Cariño

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El vómito color rojizo cayó sobre el agua del retrete, encontrándose entre ese color algunos trozos de carne cruda que había ingerido Elsa la noche anterior, esa en la que no logró controlar el antojo y la necesidad de volver a comer carne, recordando con culpabilidad como había bebido una vez más esa sangre que había quedado debajo de esta. Una lágrima cayó en la emesis, mezclándose entre esa comida que había sido una vez más arrojada por la rubia.

Su cuerpo lo sintió tan débil cuando se hizo presente ese dolor en sus rodillas por estar allí tanto tiempo frente a ese negro excusado; no abrió sus ojos para evitar ver lo que había expulsado de su cuerpo, dejándose guiar sólo por su olfato, el cual se comenzó a desarrollar más durante esa semana en la que supo de la existencia de su bebé. Bajó su mano hasta su estómago, sonriendo al pensar que esos malestares matutinos no eran nada con la felicidad que sentiría cuando tuviera a su hijo entre sus brazos, sintiendo esa mano fría que frotaba su espalda mientras la otra se encargaba de sujetaba su rubio cabello para evitar que este tocara aquel vómito.

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Jack.

Elsa entreabrió sus ojos para ver a su prometido, viéndolo estar en cuclillas a su lado, usando su cuerpo solo un pantalón de dormir negro, dejando expuesto su pálido pecho. Su respiración era pausada cuando fijó su mirada en el rostro de su señor, admirando como algunos cabellos blancos estaban sobre su frente, su entrecejo estaba ligeramente fruncido por aquella preocupación que sentía al verla vomitar durante tanto tiempo; la rubia se percató de cómo él apartaba esa mano de su espalda cuando le respondió con un asentimiento de cabeza, siendo el encargado de presionar ese botón para que ese emesis desapareciera de la vista de su amada, dejando de incomodarla ese nauseabundo aroma.

Rodeó la cintura de ella con uno de sus brazos, ayudándola a ponerse de pie al saber que sus piernas se habían entumecido por estar durante varios minutos en esa posición, quedándose allí Elsa, al temer que vomitara en algún lado de la casa y no lograra llegar a tiempo al baño. Sus uñas se aferraron a la piel de Jack cuando este la sentó con delicadeza sobre el excusado, permitiéndole llevar una de sus manos a su frente y apartar el molesto sudor que se hacía presente en su cuerpo cada vez que requería vomitar.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —le preguntó, colocándose en cuclillas frente a ella para poder ver su rostro.

—Estaré bien, señor Jack —respondió Elsa con una sonrisa débil—. Solo necesito lavarme para sentirme mejor.

Jack asintió con su cabeza cuando obtuvo esa respuesta, ayudándola a ponerse de pie y mirar cómo se acercaba con pasos lentos hasta el lavabo, cepillando sus dientes y quitar ese rastro rojo que se había quedado en una de las comisuras de su labio, escupiendo la espuma que se había creado dentro de su boca, aprovechando la oportunidad para mojar su rostro, creyendo que eso haría que el cansancio se fuera por un momento de su cuerpo, sin haber logrado tener éxito con ello. Giró sus tobillos hacia Jack, acercándose a él, dejando su frente sobre su pecho mientras odiaba esos malestares matutinos que la hacía despertar tan temprano.

—¿Quieres que te deje sola? —Elsa de inmediato rechazó esa idea al responder con un no en un susurro—. ¿Tú quieres que nos bañemos juntos? —asintió con su cabeza como su respuesta—. De acuerdo.

Elsa se quedó de pie mientras miraba como Jack preparaba la tina al medir la temperatura del agua, dejando de estar en cuclillas cuando dejó que el agua cayera sola sin necesitar su supervisión. Miró a su prometida unos segundos antes de ayudarla a quitarse ese pantalón de dormir blanco con rayas negras, fingiendo este ser la piel de una cebra, apartándolo de su cuerpo junto con esas azules bragas, quitando después esa camiseta blanca que parecía hacer juego con ese pantalón, quedándose desnuda frente a su prometido. Jack no pudo evitar ver ese estómago que, aunque aún no se miraba grande o abultado, era muy notorio que su vientre ya estaba comenzando a crecer por ese ser que está adentro.

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