12. Intrusos

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Doble capítulo porque soy muy buena.

Abbey

El solo recordar lo que vi me ocasionaba nauseas. Tanta gente muerta en un mismo lugar, y todo por el maldito de Estean y la bruja de Elizabeth.

Agh, me caen mal. Muy mal. Pienso en ellos y me pongo agresiva.

¿Contexto? ¿Explicación? ¿Historia? Sí, hay de todo eso.

Ellos no robaron armas a la organización, robaron hombres, y no, no se los llevaron, los mataron. Mataron a muchos de ellos, a esas pobres personas que no tenían nada en común con sus caprichos y maldades, simplemente lo hicieron porque se les dio la gana.

No me gustaban las injusticias. Y menos así, por venganza y rencor. Absolutamente nada de lo que hacían tenía justificación alguna.

Mi querido Siro lo dijo: el que hace el mal porque quiere, es así porque así lo decidió. Y jamás ha sido tan sabio como esa vez.

Las personas escogemos quienes queremos ser, los que hacen el mal es porque eso eligieron, y es lo que quieren ser por el resto de sus vidas.

A veces— solo a veces—, me dan lástima. Decidieron ser la peor versión de ellos mismos, cagándose, no únicamente en la vida de ellos, sino también en la de nosotros y todo el mundo.

Por personas como ellos todo está patas arriba. Solo los dementes se complacen haciendo algo así. Ellos son dementes.

—Hola, pelirrojita— sentí su beso en mi mejilla.

Y no solo eso. Sentí lo que últimamente atacaba a mi corazón sin freno: el miedo. Miedo de que algo le pase y no poder sentir nunca más su amor cerca de mí.

Sorian se convirtió en lo mejor de mi vida, e hizo que viera que ser policía me agradaba. Sin él la vida perdía un poco su sentido. Y no, no dependo de él, pero si me destrozaría perderlo por algo tan desastroso y horrible.

Le rogaba todos los días que nos largáramos de aquí, que saliéramos de esto antes de que fuera muy tarde, aunque él seguía de necio. Y me costaba pero lo entendía. Entendía que era su vida, era su misión, no la mía.

—¿Te vas?— su voz sonó muy baja, a penas pude oírla.

Solté una lágrima, por la tanta tristeza que llevaba dentro.

—No quiero quedarme para ver cómo te destruyen, Sorian. Te amo pero no puedo seguir aquí...— miré sus ojos, los cuales me transmitían todo el dolor que sentía—. Quiero estar bien. Quiero vivir.

Nos quedamos en silencio por mucho tiempo, pero entonces él asintió de pronto.

—No te detendré— sonrió—. Tienes todo el derecho de irte, esto es una locura. Y yo también quiero que vivas, preciosa.

Nuestros ojos se llenaron de lágrimas y salté sobre él de inmediato. Nos abrazamos por minutos que parecieron segundos, porque con él jamás sería él suficiente tiempo, hasta que llegó el momento de separarnos.

—Si algo me pasa...

—Por favor...— supliqué—. Haz todo lo posible para que no te pase algo malo. Por favor, te lo ruego. No podré soportarlo, Sorian.

Aceptó sonriendo, pero no se le veía seguro. No presté mucha atención a su aspecto, pero de un momento a otro soltó una lágrima.

¿Estaba llorando? ¿Por mí?

—¿Q-Qué haces?

Su silencio se vio interrumpido por algunos suspiros, estaba llorando de verdad. Como un niño pequeño.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora