10. Familia

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Sentía como mi cuerpo se relajaba cada vez más. Mamá había dicho que era normal.
En mi cumpleaños número ocho me sacó de mi fiesta de cumpleaños para llevarme con mi papá, Dallas, después me encontré a Alex. Y ahora, estaba aquí. En una camilla, esperando que el ardor de la aguja que recién me inyectaron en el brazo desapareciera.
—Todo va a estar bien— Alex me dio ánimos mientras me tomaba de la mano.
Traté de ser valiente como mamá me lo enseñó y sonreí.
—¿Ese líquido que inventaste es seguro?— vi al señor Ignacio hablando con mi madre en una esquina de la habitación—. Esa niña es importante. Si algo malo le pasa, todo se vendría abajo.
—Es seguro, no te preocupes tanto.
—No estoy preocupada. Solo... quiero que todo salga bien con el idiota de Dallas, y para tenerlo cerca ella es la única opción.
Mis ojos empezaron a cerrarse poco a poco, pero podía seguir escuchando.
—Si fuera por mí ella estaría muerta, pero sabes que su padre tiene secretos guardados que necesitamos saber. La mocosa y el otro nos ayudarán en eso.
—¿Cómo ayudarán?— intervino Alex.
—Los mantendremos con nosotros para darle preocupación al idiota, y mientras tanto nos servirán de prue...
Dejé de escuchar porque me quedé dormida.

Desperté de golpe, levantándome hasta quedar sentada. Miré todo a mi alrededor y tardé en ubicarme. Seguíamos en la pequeña casa, y Chase estaba a mi lado, roncando como siempre.

Me alivié al ver que no estaba con esas personas, pero al mismo tiempo estaba demasiado preocupada.

¿Por qué no tuve ese recuerdo antes? ¿Por qué hasta ahora venía a mí? ¿Por...?

—¡Alex!— salté en sus brazos.
Estaba aterrada. Cuando abrí mis ojos de repente estaba en mi cuarto, y no recordaba nada del día anterior. Fue como si una hada hubiese echado polvillo mágico para borrarme la memoria.
¿Eso era posible?
—Hola, preciosa— me envolvió fuertemente.
—Me duele la cabeza— hice un puchero.
—Lo sé—me acarició la espalda, cariñosamente—. Ya pasará.
Sabía que estaba caminando, pero no sabía hacia dónde me llevaba.
Empecé a escuchar música y risas de gente mayor, podía asegurar que todos eran hombres y muy grandes.
Mis manos empezaron a temblar.
—¿Es tu hija, Elizabeth?— una voz escalofriante se escuchó.
—Por supuesto que no. Es la hija del policía y su difunta esposa.
—¿Dallas? Oh, maldito— esa era una mala palabra...—. Así que eres hija del miserable ser que me dejó así.
El hombre se acercó y poco a poco Alex me bajó hasta quedar en el suelo. No quise ver su cara, pero la curiosidad me ganó. Tenía miedo, pero quería ver qué era de lo que hablaba.
—¡Aah!— era horrible.
La mitad de su cara se veía deformada y de un color raro, muchísimo más oscuro que su piel normal. Hasta uno de sus ojos era blanco del todo.
—¿Te asusté?— todos soltaron risas, pero a mí no me hizo nada de gracia.
—¿Puedes sacarme de aquí?— pregunté a Alex, quien estaba tan asustado como yo, como pude ver en su cara.
No me respondió nada, pero yo quería irme de ahí justo en ese momento.
—¿A dónde vas? Pienso divertirme mucho contigo, señorita.
Espera... ese apodo lo había escuchado antes, y con esa misma voz. ¿Acaso él fue quien había intentado hacerme daño mientras me decía así?
Comencé a lloriquear al recordarlo.
—Por favor, no.
—Dile hola a tu papi de mi parte, espero y nunca olvide lo bien que te estamos tratando— sentí su mano golpear mi mejilla, hasta que terminé en el suelo—. Y lo bien que le irá a él en un futuro.

¡Germany!— gritó Chase, casi en mi oído.

Salí del trance que me dejó en muy mal estado. Las lágrimas ya habían rodado hasta llegar a mi cuello. Sentí como el dolor en mi pecho se transportaba a cada parte de mi cuerpo, jamás tuve un recuerdo tan realista.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora