedas disfrutar, aquí en casa.
No me da tiempo decirle lo que pienso cuando ya ha salido por las puertas corredizas. Me quedo unos minutos pensando y luego salgo de la piscina.
Tomo una toalla y la deslizo por mi pelo.
Me dirijo escaleras arriba a mi habitación.
La bolsa de papel que contiene la cabina roja de Londres en miniatura reposa tímidamente encima de mi cama y recuerdo que aún no se lo he dado a Luna. Lo aparto y prometo dárselo cuando la vea el siguiente día.
Cuando salgo del baño, enciendo la televisión.
En cualquier otra noche normal, vería la repetición de las últimas carreras, pero no esa noche. Esa noche decido ver una película romántica.
Veo Made of Honor y por fin entiendo a qué se refiere Duncan.
No tiene sentido, por cierto.
Luna y yo no somos así. ¿Cierto?
No reparo en pensar en cómo somos.
¿Es una mala excusa decirle que quiero entregarle su presente hoy? No pienso en las consecuencias cuando ya estoy marcando su número.
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La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...