Frost & Murphy

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Todos los vampiros y los pocos hombres lobo que acompañaban a Jack, se adentraron a la casa de Aster y Mavis, permitiéndose esa intrusión por ser invitados por estos mismos. Algunos miraron con detenimiento todo lo que había en ese frío hogar que parecía estar cubierto por una gruesa capa de polvo ante la ausencia de esos vampiros durante esos meses.

Jack fue el primero en adelantarse y caminar hacia donde estaba la mesa del comedor, siendo seguido por ese Dhampiro que parecía ser su seguidor más fiel de todos los demás vampiros, llevando ese castaño en sus manos las pequeñas sillas de las mellizas. El albino le indicó con un movimiento de cabeza que dejara esos asientos sobre la mesa, asintiendo él con su cabeza al decidir acatar la orden que le fue dada.

Adam se tomó la libertad de apartar con una de sus manos la capa de polvo que se había creado en esa mesa de madera, dejando después esos asientos que eran utilizados por las mellizas. Se alejó un par de pasos, dejando que el albino tomara su lugar y dejara a sus hijas en sus respectivas sillas, notando el castaño que este se tomó su tiempo para dejarlas ahí, asegurándose de que no cayeran al momento de que se mecieron los asientos ligeramente en cuanto sintieron los cuerpos de ellas; admirando ambos esas sillas de un color rosado y colgando frente a los ojos de las niñas tres flores de diferente color y una mariposa blanca.

Eloísa se veía más interesada que su hermana en tratar de tomar con una de sus manos la mariposa que estaba en medio de las flores, mientras que Anne, encontraba más entretenido meter a su boca su dedo pulgar, mirando con detenimiento ese lugar que ella veía por primera vez al igual que los demás vampiros que no sabían qué hacer o decir. Jack llevó cada una de sus manos a las sillas de sus hijas, meciéndolas en un intento para que estas se quedaran dormidas, viendo en sus pensamientos que les gustaba que él hiciera eso, sintiendo como incluso se relajaban y tranquilizaban, pareciendo olvidar por completo que fueron secuestradas y casi asesinadas por Honey.

—Les agradezco que estén aquí —expresó Jack, sin dejar de ver a sus hijas—. Sin ustedes, no habría logrado proteger a mi familia, pero quiero que entiendan que, esto solo fue el principio de lo que se avecina. Los vampiros y licántropos que mataron hoy, no se van a comparar a los que traerá Drácula, ahora que él sabe que estoy de regreso y que también tengo la ayuda de ustedes... Este será el comienzo de una guerra entre la gente de Drácula y mi gente.

—No tenemos miedo —añadió Jaime, llamando la atención de Jack—. Creo que la mayoría de nosotros ya murió una vez, así que, no nos asusta morir por segunda vez, pero nos haría sentir mejor y aliviados saber que fue para matar a Drácula.

—Sí, que se vaya al infierno la muerte —expresó Emma, secundando a su hermano—. Lo único que nos ha mantenido con vida, si es que esto se le puede decir estar con vida es, el día de poder ver morir al vampiro que nos transformó en algo que no pedimos, que al hacerlo también se llevó con él a seres que amábamos más que a nada. Me importa una mierda morir, pero quiero hacerlo después de ver que Drácula muera.

—Ellos tienen razón, mi señor —intervino Alberto—. Nosotros estamos dispuestos a dar nuestras vidas para protegerlo a usted y a su familia, pero a cambio le pedimos que nos ayude a vengarnos de las personas que él nos arrebató de las manos.

—Mi señor —llamó Tulio, quien estaba de pie a un lado de Miguel y Aster—. Nosotros queremos ver morir al vampiro que nos quitó a nuestros padres, hermanos, parejas o personas que amábamos. Yo quiero confesarle que la persona que me quitó, era la mujer de la que estaba enamorado, él me quitó a la mujer que yo más amaba y que deseaba tanto tener a mi lado.

Jack frunció su entrecejo cuando notó en su mirada algo que no entendía, como si en vez de confesarle quién era esa mujer de la que estaba enamorado, le pedía que viera en su mente el rostro de esa mujer que le había robado el corazón desde el instante que la conoció. Parecía que ellos podían comunicarse con solo unas miradas, ya que Tulio asintió con su cabeza y le brindó una sonrisa a ese albino que le recordaba tanto a la mujer que más amó.

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