Alex
Sé que le dije a Luna que iba a esperar dormir pero no aguanto un solo día más sin verla. Voy a hacer que me perdone y si tengo que echar en mano todos los recursos, lo lograré. Incluso si es necesario que vuelva a reunir a One Direction.
Son las siete de la noche cuando el avión aterriza en el aeropuerto de Boston y los guardaespaldas tienen que sacarme por detrás para poder evitar a los paparazzi que me acosan desde mi victoria. Creo que en unos días tendré mi pancarta en el aeropuerto como las de los equipos de los baloncesto y béisbol.
Le pido al chofer que se olvide de dejarme en casa y me lleve directo a la casa de Luna. Estoy cansado, tan terriblemente cansado que siento que me dormiré de pie, sin embargo mi corazón está expectante de que la veré.
Una vendedora ambulante tiene flores en sus manos en un semáforo. Compro una docena de rosas blancas y una docena de girasoles.
Le pago 50 dólares y no pido el cambio. Tengo una sonrisa en mi cara y no puedo quitarla.
El chofer me deja frente al edificio. Subo los escalones hasta el piso dos, al apartamento que Luna comparte con sus padres. Espero en la puerta con las flores en la mano luego de tocar.
Wanda, la madre de Luna, abre la puerta y me sonríe. Me abraza con fuerza y me felicita. La boca se me seca. Aún no he cruzado la puerta y ya quiero ver a Luna.
Y entonces la veo.
Se ríe de algo y por un momento todo lo que observo es cómo se ilumina su cara al reír, pero entonces su mano se mueve ligeramente y veo que el chico a su lado la aprieta.
Amanda está en el grupo también.
La sonrisa se me borra de la cara. Wanda nota que algo va mal.
— Alex, ¿está todo bien?
La mención de mi nombre parece haber llamado la atención.
Amanda suelta un juramento.
Luna se queda mirándome con sorpresa en un principio, después con confusión y por último con tristeza. Me quedo pasmado en el lugar. Las flores están todavía en mi mano. Se las entrego a Wanda y doy la vuelta confundido.
Como si no supiera qué hacer o qué decir o a dónde seguir, me volteo nuevamente y miro a Luna. Aún sigue en el sofá, la mano del chico sobre ella. Mi corazón cae a mi estómago.
No estoy enamorada de ti, Alex.
No estoy enamorada de ti, Alex.
Sus palabras hacen eco en mi garganta. Me siento derrotado y herido. Entonces, el chico voltea como si de repente decidiera que valgo lo suficiente para que me preste atención.
Es Max, el prospecto de la Fórmula 2. El chico que habíamos conocido solo unas semanas atrás.
Me sonríe con autosuficiencia y aprieta la mano de Luna. Estoy consciente de que quiere dejarme saber que ha obtenido todo el premio.
Espero solamente que lo atesore, tal y como yo lo deseo.
Mis ojos pasean de Luna a Max, luego de vuelta a Amanda y viceversa.
Me siento traicionado.
Wanda nos observa con confusión, pero nadie dice nada. Es como si de repente todos se hubieran quedado en silencio sin saber qué decir.
Me volteo hacia la puerta nuevamente. Me siento humillado.
— Alex. —La voz de Max retumba en las paredes.
Me quedo quieto frente a la puerta.
— Solo quería felicitarte. Estuviste genial en la carrera de ayer.
Aprieto mis manos en un puño y me calmo.
Salgo por la puerta y bajo corriendo los escalones. Golpeo el bote de basura con fuerza que está un lado del edificio y trato de calmar mi respiración.
Me doblo y coloco mis manos sobre las piernas.
Me siento como un tremendo estúpido.
No estoy enamorada de ti, Alex.
No estoy enamorada de ti, Alex.
No estoy enamorada de ti, Alex.
Sus palabras siguen haciendo eco en mi mente. El chofer suena el claxon cuando me ve.
Me subo al coche.
— ¿Hacia dónde, joven?
— Llévame a casa, por favor.
No digo la palabra hogar porque mi hogar ahora mismo está sosteniendo la mano de otro hombre en el sofá de su casa.
Me muerdo el labio con fuerza.
— William, por favor reserva un boleto a Mónaco para la próxima semana.
— De acuerdo, joven.
Por mucho que me avergüenza decirlo, creo que de vuelta a París han escuchado mi corazón hecho pedazos.
ESTÁS LEYENDO
La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...