23. El beso

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Alex

Antes de que incluso Duncan pronuncie las palabras, sé que hubiera preferido que me pregunte si estoy enamorado de Luna delante de todos.

No quiero mirar a Luna y me siento terriblemente nervioso, como si aún fuera un niño y fuera mi primer beso.

— Con lengua, por favor. —Agrega Duncan. Estoy seguro de que si las miradas pudieran matar, estaría muerto.

Los presentes de la mesa me miran con una sonrisa descarada. Creen que me están haciendo un favor.

Me siento terriblemente nervioso.

Luna me agarra la mano por debajo de la mesa.

— No tienes que hacerlo. —Su voz es baja.

La miro y me calmo automáticamente. Aprieto su mano debajo de la mesa. No tengo que hacerlo, pero quiero hacerlo. Tengo una curiosidad tremenda.

Además, estoy seguro que si beso a Luna todas las ideas locas de que me gusta o lo que los demás piensan de que estoy enamorado de ella, se irán de mi mente. Será un beso insípido que me hará reafirmar mis sentimientos como hermana. Será como besar a Ali, sí señor.

Con una confianza renovada, me inclino a ella y observo sus labios. ¿Cuándo Luna ha tenido los labios tan rojos y húmedos? ¿Toda la vida?

— No tienes que hacerlo Alex.

La miro a los ojos y sonrío.

— ¿Cuándo me he echado hacia atrás en un reto?

¿Como besar a Ali? Que iluso.

Luna

Cierro mis ojos cuando Alex se inclina sobre mis labios. Sus labios se presionan sobre los míos con delicadeza y me sorprende la suavidad de los suyos.

Santa mierda, me siento como en el medio de la descripción de un beso casto en una escena bajo la lluvia en un libro romántico.

Sin embargo, sigue siendo inquietamente extraño la calma de sus labios sobre los míos. Es Alex. Lo conozco de toda la vida y aún así, aún así, es sorprendente lo suave que son sus labios y lo que me está haciendo sentir su toque.

En un movimiento que no espero, Alex pasa su lengua por mi labio inferior y me hace abrir la boca. Y cuando abro la boca, su lengua juguetea con la mía y me hace cosquillas. Y no solo cosquillas, no señor.

Estoy muerta.

Alex me sostiene del cuello y siento su otra mano ahuecar el espacio entre mi cadera y el muslo, entonces se inclina hacia mis labios y su beso se profundiza y me hace sentir todo lo que describen en las películas románticas y en las más tórridas novelas e incluso en lo que puntualizo al escribir. Pero es peor.

Porque no he esperado que el beso de Alex me caliente el alma, el pecho, las orejas y las bragas.

Chispas.

Su mano juguetea con mi cintura encima de mi traje baño. Y siento ardor donde toca.

Sus besos se vuelven hambrientos y necesitados y estoy segura de que cuando pongo mis manos sobre su pecho, no quiero apartarlo, pero alguien carraspea.

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora