Capítulo 39

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–Mami no quiero más... -lloro mientras siento como conectan cables y cables por mi cuerpo.

–Hija tienes que aguantar... por nosotros, por favor... -dice mi madre reclinada para poder verme.

Estoy en una camilla y veo como hay muchas personas aquí. Doctores, enfermeros, aprendices, la prensa, solo quiero salir de aquí...

–Mamá quiero que se vayan... -susurro y solo ella me escucha- todos, excepto los que hagan falta.

–Está bien mi amor, ya hablo con el doctor.

Mi madre se aleja de mi y habla con el medico, el cual segundos después voltea a verme y asiente.

–¡Okay escúchenme con atención! -todos empezaron a observarlo- ¡el que no sea necesario en esta sala tendrá que salir ahora! ¡La chica esta nerviosa y necesita privacidad! ¡Fuera todos ahora!

Veo como muchas personas empiezan a salir y eso me tranquiliza.

–Ya todos se fueron linda -me dice una enfermera- todo estará bien.

De repente me arqueo al sentir una punzada en el corazón y empiezan a temblar.

–¡Mamá duele! -gritó y escucho como suena la máquina que dice las pulsaciones de mi corazón.

Todos los doctores empiezan a correr y yo sigo con el dolor insoportable.

De un momento a otro ese dolor para y todo se vuelve negro.

–¡NO! -me levanto de golpe y me empiezo a echar para atrás hasta pegar la espalda a la pared.

–¿Kiara que pasa? -pregunta Miguel acercándose a mi y colocando una mano en mi mejilla.

Yo no paro de llorar y respirar agitadamente.

–Y-yo... s-soñé q-que e-estaba... -tartamudeo y Miguel me acuesta de su pecho.

–Tranquila todo esta bien... estás conmigo, solo fue una pesadilla... -susurra Miguel y acaricia mi cabello.

Poco a poco mi respiración se tranquiliza y me acuesto volviendo a entrar en una nube de sueño....

👻

–Kiara... Kiara... levántate.

Me quejo al escuchar a Miguel y le doy la espalda, el hace un sonido de indignación.

–Y este es el amor que dices tenerme espectro, me parece una falta de respeto.

Me río y me doy la vuelta, al hacerlo él está haciendo puchero todavía acostado.

–Me odias... -dice y lo acerco a mi pecho.

–Mentira...

Él se acomoda bien y empiezo a acariciarle el cabello.

–Si sigues así me voy a dormir.

–Duerme.

–Es tarde.

–¿Que hora es? -pregunto.

–Como las dos de la tarde.

Me levanto de golpe.

–¿Hemos dormido tanto?

–Si.

–Vamos levántate -me levanto y el se queja, pero no refuta- Ve al baño y ponte esto -saco de su closet unos vaqueros y un suéter rojo.

Viva pero muertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora