Hijo

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Inglaterra 1710

—Necesito que bebas esto —pidió Pitch, entregándole a Susan una copa con un espeso líquido negro—. Así estaré seguro que nuestro hijo estará bien.

La respingada nariz olió lo que había dentro de esa copa de cristal, reconociendo de inmediato el olor de la sangre de Pitch. Levantó su mirada para ver a su esposo, mirándolo con algo de asombro por esa petición que le estaba ofreciendo, volviendo a bajarla para ver ese espeso líquido negro que había salido del cuerpo de él.

—¿Por qué me pides que la beba? —investigó Susan.

—Porque necesito estar seguro que no le pasará nada a nuestro hijo —respondió Pitch, colocándose en cuclillas frente a esa albina—. Si algo me llegara a pasar, quiero irme sabiendo que nuestro hijo será fuerte.

Susan miró esos ojos color miel estar fijos en su rostro, suplicándole con solo una mirada que hiciera lo que le estaba pidiendo. Las largas y frías manos de Pitch acogieron la mano de su esposa, acercándola hasta sus labios y dejar un pequeño beso en sus nudillos.

—¿No estás seguro de que nuestro hijo será fuerte sin necesidad de tu sangre?

—Sé que será fuerte, lo sé, pero si la bebes podría ser invencible —contestó—. Solo quiero que esté a salvo.

Sonrió cuando acercó su mano a la cabeza de él, peinando hacia atrás ese negro cabello un tanto largo, contemplando como esos finos cabellos le permitían pasar con facilidad sus cálidos dedos. Apreció la piel tan pálida del hombre que tanto adora, logrando admirar parte de su pecho por llevar esa camisa negra desabotonada de los primeros botones, subiendo su mirada hasta el rostro de Pitch.

No pudo evitar suspirar al ver esos delgados labios que tantas veces había besado y que al parecer nunca se cansaría de hacerlo, apreció la recta nariz que él poseía, subiendo cada vez su mirada hasta esas largas pestañas negras que más de una vez la hizo dudar si sus pestañas eran tan largas como las de Pitch, dejando de pensar en eso cuando apreció esas gruesas cejas del mismo color que su cabello y pestañas. Sintiéndose tan afortunada por tener en su vida a ese vampiro, que, aunque no era tan demostrativo como hubiese querido, siempre la hacía sentir amada con palabras, con besos, abrazos y caricias cuando estaban solos.

—Estará bien, ya lo verás.

—¿Cómo estás tan segura de eso? —preguntó, levantándose del piso—. No entiendo cómo puedes estar tan tranquila sabiendo lo que pasará si mi padre nos encuentra, en especial a Jack o Melanie.

—Primero que nada, estoy completamente segura que será un niño —dijo Susan, apartando esa sábana de sus piernas—. Y segunda, yo creo que Jack, no necesitará tu sangre. Él estará bien y será fuerte sin necesidad de convertirlo por completo en vampiro.

—Yo no quiero correr ese riesgo, Susan.

Pitch vio a esa mujer levantarse con dificultad de la cama, dejándole ver ese largo vestido blanco que llevaba puesto, siendo este tan holgado que no lastimaba su gran estómago a este no quedarle tan ajustado como los demás. La miró llevar un mechón blanco detrás de su oreja cuando este le hizo sentir una clase de cosquilleo en su mejilla derecha, mirándolo al momento de haberse puesto de pie.

—¿Eso te hará sentir mejor? —preguntó la albina, mirando ese líquido negro—. ¿Estarás tranquilo si transformo a nuestro hijo por completo en vampiro?

—Sí, eso me hará sentir mejor.

Pitch miró duda en el rostro de Susan, frunciendo por reflejo su entrecejo cuando la vio fruncir esos rojos y finos labios, provocando que las pequeñas pecas que habían debajo de sus ojos y sobre su nariz se movieran al hacer eso. Se cruzó de brazos, contemplando esos brillantes ojos azules brillar por la duda de ingerir ese espeso líquido, apreciando como sus largas pestañas negras se movían, recordándole a un aleteo de una mariposa cada vez que parpadeaba.

DesiderátumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora