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Chase

La besé. Había deseado hacerlo desde que la conocí. No quería admitirlo, pero así era.

Fue tan hermoso de principio a fin. Porque sí, terminó. Así es la vida, todo lo que tiene un comienzo tiene que acabar en algún momento. Aunque no sea lo que queramos, sucede.

¿Innecesario de vez en cuando? Absolutamente.

Gracias a mi mala suerte no terminó como yo quería. Pensé que iba a sonreírme o algo parecido, pero no, eso no fue lo que sucedió. En realidad, no hizo nada, ese fue el gran problema.

Se separó de mí y dejó un espeso silencio, que empezó a matarme con el paso de los minutos.

Era mejor que reaccionara, hasta dándome una cachetada. Si me hubiese pegado sabría lo que piensa de mí en este instante, no tendría esta horrible incertidumbre.

Ella se acomodó mejor en su asiento y volvió su vista a cualquier lugar que no fuera mi cara. Estaba evitándome, supongo.

Pero no das un beso y después ignoras a esa persona. Estoy seguro de que eso no se hace.

—¿Se puede saber qué te pasa?— pregunté con un tono de voz un poco más agrio de lo que quería.

No quería hablarle así a Germany, pero estaba muy confundido y necesitaba una respuesta, una explicación válida para dejarla ir sin sentirme como un animal.

Me acomodé correctamente en mi sitio, viendo el lugar en el que estábamos, recorriendo cada rincón con la mirada para poder ir hasta allí y esconderme de esos ojos celestes tan hermosos, los cuales ya no volvería a ver igual. No después de ese beso.

Repiqueteé los dedos en el volante sin ninguna intención de detenerme, los nervios me estaban matando. Debía romper el silencio otra vez.

—Responde. ¿Qué te pasa?— pregunté, esta vez más tranquilo.

—Nada.

—¿Te parece que esto—señalé nuestro entorno—... es nada?

—¿Puedes conducir o me voy en un taxi?

—¿Qué?

Ella por fin dio la cara, y puedo jurar que me imaginé todo menos esa reacción. Tenía lágrimas rodando por sus mejillas, esto me desconcertó por completo.

—No tengo ganas de hablar y menos contigo. Así que si pudieras dejar de insistir, te lo agradecería mucho.

—Por lo menos dime qué te pasa.

—¡Que tú tienes novia, eso me pasa!— respondió, casi en un grito.

Con las tantas discusiones que tuve por teléfono con Lara creí que ya estaba enterada.

—Tienes novia, me besaste y yo también te besé.

Traté de tocar su brazo para que pudiera calmarse, pero enseguida lo quitó, golpeándome en el proceso. Me sentí desconcertado por su rechazo, y únicamente lo dejé pasar porque entendía las razones de su comportamiento.

—¿Es por eso?— sonreí para darle seguridad.

—¿Te parece poco?

—No, claro que no. Pero en serio pensé que tú ya lo sabías.

—¿Saber qué?— trató de mantenerse calmada.

—Ya no estoy saliendo con Lara. Terminamos un día después de tu cumpleaños.

Abrió mucho los ojos y rompió nuestro contacto visual en el momento en que comenzó a llorar.

¿Qué le pasaba hoy?, ¿acaso estaba sensible?

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora