Sacrificio

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La sonrisa de la vampiresa se ensanchó cuando vio de cerca a esas dos niñas que le traerán felicidad a su amo, esas dos bebés que él necesitaba. Recordando que Drácula le pidió que se las llevara con vida; sin saber qué era lo que tenía en mente con ellas.

—¡No! —gritó Iduna.

John reaccionó de ese trance en el instante en el que Iduna corrió a su lado, golpeando su hombro con el de él al acercarse a esa pálida mujer que tenía entre sus brazos a sus nietas, comenzando a forcejear una vez más con ella en un intento de quitárselas. El castaño también se apresuró a ir ayudar a su esposa, siendo visto por esa vampiresa que sonrió por considerarlos unos estúpidos.

Solo necesitó levantar uno de sus brazos y golpear el rostro de la mujer con una fuerte bofetada, haciéndola alejarse varios centímetros de ella, provocando que impactara con el cuerpo de su esposo, cayendo ambos en el piso por esa fuerza con la que fue arrojada la mujer. Escuchó con placer los quejidos que salieron por parte de ambos por el dolor que sintieron en sus espaldas por ese impacto, ignorando cuando vieron como esa mujer saltó a la barandilla del balcón.

—¡Elsa! —gritó Jack—. ¡Las niñas!

Elsa no necesitó escuchar algo más para ir detrás de su esposo al verlo rodear la casa, corriendo tan rápido que había desaparecido en cuestión de segundos, yendo ella también detrás del hogar de sus padres para ir a ver a sus hijas, llegando la pareja a ese lugar en donde vieron a una mujer vestida de túnica negra y llevando a sus mellizas. La rubia sintió miedo y enojo por ver que alguien se había atrevido a tocar a sus amadas hijas; sintiéndose tan molesta que solo pensaba en alguna forma de acabar con ese vampiro.

La sonrisa de la vampiresa desapareció cuando percibió el aroma de esa pareja, no necesitó girar su cabeza para ver a ese par de híbridos, solo se limitó a saltar a la barandilla de ese balcón, equilibrando a la perfección sus altas botas negras para no caer por culpa del tacón tan fino. Volvió a sonreír cuando vio de reojo como Elsa había saltado ella también hasta llegar a ese balcón, mirando como sus padres se levantaban del piso; esforzándose para seguir de pie y recuperar a sus nietas de los brazos de esa mujer.

Se lamentó por ver cómo les habían hecho daño a sus padres, como salieron lastimados por darles la responsabilidad de cuidar a sus nietas, temiendo que los fuera a perder esa misma noche si les permitía ayudarla a recuperarlas. Bajó su mirada, negándose a perder a sus padres por culpa de ese vampiro que tenía a Anne y Eloísa, escuchando solo sus fuertes lloriqueos por estar en los brazos de esa mujer que ellas no conocían y que parecían temerle.

—¡Quédense ahí! —les ordenó Elsa, cerrando con furia la puerta de ese balcón—. No quiero que se arriesguen más.

Elsa dejó de mirar a sus padres, concentrando ahora su mirada en esa persona que tenía a sus hijas, apuntando sus armas en la cabeza de ella por si trataba de hacerles algo en ese momento; tomando por sorpresa a John e Iduna, quienes jamás habrían imaginado ver a Elsa cargando con dos pistolas y mucho menos apuntarle a alguien con ellas. La vieron segura de sí, sus manos no temblaban al sujetar con algo de fuerza esas dos pistolas, dejando sus dedos índices en los gatillos, mirándose preparada para disparar en cualquier segundo a esa persona que estaba de pie en el balcón, fijando sus azules ojos en ella sin siquiera parpadear una sola vez.

—¿Vas a dispararme? —preguntó la mujer—. Hazlo, así soltaré a tus queridas hijas.

La vampiresa parecía disfrutar de ver como Elsa titubeó al bajar sus armas, sonriendo por ver que Jack también había saltado a ese balcón, empuñando esa espada que estaba cubierta de sangre oscura, dejando que algunas gotas cayeran en el piso. Miró con enojo a la persona que tenía en brazos a sus mellizas, quedándose a un lado de su esposa, moviendo discretamente su espada para arrojársela en la cabeza a esa mujer, decidiendo confiar en que serían más veloces y podría Elsa tomar a las niñas en sus brazos cuando esa vampiresa cayera.

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