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—Por favor, siéntese —pidió Jack con amabilidad.

Él le hizo una señal con su mano para que Iduna se sentara en la silla que estaba frente al escritorio, permitiéndole el sentarse a ella primero.

—No me impresiona que actúes como un chico educado frente a mí, no vas a hacer que cambie de opinión —dijo Iduna con honestidad—. Aún no me agradas para ser el esposo de mi hija.

Iduna se sentó en esa cómoda silla acolchada, siendo esa la que utilizaba su esposo cada vez que escribía una de sus historias. Se cruzó de brazos mientras su mirada no dejaba de contemplar a ese albino, quedándose esté de pie frente a esa puerta que él mismo se había encargado de cerrar; encontrándose los dos solos en ese estudio.

—Mis tíos me educaron a siempre ser cortés con las mujeres, aun si alguna de ellas no es de mi agrado —explicó Jack—. Así que puede estar tranquila, que no me interesa recibir su aprobación o su estimación sólo por ser un poco amable.

Lo miró sentarse en una de esas sillas que estaban delante del escritorio sin ser este invitado por Iduna, mirando a ese chico con semblante tranquilo. Esperando con serenidad escuchar las primeras ofensas de la mujer.

—Lo que dijiste no fue nada amable —atacó la mujer—. Y eso solo demuestra la clase de persona que eres.

—Lo siento, pero siempre me ha gustado decir lo que pienso o lo que siento, sin importarme si lastimo con la verdad —aclaró Jack, cruzándose de brazos—. Así que seré honesto con usted, señora Iduna.

—Muy bien, te escucho.

Ambos se miraban con una clase de mirada desafiante al ninguno temer del otro, encontrándose los dos con sus brazos cruzados y soportándose la mirada sin ningún tipo de miedo. Jack levantó su mentón con un aire de suficiencia al ver que esa mujer no tenía miedo de él, viendo que era igual a su hija, o más bien, Elsa era igual a su madre a ninguna de las dos tenerle miedo.

—No me interesa recibir su aprobación, señora. De hecho, es algo sin importancia para mí sí me quiere o no en su familia.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó con su ceja arqueada—. ¿Sabes que con esto haces que mi desprecio hacia ti siga creciendo?

—Lo sé y no me importa en lo absoluto. No es mi estilo mentir, así que le diré algo... —dijo con simpleza—. Tú tampoco me agrada, Iduna. Para ser honesto, no me complace en lo absoluto estar hablando contigo ahora, pero, ya que Elsa, te ama demasiado y que, además quiere que estés presente el día de nuestra boda, no me queda más opción que tratar de convencerte para que estés con nosotros ese día.

—Nunca te dije que podías hablarme de tú.

—Bueno, te recuerdo que tampoco me dijiste que no podía hacerlo —contraatacó Jack—. Que extraño, creía que a las mujeres no les gustaba que les hablaran de usted, ya que al parecer las hacía sentir como si fueran unas ancianas.

Iduna miró a ese albino con una sonrisa carente de humor ante su respuesta. Mirándolo con sus brazos cruzados y aun soportándole la mirada sin demostrar algún sentimiento de inferioridad o incomodidad; permitiéndole con eso el contemplar esa gran cicatriz que había en su ojo izquierdo, llamando esa herida la atención de la mujer.

—¿Por qué tienes esa cicatriz? —investigó directamente.

—Tuve una pelea con mi primo —respondió de inmediato—. Estuvimos a punto de matarnos, pero mi tío intervino y detuvo la pelea.

—¿Qué edad tienes? —preguntó al ver que él no tenía problemas con responder a sus preguntas.

—Veinticinco.

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