Dolor

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Jack miró como su automóvil se iba alejando junto con su amada, mirándola con una dulce sonrisa al ver al hombre que amaba aún cuidar que se fuera a salvo, borrando su sonrisa cuando ya no lograba verlo, dejando allí a ese albino que al ya perder de vista a esa rubia: sacó su celular, buscando en sus contactos ese número que incluso ya recordaba a la perfección.

Esperó solo unos segundos antes de que una voz masculina respondiera al otro lado de la línea.

—¿Ya volviste al pueblo? —preguntó Jack, escuchando esa respuesta que necesitaba oír—. Necesito que hagas algo por mí y debe ser ahora mismo.

Elsa llegó a esa cafetería en donde la había citado John, estacionando ese automóvil negro delante de ese rubio que fingió ocultar su furia al verla llegar en el mismo auto en donde la vio besándose con esa misma persona que estuvo a punto de matarlo. Ella no notó como las manos de aquel que había sido su prometido se habían hecho puño al estar dentro de los bolsillos de su chaqueta, ocultando con ello lo lastimadas que estaban al no haber logrado controlar sus celos.

—Solo diez minutos —dijo Elsa, saliendo del automóvil—. Dime ahora de lo que querías hablar conmigo.

—No podemos hablar aquí —respondió John—. Tu madre quiere hablar con nosotros. Ella llamará en cinco minutos a mi habitación, así que acompáñame.

—No iré contigo —puntualizó Elsa, caminando hasta quedar a un lado de John—. Si mi madre quiere hablar, que me llame. No pienso estar a solas contigo en una habitación contigo.

—Por favor, Elsa. No es necesario que digas esas cosas —se quejó, mirando fijamente a esa mujer que sentía que lo había traicionado—. Estuvimos juntos durante cuatro años, me conoces y sabes que jamás te haría algo malo. Solo hago lo que tu madre me pidió.

—Creía que te conocía, pero al ver que estuviste a punto de golpearme... Siento que en realidad no sé quién eres tú en realidad —se cruzó de brazos, mirando a ese rubio que no tenía alguna expresión, dejándola ver lo demacrado que se veía, como si tuviera varias noches de no poder dormir bien—. Lo siento, John, pero no creo que pueda ir contigo.

El rubio asintió con su cabeza al no querer arruinar lo que tenía planeado, mostrándole una máscara de un hombre tranquilo que respetaba sus decisiones, pensando alguna forma de hacer que esta lo siguiera hasta su habitación al querer decirle lo que en realidad sentía ahora al saber la verdad.

—Entiendo que no confíes en mí después de lo que estuve a punto de hacer, pero Elsa, no volveré a perder de esa manera la cordura. Solo quiero que le digamos los dos a tu madre que el compromiso se canceló, que todo fue mi culpa y decirles que todo fue mi error —dijo cabizbajo, mirando como los brazos de la rubia se separaban al creer en su mentira—. Ya entendí que no sirve de nada insistirte en volver, yo fui el idiota que te dejó ir por una estupidez. Así que permíteme decirle a tu madre lo que hice, permíteme enmendar los errores que he cometido antes.

Las voces en la cabeza de Elsa la hacían sentirse insegura, al escuchar una voz que le gritaba que no fuera con él y que no creyera en sus palabras, pero otra le decía que no le haría daño, después de todo, habían estado saliendo durante cuatro años, las veces que trataba de llegar más lejos, se detenía cuando se lo pedía y además... Sentía que el hermano de su mejor amigo jamás la lastimaría, que podía confiar en él por todo el tiempo que llevaban conociéndose.

—¿Prometes que le dirás a mi madre la verdad?

—Por supuesto, es lo menos que puedo hacer después de todo el daño que te he causado —musitó, tratando de verse creíble en sus palabras—. Solo quiero que estés a mi lado cuando le digamos a tu madre que el compromiso se rompió por mi culpa, es justo que Iduna, entienda que el único que provocó esto fui yo por mi estupidez.

DesiderátumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora