Alex
En el día de hoy, las ideas no son mi punto fuerte porque inmediatamente como he pronunciado las palabras, sé que Luna está terriblemente asustada y sé que he cometido un error.
Y también sé que he ido demasiado lejos al decir lo que he dicho.
Porque "estar enamorado de ti" no se suelta de la nada. En especial, porque nos hemos tratado como hermanos durante toda la vida.
La cara de Luna pasa por miles de emociones al mismo tiempo, así que me coloco en el suelo y empiezo a contar las estrellas. Es hora de que empiece a calmarme.
Por primera vez en años, Luna está sorprendentemente callada. Nunca para de hablar todo el tiempo y me aterra que ahora esté totalmente quieta.
Sin embargo, le doy su espacio porque reconozco que aunque puede sentir lo mismo por mi, le dará miedo el cambio.
— Sueltas eso como si estuvieras hablando del clima. —Su voz es baja pero puedo escucharla.
— Créeme, no es que sea algo que antes no haya pensado o que tenga personas recordándomelo todo el tiempo.
Trato de ser sarcástico, pero mi voz siempre es baja y suave cuando me dirijo a Luna.
Tal vez sea verdad lo que dice Duncan.
— ¿O sea que simplemente lo dices por la presión que tienes alrededor? No es algo que sientas, entonces.
Me siento en la pista y la miro.
Luna está mirando al cielo y evita mi mirada.
¿Cómo le explico?
— ¿Desde cuando me importa lo que diga la gente?
— ¿Desde cuando has estado enamorado de mí?
Touché.
Me acuesto en el suelo y empiezo a analizar la situación.
— Tal vez sea solo la impresión de haberme besado —ofrece—. Tal vez creas que es lo que debes decirme. Y no es algo que sientas de verdad.
— Ajá. Tal vez, Luna.
Concuerdo con ella pero estoy mintiendo. Luna no ha dicho que no siente nada por mí pero tampoco ha dicho que lo siente. Así que he sido yo quien me he humillado a mi mismo y he ido a confesar algo que acabo de descubrir de un sopetón.
— ¿Podemos ser amigos todavía? —pregunta Luna.
— Siempre —le contesto, pero la verdad es que estoy completamente decepcionado.
Y desesperanzado.
Cuando regresamos al área de la piscina, la gente evita mirarnos. Al menos, están disimulando que algo ha pasado entre nosotros.
Al parecer han seguido el juego, pero la realidad es que no tengo ánimos de jugar. Luna evita hablar conmigo mientras caminamos por el sendero y tengo tantas ganas de estrecharla entre mis brazos y volverla a besar de nuevo que siento un dolor físico.
Me siento como un marica.
— ¿Y bien? ¿La follaste? —Duncan se acerca a mí cuando Luna se dirige a donde Amanda. Arqueo una ceja con una mirada desaprobadora—. Perdón, ¿le hiciste el amor?
Resoplo frustrado y me paso una mano por el cabello.
— Le dije lo que siento por ella.
Mis labios se aprietan como si me costara admitir aquello.
— ¿Lo que sientes por ella? —Una sonrisa surca los labios de Duncan—. ¿Y qué es eso? Porque hasta hace menos de una hora no tenías ni idea. Me sorprendes.
— Hace menos de una hora no la había besado.
— No sabía que los hombres nos enamoramos por un beso, pero como tú eres medio florecita, eres la excepción.
Mi mirada parece dejarle saber a Duncan que no estoy de humor porque deja de bromear de repente.
Camina conmigo hacia un banco. Me siento con las piernas abiertas y Duncan se queda de pie.
— Explícame cuál fue el fallo. ¿La besaste con pasión? ¿Le agarraste el...? —Sus palabras se pierden en el aire—. ¿Cuáles fueron tus palabras exactas?
Resoplo frustrado.
Maldita sea.
— Le dije que estoy enamorado de ella, pero me pidió que seamos amigos.
Duncan parece analizar mis palabras.
— ¿Así no más? ¿Estoy enamorado de ti? ¿Eso dijiste?
¿Estoy hablando mandarín? Porque creo que eso fue lo que he dicho.
— Le dije exactamente: "Luna, tenemos un problema. Creo que estoy enamorado de ti". Mis palabras exactas.
Su cara se deforma en una mueca irónica.
— Estás de coña, Alexander.
Nunca usa mi nombre completo, así que debo hecho algo muy estúpido porque Henry está totalmente serio.
— ¿Qué hice mal?
— Amigo, para ser un hombre que ha tenido una mejor amiga durante casi dos décadas, no sabes nada de mujeres.
Lo fulmino con la mirada.
— Ilumíname, gran maestro.
Duncan me da una sonrisa irónica y luego me palmea la espalda.
— En primer lugar le dices que tienen un problema. ¿Quién diablos piensa que es un maldito problema estar enamorado de una mujer? Ah, perdón, Alexander King.
Me preocupo.
— Luego vas y le sueltas que crees, escucha bien Alexander, crees que estás enamorado de ella. ¿Cómo le confiesas a una mujer tus sentimientos y no estás seguro? La vas a hacer sentir insegura. Y encima te preguntas por qué salió mal. Hermano mío, bien salió que te pidió que siguieran siendo amigos.
Miro a Duncan con un gesto derrotado porque así es como me siento.
Abatido.
— La regué, ¿cierto?
— Un poco, hermano. Pero, ¡hey! Es mejor tenerla como amiga que no tenerla, ¿cierto?
Las palabras de Duncan se suponen que me animen pero la realidad es que me hacen sentir como un imbécil.
El peor de todos.
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La pareja perfecta
ChickLitLuna Hill es una escritora frustrada que tiene seis meses buscando la inspiración sin encontrarla. Su publicista le da un último aviso de que debe entregar un nuevo libro en tres meses o deberá terminar el contrato. La famosa promesa de la Fórmula...