13. Olvido

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Chase

Entré en la cocina y lo primero que vi fue a Scott, dándole golpe tras golpe a Joey. Pasé mi vista a la mujer que estaba parada al lado de la mesa, lo que hizo que mis ojos se abrieran tanto como pudieron.

—¿Larisa?— pregunté, sin poder creérmelo del todo.

—No fue mi intención— enseguida se quiso hacer la víctima.

Pero... ¿De qué?

Me acerqué con cautela. Mis pasos me permitieron ver a Germany tirada en el suelo, boca a bajo, haciéndome perder el control.

Apresuré mis movimientos para poder tirarme al suelo junto a ella. Revisé su pulso y me aseguré de que estuviera respirando. Por suerte estaba viva, pero eso no quitaba el hecho de que estaba inconsciente.

Miré hacia la ventana y noté que London se encontraba parado allí, con la cara empapada en lágrimas, mientras alternaba su mirada entré la cocina y por detrás de él.

¿Había más intrusos dentro de la casa?

Scott, suelta a ese saco de papas y encárgate de Germany, por favor— él por fin reaccionó y se dio cuenta de lo que había pasado.

Como vi que Aaron también bajó, le pedí que vigilara a Lara mientras yo iba a confirmar la seguridad de mi hijo.

—London...

—¡Chay!— escuché esa voz.

Miré hacia todas las direcciones posibles hasta que la encontré, sentada en las raíces de un árbol, sosteniendo su brazo.

En cuanto me acerqué noté que su antebrazo se encontraba sangrando. Enseguida me alarmé.

—¡¿Qué te pasó?!

—¡Se cayó!— contestó London en lugar de ella—. Ayúdala, papá.

Me hinqué para poder estar a su altura y mis manos comenzaron a temblar de solo ver su herida.

No era doctor. Estudié durante varios semestres esa carrera, pero a decir verdad, había pasado solo por el dinero de Ignacio. Ni siquiera llegué a alguna clase a tiempo.

—Dios, cálmate, por favor— le rogué.

No podía verla llorar.

La alcé entre mis brazos y pensé, rápidamente. Creía recordar la existencia de una pila por fuera de la casa, eso ayudaría.

—Me avisas si en algún momento duele, ¿sí?

Ella solo asintió.

Dejé que el chorro de agua me cayera en la mano para poder limpiar el alrededor de su herida.

Lo único que recordaba es que dependía de cómo pasó y con qué para poder intervenir o no.

—¿Cómo te cortaste?

—¡Estaba corriendo y se cayó!— mi hijo era el más afectado por la situación. Después tendría que hablar con él.

—Sí, bueno— tendría que formularlo de una manera distinta—. ¿Sabes con qué se cortó?

—Un tubo de metal. Estaba tirado por una de las verjas del muro, a uno de los lados de la casa— esta vez habló Leah.

No tardé en unir cabos. Seguramente, esos intrusos entraron por ahí y dejaron ese famoso tubo del que hablaban.

Pero no era el punto más importante, aunque no dejaba de serlo. Lo que importaba ahora era el bienestar de mi hermana, y no podría hacer algo por ella rápidamente, porque si fue un metal podría hacerse una infección si no era revisada de la manera correcta.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora