13. Miedo

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Luna

Caigo en cuenta de que es sábado solo cuando Amanda me pregunta que si haré algo ese día.

No he visto a Alex desde el martes porque nuestros horarios no han podido coincidir, pero he aprovechado estos días para dejar la inspiración fluir y he encontrado un buen progreso en la historia.

Al menos, ya Elliott y Brooke son amigos.

A pesar de la manera en que Alex me pidió que fuera a Francia con él, decliné. No puedo decirle que es porque he estado organizando una fiesta sorpresa junto a su hermana por su cumpleaños el próximo sábado y no es que vaya a gastar en todo pero tengo un regalo especial para él.

Sin embargo la razón por la que realmente decliné es porque de verdad estoy ahorrando para ir a Mónaco.

El año pasado cuando obtuvo el cuarto lugar fui la primera persona que llamó y lloró en el teléfono porque estuvo a punto de subir al podio. Pero no pude consolarlo porque estaba a miles de kilómetros de distancia, así que decidí que esta vez no lo perdería.

Tomo el celular y reviso los siete mensajes que me ha dejado Amanda.

Amanda:
Hola, ¿qué haces?

Amanda:
Responde.

Amanda:
Por favor.

Amanda:
Me aburro como costra.

Amanda:
Olvídalo. Soy ya una costra.

Amanda:
¿Qué estás haciendo?

Ruedo los ojos y retengo el impulso de decirle que es dramática.

Luna:
¿Qué crees que hago?

Amanda:
¿Algo aburrido que puedo mejorar?

Me rio.

Luna:
Cerca, pero no.

Luna:
Estoy trabajando.

Amanda:
Ay, mierda. ¿Te quité la inspiración con mis mensajes intensos?

Luna:
En realidad, ya iba a parar. Me tomaré un café.

Amanda:
¿Quieres que nos lo tomemos fuera?

En ese momento, un mensaje de texto de Alex llega, es una simple foto de la pista del Speedway de Boston. Escribe que está en una práctica y me pregunta que si quiero ir.

Le escribo a Amanda.

Luna:
¿Y si tomamos café y vamos a ver a chicos ardientes manejando a alta velocidad?

Amanda:
¡Suena como un plan excelente! ¿Es gratis?

Le envío un emoji de dedo medio, luego le escribo a Alex que estaré ahí.


Paso a buscar a Amanda una media hora después a su casa.

El Speedway de Boston queda a veinte minutos de donde estamos. Y una vez llegamos el ruido de los autos nos arropa.

Por supuesto, no es una carrera sino una práctica así que no nos sorprende que no haya tanta gente en el lugar.

Nos subimos a las gradas. No puedo distinguir el auto de Alex porque no está utilizando el auto de competencias. Sin embargo, puedo distinguir la cabeza rojiza de su manager Eduardo Benzant.

— ¿En qué estás pensando? —me pregunta Amanda.

Tiene unas gafas rojas de sol en forma de corazón que me resultan graciosas.

— Solo estaba viendo la pista.

— ¿Sabes cuál es el auto de Alex?

Veo un auto negro rebasar a otros dos por medio de zigzagueos y retengo el aliento cuando pasa demasiado cerca de la valla.

— No estoy segura.

Amanda mira hacia la pista. Extiende sus brazos y los coloca encima de dos butacas. Se desliza en el asiento y sube sus piernas al frente.

— ¿No te da miedo lo peligroso que es este deporte?

Trago en seco.

— Eso es una pregunta que deberías hacerle a Alexander, ¿no?

Ella se baja los lentes hasta el puente de la nariz y me mira por encima de los vidrios.

— ¿No te da miedo perder a Alex?

La verdad es que lo he pensado, en ocasiones.

La única gran pelea que Alex y yo habíamos tenido a lo largo de los años, se debió justo a su afán por la alta velocidad.

Alex había cumplido los dieciocho años recientemente y había decidido practicar en las carreras de manera profesional.

Cuando tuvo su primera carrera en el Speedway de Boston, giró demasiado rápido en una curva. Su vehículo se salió de la pista y giró en el aire quedando destrozado.

Recuerdo que llevaron a Alexander de emergencia al hospital. Recuerdo que oré a Dios porque lo devolviera, sano y salvo. Recuerdo que no estuve aterrada nunca tanto como en ese momento.

Y cuando por fin abrió sus ojos unas horas después, supe que siempre estaría aterrada de por vida mientras se dedicara a eso.

— Es mi mejor amigo —miro al frente, a la pista—. Claro que me daría miedo perderlo.

La pareja perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora