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Germany

Después del mal rato que me hizo pasar el estúpido —ya no tan perfecto— desconocido, volví a casa.

Desde que llegué, mamá estuvo muy apurada por todo lo de la cena con Ignacio y sus hijos, así que yo estuve abrumada por todas sus órdenes.

Sonó el timbre y mamá me pidió que abriera la puerta. Caminé hasta llegar a ella y la abrí, encontrando a Ignacio con dos personas más; aunque no las pude ver bien, porque abracé rápidamente a mi futuro padrastro.

—¡Hola, Nacho!— dije entusiasmada, apretujándolo un montón.

—Hola, cariño ¿Y tu madre?— preguntó.

—Está en la cocina— me separé de él con una gran sonrisa—. Pasen.

Ya estando dentro, tuve la oportunidad de conocer a sus hijos, que por una mala jugada del destino eran, nada más y nada menos, que el chico rubio del centro comercial y su pequeña acompañante.

Sigue teniendo esa horrible perfección...

Nos miramos por un largo rato, compartiendo un silencio incómodo. Supongo que él tenía vergüenza y yo mucho odio.

—Hola, mi amor— mi madre interrumpió nuestro silencio sepulcral, dándole un beso en la mejilla a Nacho—. Al parecer, ya se conocieron.

—Sí— se adelantó el rubio—, gracias por invitarnos, Eli.

Idiota...

Mamá sonrió, mirándolo con un total aprecio.

—¡Te extrañé muchísimo, Eli!— exclamó la niña acercándose a mamá.

Alzó los bracitos y mi madre la cargó, dejándose abrazar; parecía una niña muy dulce. Nada parecido a su hermano mayor, eso seguro.

¿Ella es tu hija?— preguntó—. Porque es muy guapa.

Bien... era hora de socializar.

—Sí, soy su hija— me acerqué a ella—. Me llamo Germany. ¿Tú cómo te llamas?

—Me llamo Leah— sonrió ampliamente, haciéndome sonreír sin siquiera pensármelo.

No pude evitarlo, a su sonrisa le faltaban muchos dientes.

—¿Cuántos años cumples, Germany?— hizo una pregunta, otra vez.

—Estoy cumpliendo dieciocho años— respondí.

A lo que ella abrió los ojos con asombro y después disimuló sonriendo ampliamente.

—Muy vieja, ¿no lo crees, pequeña?— abrió la boca el... Ese...

Estaba segura de que si volvía a abrir la boca, le escupiría en la pura cara.

—Nop— negó con la cabeza.

—Me caes bien— le dije a Leah siendo dulce, y apuñalé al rubio en mi mente.

Era obvio que Leah era mucho más simpática que su hermano.

—¿Tienes novio?— me tomó por sorpresa con esa pregunta tan repentina.

—Leah, no creo que...— Ignacio intentó detenerla.

—No te preocupes, Nacho— lo detuve y miré a la pequeñita que esperaba una respuesta—. No, no tengo.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora