Despedida

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Inglaterra 1710

Las personas corrían despavoridas en esa noche, las mujeres tomaban en brazos a sus hijos al correr lo más lejos posible de esos intrusos que estaban en busca de un bebé. Algunos cuerpos desnudos cayeron al suelo por culpa del ataque de un vampiro, dando su vida para que ese vampiro no llegara hasta ese híbrido.

Los llantos de los niños resonaron en ese lugar, mirando algunos por encima del hombro de su madre, como su padre se transformaba para protegerlos de esos vampiros, como peleaban esas dos criaturas que los humanos consideraban sólo un mito, una leyenda que nunca se haría realidad. Algunas de esas mujeres que corrían con sus hijos en brazos, solo eran unas simples humanas que cometieron el error de enamorarse de un licántropo, mirándose igualmente algunos hombres —que también eran solo humanos— tener la tarea de proteger a sus primogénitos.

Drácula caminaba con tranquilidad por esa aldea que estaba siendo atacada por su gente, mirándose impasible al caminar a lado de algún vampiro u hombre lobo que estuviera peleando entre ellos, caminando con tranquilidad en esa agitada noche y solo dejándose guiar por el aroma y el sonido de los llantos de Jack. Su rostro no demostró ninguna expresión por ver afuera de esa casa a Aster y Mavis peleando con esos vampiros de pieles pálidas, defendiendo a un pequeño Jack que no entendía lo que estaba sucediendo afuera.

El hombre sonrió con maldad, rodeando a esa pareja que hacía todo lo posible para que nadie tocara a su sobrino. El vampiro rodeó la casa, percatándose de cierta puerta trasera que podría servirle para poder entrar; dejó su mano sobre el pomo de la puerta, quebrando esa única cosa que le impedía entrar a ese hogar. Una maldición salió de su boca cuando puso un pie dentro de la casa, sintiendo como si este hubiera sido quemado, sacándolo de inmediato de ese lugar en donde estaba Jack.

Miró a su alrededor, sonriendo en cuanto vio a una mujer embarazada correr por su vida, dejando escapar un par de lágrimas por ver a su pareja pelear contra un fuerte vampiro, decidiendo obedecer la orden de huir para poder proteger a su próximo bebé. Drácula se acercó a la mujer en un solo parpadeo, sin importarle la situación en la que estaba: la tomó con fuerza del cabello, escuchando con cansancio los gritos de la mujer por el dolor que sentía de ser tomada con tanta fuerza, mirándose como si sus pies estuvieran siendo arrastrados por esa fuerza sobrehumana que poseía el pelinegro que se miraba cansado de siempre estar escuchando gritos a su alrededor.

La arrojó con fuerza dentro de la casa, apresurándose la mujer en llevar una de sus manos a su abultado estómago por el dolor que sintió por ese fuerte empujón, escuchándose sus quejidos de dolor al haber caído sobre su estómago. Drácula puso sus ojos en blanco por escuchar ahora sus gritos con más fuerza, mirando con cansancio a esa pelinegra gritar en cuanto sintió que algo escurría de entre sus piernas.

—Déjame entrar —ordenó Drácula—. ¡Ahora!

La mujer temió de ese hombre rodeando con sus brazos su estómago y mirándolo con ojos cristalizados.

—Puedes entrar.

Sólo necesitó escuchar esas palabras el vampiro para poder entrar, pasando a un lado de esa mujer que se sentó lo mejor posible en el piso, abriendo sus ojos de par en par por ver que lo que sentía entre sus piernas era sangre. Se levantó lo mejor posible y salió de esa casa en donde sólo miró como Drácula caminaba por esa casa que era iluminada por las velas, caminando con total seguridad hasta esa alcoba en donde se encontraba el hijo de Susan.

Solo se podían escuchar los gritos de los humanos que se habían emparejado con algún licántropo, corriendo estos despavoridos de esa aldea en donde vivían tranquilos antes de ser atacados por esos vampiros que envió Drácula. Algunos corrían aterrados, otros se transformaban para pelear, muchos ganaron ante los vampiros y otros no corrieron con la misma suerte que ellos, dejando a sus seres queridos solos y atrás; aun cuando se escuchaba con claridad todo el desastre que él estaba provocando por una venganza que no acabó con la muerte de Susan. Drácula caminaba con tranquilidad hasta esa alcoba, hasta ese lugar en donde solo pasaron un par de noches Aster y Mavis.

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