Recuerdos

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Los ojos de Elsa se abrieron lentamente al llegar un nuevo día, mirando todo con borrosidad al no recordar lo que había pasado la noche anterior, doliéndole su cabeza cuando los recuerdos comenzaron a llegar a su mente, llegando con ellos la razón por la cual había decidido beber.

Frunció su entrecejo al sentir un brazo alrededor de su cintura, bajando su mirada al no entender lo que estaba pasando en ese momento, sintiéndose sorprendida al ver un brazo pálido y una mano enguantada que la acercaba al cuerpo que había a su lado. Tragó saliva con pesadez al mirar por encima de su hombro a ese albino que se había quedado a dormir con ella, estando éste aún dormido.

—¿Qué demonios? —susurró Elsa.

Su cabeza le dolió al recordar cuándo Jack llegó a su casa, el baile que hizo, el cómo se le lanzó y por supuesto el beso que le robó. Cubrió su boca con su mano por la sorpresa de saber que hizo algo así estando ebria, regañándose mentalmente por la osadía que había hecho al dejarse llevar por el efecto del alcohol.

Se sintió aún más sorprendida al recordar como lo aventó a la cama y de nuevo el cómo se besaron, sin poder creer que hubiera hecho eso al no permitirle besarla de esa manera a John. Mordió la uña de su dedo pulgar al recordar la confesión que le dijo a Jack, maldiciéndose por no haberse quedado con la boca cerrada y guardarse sus sentimientos para ella misma.

«¡Idiota! ¡Idiota!»

Dejó de pensar en esa palabra al sentir como Jack comenzaba a despertar, acercándola más a su cuerpo y escucharlo bostezar al dormir tan cómodo como hace años no lo había hecho al faltarle Elsa a su lado. Abrió esos ojos de diferente color, mirando el cabello rubio de la mujer que fingía seguir dormida al no tener el valor de hablar con él después de todo lo que hizo la noche anterior.

Jack sabía que estaba despierta al escuchar sus pensamientos en donde se sentía mal y culpable por lo que había hecho, sabiendo que, aunque John le era infiel con su secretaria, ella no era de esa manera. Al igual que se sentía culpable por haberse aprovechado de la situación y haber besado a Jack, pensando que debió incomodarle que lo hiciera al estar ebria y por solo tener pocos días de conocerse, lamentando lo que había pasado la noche anterior.

El albino suspiró al saber los pensamientos de Elsa, quitando su brazo del cuerpo de ella al no querer incomodarla por eso, se levantó de la cama y tomó su cárdigan, volviendo a colocárselo al igual que la capucha que lo ayudaría a cubrirse de los rayos de sol que había en esa soleada mañana. Se quedó de pie frente a esa cama en donde la rubia seguía fingiendo que estaba dormida al no querer darle la cara a ese albino que solo la miraba sin ningún tipo de expresión sobre su rostro.

Escuchó como él se colocó en cuclillas al necesitar estar a su altura, haciendo algunos mechones rubios a un lado para poder ver ese rostro que tanto le gustaba contemplar. Se acercó lentamente a ella, dejando esos fríos labios en la mejilla de Elsa, tratando de contener una sonrisa al escuchar con claridad los latidos tan acelerados de su corazón, ignorando incluso el calor que se hacía presente en su mejilla al no poder controlar su emoción de ser besada por él.

—Ayer me dijiste una cosa —susurró Jack después de besarla—. Y quiero decirte que yo también me siento igual.

No esperó a que Elsa abriera sus ojos al saber que seguiría con su farsa, saliendo de la habitación sigilosamente al fingir que creía que estaba dormida. Dejándola sola y así poder abrir sus ojos, llevando una de sus manos a su pecho al no poder controlar los latidos tan acelerados de su corazón, llevando su mano libre a su mejilla al aún tener la sensación de ese tierno beso que le dio antes de irse.

—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó Elsa.

Jack salió de la casa, deteniéndose en el pórtico al ver a John bajar de un taxi, alejándose este a los segundos. Notó como la mirada del castaño lo recorría de pies a cabeza cada vez que se acercaba a él al creer que así podría descubrir algo de lo que pasó la noche anterior, sin poder ocultar la ansiedad al haberlos dejado solos.

DesiderátumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora