6. ¡Feliz cumpleaños!

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Chase

—¿Hay noticias?— pregunté a Payton, que justo venía de la habitación en donde un doctor revisaba a Germany.

Me dejó totalmente aislado porque creía que iría a hacer un desastre arriba, por lo imprudente que podía llegar a ser.

Él estaba exagerando. Eso era claro.

Aunque no lo podía negar, estaba aterrado. De camino se había puesto mucho peor y realmente me preocupaba su salud. Dallas había dicho que podía morir. Y no podría resistir algo así.

No podía morir. Ella no.

—Aún no se sabe nada, Chase. Intenté verla pero no me dejaron. Dicen que puede ponerse peor si estoy...

—¿¡Peor!? Dios mío. Ella no puede morir— me senté en una silla giratoria del laboratorio en el que me encontraba.

Ese lugar no era mi favorito, específicamente. Nunca lo había visto pero el solo estar ahí me hacía sentir una vibra mala.

Todo era demasiado blanco, más que todo por los insoportables fluorescentes en el techo que iluminaban el lugar. En las mesas de un material muy sólido tenían microscopios, líquidos y muchas otras cosas. De una pared colgaban trajes blancos, me imagino que especiales para esto, o yo que sé.

Todo era muy de película y me ponía nervioso.

—No va a morir— rodó los ojos—. Qué dramático, por el amor de Dios— murmuró.

—¿Cómo estás tan seguro y tranquilo?

—Porque ya le ha pasado varias veces esta semana, solo que ha estado con nosotros en ese momento.

Frené en seco la pierna que tambaleaba desde hace bastante tiempo ya, y lo miré, un tanto descolocado.

—Ella no me dijo nada.

—Razones ha de tener— me miró con desprecio y negó con la cabeza—. Después de todo lo que pasaron, Chase, ¿cómo la vienes a cagar así? Y aún más, ¿cómo le vas a cagar así la vida a la persona que más te ha querido en este puto mundo?

—Tengo mis razones— respondí a regañadientes.

—¿Cuáles? Solo dame una.

Volteé mi mirada para no seguir viendo sus ojos de ese profundo azul que compartía con la señorita de mi corazón, para quedarme viendo un punto en específico del suelo, en el que se me vino a la mente la imagen de una Germany, llorando, mientras me decía que la había destrozado nuevamente.

Podía recordar esa noche. Era mi fiesta de cumpleaños y ella estaba ahí conmigo. Borracha, pero estaba. Y mientras la dejaba en mi cama, con la mejilla roja y adolorida, ella estaba llorando. Llorando por mí.

Estaba seguro de que la había hecho llorar más veces de las que la había hecho sonreír. Y el solo pensar en eso me partía el corazón.

Ella era tan maravillosa y yo estaba tan jodido. Lastimaba a todo el que estuviera cerca y ella no lo merecía. Después de todo, era ella la señorita de mis ojos, ¿no? Y no podría verla sufrir. Menos por mi culpa.

—Me llamo Germany— me lo dijo una niña, rubia y con su hermoso color de ojos, tan pequeña que me hacía querer apapacharla.
Hasta se me olvidaba el detalle de que tenía cara de querer matarme.
Mamá dijo que podíamos ser amigos, pero parecía tan insoportable que no creía poder ser su amigo alguna vez.
—Yo soy Chase. Un gusto, señorita mala cara.
—¡No me digas así!
—¿Por qué no? Soy libre y puedo decir lo que yo quiera.
—Pues a mí no me gusta que me digas así— cruzó sus brazos.
—Pues te lo diré de todas formas, señorita mala cara.
Hizo una mueca y volteó los ojos. Esa niña no me caería bien pronto.
—¿En serio tengo mala cara?— preguntó después de un rato, tocando sus mejillas.
Bueno... era insoportable, pero también era la niña más bonita que había visto en toda mi vida. ¿Se podía tener esos ojos? Porque eran muy lindos. Se parecían a una de mis bolinchas favoritas.
—No— le respondí.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora