Tristeza

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Jack terminó de hacer cenizas esos cuerpos que habían quedado sobre la nieve al haber clavado su espada en sus corazones, solo quedando esos rastros negros de lo que alguna vez fueron unos fuertes vampiros. Se levantó de la nieve cuando el último vampiro se convirtió en cenizas, acercándose hasta donde estaban sus tíos, los cuales hablaban con los licántropos al contarles lo que había pasado con Drácula.

—Supongo que ahora somos libres —dijo Mavis—. Ahora que mi padre está muerto, no hay alguna razón por la cual no podamos salir de la tierra de los lobos, ahora podemos ir a donde queramos sin miedo a que nos quiera asesinar él o alguno de sus subordinados.

—Así es —secundó Valka, dejando su mano sobre el hombro de Mavis—. Ya no habrá más división de tierras si Drácula, está muerto. Ahora los lobos y vampiros pueden ir a donde quieran, incluso fuera de este pueblo.

—No lo puedo creer —susurró Aster—. Es extraño sentirse libre de ir a donde quieras sin miedo a que te ataquen o quieran matarte.

Jack se quedó a un lado de Aster, pensando en todo lo que estaban diciendo en ese momento. Sin también poder creer que finalmente era libre de salir de este pueblo, ahora ya podría ir a donde quiera, incluso comenzó a imaginarse viajando a lado de Elsa, haciendo que una pequeña sonrisa se hiciera presente en sus labios la imaginar como reaccionaria su rubia al llevarla a cualquier parte del mundo que quisiera y en cuanto se divertirán al estar los dos solos.

—Tengo que hacer algo —informó Jack—. Así que seré el primero en salir del pueblo.

—¿Vas a ir por Elsa? —preguntó Mavis.

—Bueno, ahora ya no hay peligro, así que no veo un inconveniente para traerla de regreso —dijo, guardando su espada dentro de esa funda—. Iré por Elsa, pero antes necesito tomar una ducha.

Miraron como ese albino había entrado a la casa con rapidez al querer ver a su rubia, sintiendo que fue una eternidad el estar lejos de ella cuando en realidad solo fueron tres días. Aster y Mavis se miraron con una sonrisa, dándose un abrazo al sentirse emocionados por finalmente poder tener esa luna de miel que nunca tuvieron, comenzando a pensar a qué lugar deberían viajar primero, mientras que Shank y Flynn, reían al recrear la batalla y los momentos en los que pensaron que morirían, sin ninguno prestarle atención a esa castaña que estaba oculta detrás de un árbol, mirando a esos vampiros y lobos reír al sentirse felices y libres por la muerte de Drácula.

Jack terminó de ducharse después de unos minutos, apresurándose a sacar de su armario un pantalón de vestir negro, una camisa de botones del mismo color, un saco negro y unos zapatos impecables que tenían el mismo color que toda su ropa. Se acercó al espejo que estaba sobre su cómoda al tratar de ver su rostro y peinarse, sin estar convencido de ningún peinado que se había hecho, solo logrando que llevara sus dos manos a su blanquecino cabello y lo desordenara, mirándose incluso más joven al haber hecho eso; tomó su colonia y se colocó sobre sus muñecas, detrás de sus orejas, pecho y cuello, arreglando al final su ropa al meter el largo de su camisa dentro de su pantalón al momento de fajarse, abriendo los primeros tres botones de su camisa y acomodar su saco al llevar sus manos a las solapas.

Se sonrió al verse tan arreglado por volver a ver a su rubia, saliendo de su habitación y dejando en esas cuatro paredes guardado el aroma de su colonia. Bajó las escaleras y tomó las llaves de su automóvil al querer que el regreso de Elsa fuera cómodo, llevando incluso su cartera para poder lavar el auto antes de que ella subiera a este, quería que todo fuera perfecto para esa chica que tanto amaba; incluso se había tomado la molestia de regresar a su habitación para tomar esa pequeña caja con el anillo de cebra que le había comprado a su rubia, jurándose que esta vez sí le prometería estar a su lado y en un par de años proponerle ser su esposa.

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