Noche

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Las lágrimas de Elsa caían por sus mejillas al haber recordado cada momento con su señor, cada palabra, cada beso y cada caricia era recordada con claridad, cada uno de esos hermosos momentos que había pasado al lado del hombre que amaba desde los diez años y que ahora volvía a besar. Percatándose que el sabor de sus labios no había cambiado en absoluto.

Ambos se separaron al faltarle el aire a la rubia, permitiendo que el albino mirara el rostro de su amada estar sonrojado y con algunas gotas de agua sobre su piel. Llevó una de sus manos a la mejilla de ella, limpiando con la yema de su dedo las lágrimas y una que otra gota de lluvia, las cuales se encontraban frías al ser muy notorio que esa noche comenzaba a enfriarse con cada minuto que pasaba.

Jack no tardó en descubrir la razón por la cual sus recuerdos habían vuelto repentinamente, mirando por encima de su hombro hacia atrás a ese oscuro lugar como si con eso lograra ver a la pareja de castaños que interfirieron para que esto pasara. Sintiéndose de alguna confundido al ser claro el sentimiento de molestia por la intervención de ambos, pero por otro lado se sentía agradecido de que lo hubieran hecho; ya que ahora su sanguijuela lo recordaba a la perfección.

—Señor Jack —llamó Elsa, consiguiendo de inmediato la atención de él—. Lo extrañé mucho, mi señor. Me hizo demasiada falta.

Una pequeña sonrisa se hizo presente en los labios de Jack al escucharla llamarlo de esa manera, que sin pensarlo por un momento: rodeó la cintura de Elsa con sus brazos, levantándola del césped con facilidad como si esta tuviera el peso de solo una pequeña niña. Ella no dudó en ningún momento en rodear el cuello de él al sentirse la mujer más feliz por haber recuperado a su señor, sonriendo al volver a sentir el cuerpo frío y húmedo de su señor junto al suyo.

Acercó una de sus manos a la capucha que había sobre la cabeza de él, apartándola con gentileza al querer volver a sentir la suavidad de su cabello entre sus dedos, sin importarle que gracias a eso el blanquecino cabello se comenzara a juntar al mojarse por culpa de la lluvia. Solo deseaba volver a tocarlo y percibir un poco su aroma.

Volvieron a juntar sus labios al no poder controlar esas inmensas ganas de seguir besándose; sin Jack haber soltado esa cintura al seguir sus brazos alrededor de ella, mientras que Elsa seguía sin tampoco quitar sus brazos del cuello de él, acariciando con sus pequeños dedos su cabello, subiendo una de sus manos y llevarla hasta la frente del albino, quitando así algunos mechones húmedos que la cubrían, dejándola al descubierto.

Elsa rompió el beso al querer ver el rostro de Jack, sonriendo al verlo sin ese cabello que cubría su frente y por volver a tenerlo tan cerca al igual que hace unos años. No pudo evitar ocultar su rostro una vez más al sentirse avergonzada de que él la mirara tan fijamente, ocultándose en el cuello de Jack, abrazándolo con más fuerza al no poder contener la felicidad que crecía con cada minuto que pasaba a su lado en esa oscura y fría noche.

—¿Estás bien, sanguijuela? —preguntó Jack, al sentir el cuerpo de la rubia temblar.

—Sí, sólo tengo frío —respondió con honestidad.

—Vamos, te llevaré a casa —le dijo él—. Mañana hablaremos, por ahora debes cambiarte de ropa y calentarte.

—No —pidió ella, al sentir como Jack daba un paso hacia atrás—. No quiero ir a casa, por favor. No me obligue a estar otra vez lejos de usted, no quiero, ya no quiero que me aleje, señor Jack.

Jack no pensó en su respuesta, ya que de inmediato cargó a Elsa de una manera diferente, llevando una de sus manos a la cintura de ella y la otra la llevó detrás de sus rodillas. Ambos se miraron unos segundos, antes de que la rubia cerrara sus ojos con fuerza al saber que su señor correría; sonriendo al volver a sentir como el aire golpeaba su rostro al este comenzar a correr con rapidez.

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