𝒩𝑜 𝒻𝑒𝑒𝓁𝒾𝓃𝑔𝓈 | 𝒽𝒶𝓈𝒽𝒾𝓂𝒶𝒹𝒶

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—¿Por qué quieres contratar una familia de sicarios? —preguntó el joven albino a su padre, que lo miró con enojo.

—Los negocios son los negocios —dijo simplemente el señor Senju.

En ese momento, tocaron la puerta.

—Ve a abrir —le dijo a uno de los muchachos que trabajaban en su casa, quién asintió y después regresó con tres personas.

El que llamó la atención del hijo mayor de los Senju, fue la figura de cabello largo, con gafas oscuras, que iba en medio de los que parecían sus padres.

—¿Puedo encender un cigarrillo? —fue lo primero que dijo ese chico, por la voz, pudo notar que lo era; Butsuma lo vio con una ceja arqueada—. Si no fumo, me voy a morir. No he fumado en todo el viaje y necesito un cigarrillo.

—Adelante —dijo Butsuma mientras los recién llegados tomaban asiento.

—¿Cuál es el trabajo? —dijo el hombre mayor, mientras que la mirada de cierto Senju no podía despegarse de esa sensual boca que se metía en su boca el cigarro para inhalar en humo del tabaco y llevarlo a sus pulmones.

—Matar a estos —dijo Butsuma, entregándoles algo—. Quiero que sea en secreto y en silencio.

—Veo que conoces nuestro modo —dijo la voz de una mujer.

—Obviamente, si no, no se me hubiera pasado por la cabeza el contratar sus servicios.

—Delo por hecho.

Los ojos del chico del cigarro miraron los del primogénito de aquel hombre y ambos pares de ojos no se separaron de los otros por el tiempo que continuó la reunión.

___________

—Quiero tocarte, ¿puedo hacerlo? —dijo el Senju contra la piel blanca de su muy sensible cuello.

—P-pensé que ese era el plan inicial.

—No quiero hacer nada que no desees —esas palabras dejaron al Uchiha mirándolo como si fuera un bicho raro.

—¿Qué?

—Te amo, Madara.

Esas palabras resonaron en su cabeza como un mal recuerdo. No le dolían, no le producían nada. El supuesto amor de Hashirama hacía él no producía nada porque esencialmente, él no sentía nada por nadie.

Podía herir, torturar, matar, sin ningún tipo de sentimientos. ¿Manipular a las personas? También. Pero esas palabras...

—No me digas esas cosas —dijo, algo enfadado.

A Madara le afectaba la palabra amor. Nunca nadie le había profesado amor más que Ana.

—Ven, Madara, mi niño —dijo Ana, dando palmadas en sus muslos.

—¡Mamá! —dijo el pequeño Uchiha corriendo hacia ella y sentándose. Ella lo abrazó. Lo cierto es que Ana no era su madre, era su nodriza, pero lo quería y cuidaba más que su madre verdadera.

—Te amo, mi niño, nunca lo olvides.

—¡Yo también te amo, mamá!

[•••]

—Mamá... Perdón... —dijo el pequeño Madara de cinco años, bajando la pistola y mirando el cuerpo moribundo de la mujer, toda empapada de sangre. Se acercó a ella, consiente de que su padre lo vigilaba y le iba a pegar después.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄 | naruto shippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora