Epílogo

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Miguel.

10 años más tarde.

Ya han pasado unos años desde aquel día... y todavía no he sido capaz de olvidarla.

Han pasado muchas cosas en estos últimos años que me han hecho mejor persona...

Al despertar en ese horrible hospital sentía que quería morirme, no quería seguir, pero recordé las palabras y el beso con Kiara y sabía que algún día volvería a verla.

Cuando abrí los ojos mi madre estaba sentada en una de las sillas con una revista en su regazo, a su lado había un hombre robusto que no sabía quién era, y al otro lado estaba Liam... mi hermano.

–Liam... -susurro y levantó mi mano para que la tome.

Este se levanta rápidamente con lágrimas en los ojos y toma mi mano.

–Miguel... nos asustaste a todos.

–Tu me asuste a mi... -me rompo y empiezo a llorar frente a de todos, no me importaba, llevaba tiempo sin ver a mi hermano y lo extrañaba.

Liam me miro confundido y lo halo para abrazarlo.

–Te extrañe -digo y él solloza para luego abrazarme.

Estuvimos así un buen rato hasta que nos separamos y estamos con los ojos y nariz roja.

–¿Que pasó? -pregunto.

–Estuviste casi un mes en coma hijo... -se acerca mi madre y me abraza- pensé que te había perdido...

La abrazo y lloro en su hombro, como amaba a esta mujer.

–Tuviste una operación en la cual lograron controlar todo, pero al poco tiempo después tuviste una infección y tuvieron que ponerte en un coma inducido mientras tanto. No recuerdas nada ya que ni siquiera pudiste despertar de la operación cuando te pusieron en coma...

–Dime que Tyler está preso... -digo y el hombre que estaba en la habitación se ríe, lo miro sin gracia y este me mira divertido- ¿y este quién es? -pregunto molesto.

–Hijo no seas irrespetuoso, es él... -Mi madre lo mira y sonríe, se aleja y este se acerca un poco respetando mi espacio personal.

–¿No me recuerdas Miguel? -dice con una voz que ya he escuchado antes.

–Siento que ya lo he visto antes, pero no lo recuerdo...

Él sonríe y toma mi mano...

–Soy yo Miguel... soy papá.

Me paralizo y quito mi mano de inmediato.

No, no podía ser cierto.

–Que... -abro los ojos y veo a mamá quien tiene una sonrisa en el rostro.

–Es verdad mi amor... es tu papá.

Vuelvo a mirarlo y en seguida lo reconozco... era mi padre, tenía al frente a mi padre el que creí que había muerto.

–Papá... -digo y este asiente acercándose cada vez más a mi hasta que lo tomo desprevenido y lo abrazo.

Lloro descontroladamente, él me abraza más fuerte pero con cuidado.

–Papá... -susurro- eres tú...

–Soy yo campeón, el mismo.

–Pero no entiendo -me separo de él y lo observo.

Estaba cambiado, tenía el cabello negro y estaba mucho más musculoso que la última vez, tenía algunos tatuajes en sus brazos pero no tanto, el que no lo conociera diría que daba miedo.

Viva pero muertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora