Germany
Mientras veía a mi hijo dormir, acariciaba su pelo, imaginando como sería de mayor. Quería convencerme de que se parecería a mí, pero estaba segura de que sería igual a su papá.
¿Será alto? ¿Cómo se comportará? ¿Me seguirá queriendo cuando encuentre una novia? Más y más preguntas invadían mi mente y me hacían un nudo en la garganta.
De pronto las lágrimas salieron de mis ojos sin permiso. El embarazo me tenía las hormonas alteradas, y no, no lloraba por tristeza o angustia. Últimamente lloraba por pura felicidad.
Mi familia me hacía tan feliz que la única forma que tenía para expresarlo era llorando como una niña pequeña.
—¿Otra vez llorando?
Chase atravesó la puerta, con su hermosa sonrisa y sus ojos encantadores, mientras sostenía un plato con fresas y Nutella.
Quise comérmelo a besos. Él en serio sabía lo que necesitaba sin siquiera pedírselo.
—Te estoy consintiendo mucho. Algo anda mal— besó mi frente para después sonreírme.
—¡Ella anda mal! No quiere salir— señalé mi panza.
En realidad, Paris estaba muy sana de acuerdo a lo que nos dijo la doctora. De hecho, estaba tan tranquila dentro de mí que no quería conocer el mundo. Y yo ya no daba más con las ansias.
—Quiero conocerla— dije, recostando mi cabeza en su hombro mientras llevaba un pedazo de fresa cubierta de chocolate a mi boca—. ¿De qué color crees que serán sus ojos? Espero que sean iguales a los míos.
Nos quedamos en silencio.
—Yo...— empezó a hablar pero calló de repente.
—¿Qué pasa?— tomé su mano y entrelacé nuestros dedos.
Con mi otra mano acaricié mi barriga. Ya estaba tan grande que ni siquiera podía ver mis propios pies.
Él dudó una vez más, pero por fin se dispuso a hablar. Su rostro solo mostraba cansancio y estrés. Lo podía notar en sus marcadas ojeras.
—Tengo miedo.
—¿Por qué?
—No tengo ni la menor idea de cómo debo actuar. No sé qué debo hacer en el hospital. Quiero apoyarte pero no quiero ser un estorbo. ¿Y si...?
Dejé el plato sobre la pequeña mesa, tenía que darle toda mi atención a esta conversación.
Lo entendía. Pasé por todo ese remolino de sentimientos a los dieciocho años, justo cuando debía parir por primera vez. No era fácil.
—Chase— tomé su cara con delicadeza—. Solo necesito que estés conmigo. No quiero nada más.
—Pero...
—Tenerte ya es suficiente. No sabes cuánto deseé que estuvieras allí el día en que nació London. Por dentro pedía a gritos tu presencia. Necesitaba tu mano, no la de Kiama. La amo pero te necesitaba a ti. Y esta vez podré tenerte a mi lado, apoyándome, tranquilizándome... No puedo pedir más.
Sus ojos se empañaron, mas no derramó ni una sola lágrima. Solo sonrió y se acercó aun más para pegar sus labios con los míos.
Sus labios eran suaves y cálidos, pero sus besos me recordaban el amor y la pasión, las bases de la relación, el inicio de todo. Y es que así debía ser. No debía cambiar nada con el paso de los años, no en el corazón, no en la piel.
Puso su mano en mi nuca para profundizar el beso, pero de un momento a otro, se separó.
Junté mis cejas, extrañada por su reacción. Simplemente no podía creer que me había dejado de besar solo para verme como un idiota. Ni siquiera hizo algo cuando le di un ligero golpe en la pierna.
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El destino
RomanceEl destino. Es inevitable, sobrenatural e impresionante. Todos piensan que es algo bueno, sin embargo, no lo es en todos los casos. Te puede llevar a lugares y momentos horribles, o traer malas personas a tu vida. Mi pasado fue así por obra del mar...